La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Por los barrios
Generaciones con Bienestar, la única huella del estado en La Fortaleza
La Secretaría de Educación no accedió a llevar profesores a los asentamiento por ser ilegales, pero estos se llenan de niños pertenecientes a familias negras. 
Miércoles, 29 de Julio de 2015

Caminar por 20 minutos entre trochas y lomas sujetando las manos de sus hermanos Miguel y Ramón, 7 y 8 años, es una de las tareas diarias de Odailys, 11 años.

Sin importar el sol o la lluvia, la pequeña llega cumplida a la cita del programa Generaciones con Bienestar Étnico. Este es el único espacio que tienen sus hermanos para dibujar y colorear, escuchar cuentos, y jugar.

Cómo los niños se quedaron sin cupo escolar, asisten con emoción a los rústicos salones de La Fortaleza, soñando con entrar a una escuela de verdad, como en la que estudia Odailys, al otro lado de la montaña, en Paz y Futuro.

Generaciones con Bienestar, programa del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf) es la única huella del estado en La Fortaleza.

Mientras que la Secretaría de Educación Municipal no accedió a llevar profesores a las aulas del asentamiento por su condición de ilegales, estas se llenan de lunes a viernes de niños pertenecientes a familias negras. Sábados y domingos el turno es para los adultos analfabetas.

Maira Muñoz Ocoro, hace parte de la Fundación Estructurar, y es la profesora de Generaciones con Bienestar Étnico en La Fortaleza y Los Olivos.

En ambos sectores logró reunir a 100 niños con padres, o abuelos negros.

En sus clases busca rescatar la cultura africana a través del baile y el arte.

Los mismos niños bautizaron su grupo como Tigres de La Fortaleza, y así se quedaron.

“Nuestro objetivo es brindarle un espacio de entretenimiento y educación a los niños afros. Acá no hay parques, ni canchas, y los niños han acudido a este llamado”, dijo Muñoz.

La lección del día es la sana convivencia y los valores familiares, la clase la combinan con la elaboración de collares para tener la atención de los pequeños.

“ A mi me gusta venir a jugar y a cantar, vengo con mis hermanos y mis primas, y eso que vivimos al otro lado del cerro”, dice Yorgelis, 8 años.

Aunque la gran mayoría de los beneficiados viven en ranchos bastante apartados son puntuales. Además de las clases reciben un refrigerio.

“Acá hay familias muy pobres, y si se desayunan no almuerzan, o si almuerzan no cenan. El refrigerio también es un gancho para que los niños vengan al programa”, dijo la vecina Miriam González.

Al finalizar la jornada, los niños se despiden de Muñoz con un fuerte abrazo y preguntan por la clase del día siguiente. Ella los despide con una sonrisa y ve cómo se pierden entre los cerros vecinos, todos agarrados de la mano.

 

Temas del Día