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Mariela García, la voz de las víctimas de la violencia

30 años después denunció la desaparición de su esposo en Arauca y la muerte de su hijo en Medellín.

Sus zapatos están desgastados de tanto correr de un sitio a otro. A simple vista, parece una de las tantas habitantes de Guadalupe, que tienen que sacarle el quite al barro para ir a la tienda cada mañana. Sin embargo, Mariela García desafía a la lluvia y al barro por una razón más poderosa que ir a traer algo de mercado.

García recorre puerta a puerta el barrio llevando cartas de desplazados y asesorando a las víctimas de la violencia para que puedan ser reparadas. Lleva tres años en esta labor, pero su empeño y dedicación la llevaron a ser parte de la mesa nacional de víctimas, en representación de la tercera edad.

Los trámites de reparación se los sabe de memoria, pese a que solo hace tres años se  atrevió a denunciar la desaparición de su esposo en Arauca y la muerte de su hijo en Medellín, tras guardar silencio por 27 años.

A García le tocó tragarse el dolor y guardar las lágrimas para seguir su vida en Medellín, y sacar adelante a sus siete hijos.

Empezó de cero, dejó tirada su finca y su casa, con el dolor de desconocer el paradero de Francisco Javier Alvarado, su esposo, desaparecido, según ella, por el frente 48 de las Farc.

Treinta años después del triste suceso que marcó su vida y la de su familia, le da un vistazo a sus  recuerdos, y asegura que el dolor quedó en el pasado. Las lágrimas ya no se asoman y aunque baja la mirada no se descompone.

“Me demoré mucho en declarar, por miedo a que la guerrilla tomara represalias. Me daba pánico pensar en que ellos me encontraran en cualquier parte del país y terminaran con lo que quedaba de mi familia”, explicó García.

A sus 63 años vivió dos desplazamientos, el primero en Arauca, en 1986, y el segundo en Medellín, donde la guerra entre bandas criminales la obligó a dejarlo todo nuevamente.

“Mi hijo y mi yerno fueron asesinados y tuvimos que salir corriendo de nuevo. Nos vinimos primero para Puerto Santander porque teníamos familia allá, finalmente terminamos en Guadalupe”, explicó la lidereza.

Ya en Guadalupe, García, cansada de vivir huyendo, decidió denunciar los vejámenes de los que fue víctima, para liberarse de sus demonios, los mismos que la perseguían desde que le desaparecieron a su esposo.

La mujer, oriunda de Caldas se armó de valor y denunció. Enfrentó nuevamente sus miedos e hizo una promesa personal: ayudar a todos aquellos, qué como ella, se abstienen de denunciar por miedo a represalias.

“Viví muchos años viviendo con temor, y ahora sé que si hubiese denunciado a tiempo, hoy estaría mucho mejor. Ayudo a quienes padecen esta misma situación y les pongo mi caso de ejemplo”, explica García, que se prepara para una nueva participación en la mesa de víctimas departamental, de la cuál también es miembro.

Desde la mesa de víctimas y como vocera del adulto mayor ha logrado gestionar de decenas de reparaciones de víctimas de esta población. Su meta es gestionar ayudas de vivienda y salud para las cerca de 470 víctimas del conflicto de la tercera edad, que están inscritas en el departamento.

“En la mesa nacional tenemos un espacio representativo, y vivo trabajando por llevar proyectos que nos permitan mejorar las condiciones de las víctimas de la tercera edad. Más que un compromiso es una promesa en honor a nuestras víctimas”, explicó con la mirada en alto.

Un par de minutos después, García se despide y se pierde entre las destapadas calles.

Recibe una nueva carpeta y se va con la promesa de seguir con su gestión.

*La Opinión

Lunes, 7 de Diciembre de 2015
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