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Un voluntario italiano enseña teatro a 600 niños en Cúcuta

Las únicas referencias que tenía en su país sobre Colombia eran tres palabras: café, cocaína y guerrilla.

Una pelea entre padres o la discriminación que sufre un joven por sus gustos o preferencias son la materia prima para los guiones de Adriano Ferri, voluntario italiano que llegó hace un par de meses a la comuna 6 a enseñar lo que más le apasiona: artes escénicas.

Aunque asegura que no es muy creyente, llegó a Cúcuta de la mano de la comunidad Scalabriniana para crear semilleros de teatro y literatura en los sectores más pobres de la ciudad.

Las únicas referencias que tenía en su país sobre Colombia eran tres palabras: café, cocaína y guerrilla, pero le apostó a la ciudad fronteriza animado por romper esquemas y estigmas. Lleva tres meses en la ciudad y asegura que encontró un país bastante diferente al que le pintaron afuera.

“Me encontré con gente muy solidaria con unas enormes ganas de superarse”, explica con una gran sonrisa. 

Aunque sus pupilos, unos 600 niños de Scalabrini, Simón Bolívar, Caño Limón, Guadalupe, y Camilo Daza, no han tenido experiencia en las tablas más allá de  improvisadas presentaciones en izadas de bandera, Ferri destaca su talento y pasión en escena.

“Los niños están muy entusiasmados con los talleres”, explica. “ Ellos mismos proponen temáticas para los montajes”.

Más allá de técnicas de voz, manejo de público y expresión corporal, Ferri hace énfasis en el teatro como un laboratorio social, donde sus pequeños actores pueden explorar sin prisa ni afán sus talentos y aprenden a trabajar en equipo y sacan a relucir los problemas que tienen en su ambiente familiar.

“Estos talleres tienen un objetivo más pedagógico  que artístico. Acá, los muchachos pasan de la realidad a la ficción en un par de minutos, lo que les permite sacar a flote sus alegrías, sus dolores y sus frustraciones, para plasmarlos en un guión”, explica. “Estos chicos están en una edad en la que luchan contra todo lo que implique autoridad”.

Ferri asegura que estos ejercicios se convierten en una oportunidad para que los jóvenes saquen a flote lo que les molesta de los adultos y de su entorno. 

Al final, en el guión buscan darles una solución a sus problemas.

A la par de las clases de actuación, Ferri les enseña a escribir guiones, y a producir cortometrajes.

Aunque los recursos son pocos, se las ingenia para que con un par de cámaras o celulares, sus  estudiantes puedan seguir la lección.  A la hora de conseguir los vestuarios para las obras, acuden a ropa vieja y utensilios del hogar. La idea es no vararse por falta de implementos. 

Su objetivo a largo plazo es que sus estudiantes se conviertan en multiplicadores del arte y estos espacios no se pierdan con el paso de los años.

*La Opinión

Lunes, 22 de Febrero de 2016
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