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El alfarero de Los Alpes que resiste a desaparecer

José Carvajal lleva más de 30 años elaborando objetos de barro en Cúcuta, pero la producción mermó con la crisis en Venezuela.

La arcilla cobra vida en las manos de José Carvajal García allá en una ladera desde donde Cúcuta se ve como una nacarada perla.

'Cheo', como le dicen por cariño, se niega a cerrar su pequeña alfarería pese a haber perdido la mitad de los clientes que solía tener "por lo crudo de la situación que padecemos en Cúcuta".

En la actualidad produce por encargo jarros que instalan de adornos en los porches de las viviendas como accesorios de  desagües,  bases para las floristerías y materos que distribuye en algunos locales de la avenida Cero y sector de la Sexta.

Hace unos cinco años la producción mermó cuando inició la crisis en Venezuela, porque más de 20 clientes compraban infinidad de piezas para comercializar en la nación vecina.

"Eso ya es historia", según José Carvajal, de 51 años, residenciado en la calle 2 No. 18-102 del barrio Los Alpes parte alta.

Un bonito oficio

(Aunque la situación está pesada y es poca la obra que se vende, Cheo está dispuesto a seguir en el oficio, moldeando la arcilla para darle vida a objetos útiles para sus semejantes.)

Este alfarero natural de Arboledas confiesa que lleva más de 30 años elaborando objetos de barro, oficio que aprendió después de ser un vendedor informal en las calles de la capital de Norte de Santander, creando desde un inicio entre otras cosas utensilios domésticos como platos, ollas, pocillos y chorotes o chocolateras.  

En ese proceso ha empleado siempre la mejor arcilla, que compra en una mina de El Zulia y que el mismo prepara, secándola durante varias horas al sol, pulverizándola en un molino y amasándola antes de sentarse frente al torno para darle forma a las piezas que después quema en el horno que construyó en un terreno empinado del solar de su casa.

"Antes hacía una quema de 500 piezas cada 20 días y ahora entre dos y tres meses cocino no más de 300", asegura Carvajal García, agregando que tiene que salir a manejar un carro de mudanzas para completar los gastos de la casa.

El secado de las piezas lleva unas dos horas bajo techo, después se pintan y se les hacen los dibujos previstos y cuando está completo el pedido se mete al horno por más de 15 horas para darles el vitrificado igual que el proceso de los ladrillos para la construcción.

José Carvajal dice que aunque siente nostalgia por el declive que ha tenido el negocio y  porque perdió dos locales de artesanía que tenía en el mercado de la Sexta cuando trasladaron a todos los vendedores para el sector de Cenabastos en lo que se llama la Nueva Sexta, no está dispuesto a dejar su trabajo de alfarero, por la pasión que tiene para hacer de la nobleza del barro y con su saber  y  habilidad cosas útiles para las personas, en uno de los oficios más antiguos del mundo.

"Es gratificante cuando de un bloque de arcilla va surgiendo en el torno en movimiento una bonita pieza que produzco con mis manos y que servirá a un semejante, ya sea para adornar su casa o una vasija para el hogar", puntualiza ‘Cheo’, quien pedalea mientras contempla a Cúcuta que hacia el medio día refulge como la perla que es.

 

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Eduardo Bautista
Eduardo Bautista
Viernes, 22 de Marzo de 2019
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