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Por los barrios
Niños de los asentamientos de Cúcuta estudian donde pueden
Sin importar las condiciones en las que reciben clases, los menores se sienten algres de poder estudiar.
Lunes, 18 de Abril de 2016

Media hora tienen que caminar a diario los hermanos Ávila, de 7 y 4 años, para llegar a clase en La Fortaleza.

Aunque su colegio solo tiene dos aulas y una batería sanitaria,  carece de puertas y tienen plásticos verdes en sus ventanas en vez de vidrios, para los pequeños estudiantes es un todo un paraíso.

“Antes no teníamos donde estudiar y ahora tenemos profesora, uniformes nuevos y refrigerio”, explica Fernando, el mayor de los Ávila y personero escolar.

La modesta sede fue construida cuatro años atrás por la comunidad, para mitigar la deserción escolar en el asentamiento, pero solo hasta febrero pasado cumplió su verdadero fin: ser una escuela.

Bajo el nombre Colegio Corporación Innovación 84 niños de entre 3 y 7 años, tuvieron donde empezar a cursar  sus primeros grados. Aunque el colegio es de carácter privado, los niños reciben clases gratis gracias a la gestión de  una madrina.

En esta modesta sede, los adultos del asentamiento se capacitan y validan primaria y bachillerato.

Cruzando el anillo vial occidental, en Nueva Ilusión, otra rústica sede educativa se roba las miradas. Se trata de la escuelita del asentamiento, ubicada en la mitad del cerro.

La estructura de madera y zinc alberga a decenas de niños cada fin de semana para las clases de iniciación musical del programa Musipaz, liderado por Corpoatalaya.

En este pequeño espacio, y con pupitres remendados, niños como Yerson, 11 años, aprenden a tocar violín, guitarra y flauta. Este espacio servirá de salón para los adultos que validarán sus estudios.

Mientras, los vecinos de El Talento, a pocos metros de Nueva Ilusión,  reciben talleres de manualidades en la capilla Santo Tomás Apóstol, ante la falta de aulas.

En La Conquista y Colinas del Tunal, la comunidad también le apostó a crear sus propios escenarios educativos, con el fin de no dejar perder las capacitaciones que llegaban a estos sectores.

Un rancho que no supera los seis metros cuadrados y con piso de tierra es el aula de aprendizaje de La Conquista, Guadalupe y Villa Paz, entre las comunas 6 y 7.

En este pequeño espacio jóvenes y madres cabeza de hogar han aprendido a leer y ha solucionar pacíficamente sus conflictos.

Mientras que en Colinas del Tunal los niños reciben clases en la cima del cerro en pupitres destartalados.

Estos cinco sectores son ejemplo de esfuerzo y sacrificio pues ante la falta de apoyo municipal para construir aulas se metieron la mano al bolsillo y unieron esfuerzos por sus hijos y su comunidad.

Desde febrero, la fortaleza tiene su propia escuela. Pese a que el Municipio no los nombró, los maestros llegaron gracias a la ayuda particular. 

Escuelas a medias

Aunque Guadalupe, Scalabrini y la vereda San Isidro tienen sedes propias para la educación primaria, su estructura no es la más apropiada, situación que causa inconformidad en los padres de familia.

Dos aulas, un baño y un quiosco a medias, conforman la sede Guadalupe del Colegio Camilo Daza, la cuál fue reabierta por la comunidad Scalabriniana para brindarle una solución educativa a unos 35 niños de la zona.

En Scalabrini, el panorama es un poco más alentador. Tiene el triple de aulas de Guadalupe, más baños y hasta comedor escolar. Sin embargo, el lunar del proyecto es la falta de encerramiento, lo que permite que cualquier persona pueda entrar  y salir de la institución sin ningún problema.

Una situación similar se vive en el Colegio Cornejo sede San Isidro, a un costado del anillo vial occidental. Cerca de 100 estudiantes reciben clase en una sede sin encerramiento. Dos aulas prefabricadas, el salón comunal de la vereda, un comedor escolar y una sala de sistemas conforman la modesta sede.

Los niños salen a recreo en un lote contiguo donde está una cancha de fútbol.

*La Opinión

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