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Los Yukpa y su perpetuo retorno

Aseguran que estas comunidades no se fueron de El Escobal.

Fidelito Romero arregla su cabello delante de un trozo de espejo, sentado en un descolorido balde azul. La llegada de una cámara lo inquieta y emite un leve grito a su compañero que reposa en el suelo, a un lado de la cancha cercana al puente Francisco de Paula Santander, en El Escobal.

Aunque se le nota incómodo con extraños, no reacciona como sus compañeros que viven bajo el puente, quienes rodean al fotógrafo con piedras, cuchillos y palos, exclamando que no quieren más cámaras, ni más autoridades que lleguen a verlos, sin ayuda en las manos.

Un par de jóvenes policías previene cualquier inconveniente, pero quien parece comandar la zona se limita a cuestionar por qué la prensa se mete hasta allá.

En la zona hay tres grupos que suman casi 20 familias Yukpa, pero unos están menos habituados a que se les cuestione por qué siguen allí.

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Que les dijeron mentiras, que la alcaldía de Cúcuta solo les dio 10 mil pesos para irse habiéndoles prometido 50 mil, que el  mercado que les dieron no les daba, y que los dejaron en Puerto Santander, a la deriva, son sus furiosas quejas que les hacen justificar el retorno.

Uno de ellos se devolvió con su familia apenas llegó a Puente Unión y prefiere estar allí, al margen del río Táchira, bajo un improvisado toldo, porque no hay más ni dónde más estar, pues en todo lado “siempre buscan nuestro desalojo”.

La petición es una sola: que les den materiales para hacer artesanías y venderlas, aunque si les llevan alimentos, no los despreciarán.

las condiciones de vida son deplorables y constituyen un riesgo de salubridad para sí mismos y otros.

Según Romero, su intención no es quedarse en Colombia, y no planean invadir terrenos más adentro, aunque no les han faltado ofertas.

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“Uno no piensa apoderarse de un terreno”, dice. “No tenemos ese derecho”.

Solo esperan, afirma, juntar algunos pesos que se conviertan en bolívares para comprar lo que haga falta a los niños, y a sí mismos. 

“Venimos es por temporadas”, enfatiza Romero, el único que se animó a conversar, tal vez por sus raíces colombianas, en el pueblo wayúu.

A pesar de las botellas de gaseosa, plásticos, y escombros que rodean su improvisado resguardo, dicen estar mejor aquí que allá en Machiques (estado Zulia, en Venezuela).

Romero, entronizado en su balde, recuerda que su pueblo está rodeado de montañas,  pero no son suficientes para retenerlos, “porque aquí por lo menos, alcanzamos a tener sustento”, dice, al menos mientras los pequeños vuelven a la escuela.

Hoy a las 8 a.m. se hará limpieza bajo el puente y se espera que acuda la secretaría municipal de Salud, pues los habitantes de El Escobal están alerta por la propagación de enfermedades de uno a otro lado y por la permanencia de la comunidad que, como es costumbre, volverá en otra temporada.

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Lunes, 20 de Noviembre de 2017
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