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Las historias detrás de los parabillaristas cucuteños

La práctica del deporte para personas en condición de discapacidad ha sido baluarte de gran ayuda.

Hablar del deporte paralímpico o de discapacidad o también como deporte adaptado es un tema bastante complejo.

Para ello hay que retroceder 74 años cuando por primera vez el médico inglés Ludwig Guttman vio la práctica del deporte como un ejercicio correctivo y medio de ayuda terapéutica y de inclusión social para aquellas personas que por alguna razón nacieron con alguna condición  de discapacidad o tuvieron algún accidente y perdieron la movilidad de su cuerpo.


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Uno de los aspectos que tiene el deporte adaptado son las historias de vida que existen detrás de sus actores que muchos no conocen y del porqué se hicieron deportistas, qué los motivó a hacerlo y cómo la práctica les cambió la vida, independiente de la condición de discapacidad con la que les ha tocado convivir.

Norte de Santander no es ajeno a ello y se ha caracterizado por ser masificador en esta área del deporte sacando campeones en todas las  disciplinas.

El parabillar es uno de esos tantos deportes que cuenta excelentes atletas sin importar la edad. La Opinión dialogó con varios de ellos quienes recientemente participaron en preclasificatorio para los Juegos Paranacionales de 2023 en el Eje Cafetero.

Una luz de esperanza

Sanar las heridas físicas y emocionales es un camino largo y espinoso que todos han sabido superar gracias al apoyo de sus familias y la voluntad de querer salir adelante sabiendo que la vida no para allí.

Emiro Jaimes, de 51 años, y Jorge Eliecer Soto Maldonado, de 73, son los pioneros en impulsar el deporte adaptado en Cúcuta y el departamento. Ambos empezaron jugando baloncesto en silla de ruedas, y hoy hacen parte de la Liga de Parabillar.

Jaimes que presidió la Liga, es entrenador de la misma y trabaja con el Instituto de Deportes de Norte de Santander (Indenorte)  como masificador. Cuenta que a raíz del accidente que sufrió, con un grupo de amigos empezaron a jugar baloncesto en silla de ruedas en 1991 en la cancha del Sena, de forma recreativa los fines de semana, hasta que lo convirtieron en un estilo de vida de distracción para después hacerse competitivos.

“Mi caso fue un accidente laboral, a los 18 años, en una mina de carbón  acá en la región al caerme un derrumbe y fracturarme la columna, perdiendo la movilidad de las piernas y por obvias razones pasa uno a utilizar silla de ruedas. Fue una época difícil, con una situación precaria, tocó buscar lo forma de producir (el sustento para la casa) y es ahí donde al cabo de seis meses comienzo a relacionarme con otras personas en condición de discapacidad, vinculándome a vender rifas de motos y carros y de hecho viví mucho tiempo de eso”, comentó.

De igual manera –dijo- que a partir de ahí se relacionó con la gente que practica deporte y se vinculó a él.  “Es mejor que cualquier sicólogo, porque el deporte te permite hacer una readaptación social y laboral mucho más práctico que con ayuda profesional y a mí el deporte me ayudó a reintegrarme a la sociedad”, recordó Jaimes.

Se vive algo muy duro

Jorge Eliécer Soto Maldonado, hoy con 73 años, agradece a Dios por la fortuna de estar con vida, tras un aparatoso accidente en el que no solo se salvó él sino toda su familia. Con algo de nostalgia, con los ojos un poco encharcados por el recuerdo como si hubiera sido ayer, este ingeniero agrónomo es un agradecido de la vida. Cuenta que llegó al deporte por azares de la vida después de estar encerrado un largo periodo en su casa sin permitir visitas aparte de sus seres queridos.

“Llegué al deporte por invitación de un amigo, Fernando Cristancho, pionero del baloncesto de silla de ruedas (fallecido), con el apoyo del entonces director del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), Sergio Entrena.

Pero, al igual que Emiro los años se fueron sintiendo y la habilidad para mover la silla en la cancha se hizo más difícil y también pasó a ser jugador de parabillar.

Jorge narra que hace 43 años quedó en condición de discapacidad. Laboraba en Venezuela y un día renunció para trabajar como independiente en su profesión.

“Me vine para Salazar de las Palmas para trabajar en un proyecto ambiental y regresando (hacia Cúcuta), con mi familia me salí de la vía, me volqué en el carro, rodando por un barranco y tuve una lesión medular y ese proceso de recuperación fue dispendioso. Me tomé cerca de 10 años en recuperarme (sicológicamente), tenía 30 años en ese entonces”, dijo Soto.

Sostuvo que le daba miedo salir a la calle porque no quería lo vieran con lástima.

“Nunca me había fijado en las personas con discapacidad antes de mi accidente y estando en Caracas en un tratamiento en el hospital Miguel Pérez Carreño, vi cerca de 200 o 300 personas en silla de ruedas, pero viendo que tenía unas obligaciones me tocó salirle al toro, no toca más sino hacerle frente a la vida”, subrayó Soto, que tuvo que vender hasta gasolina para sostener y sacar adelante a su familia.

“El deporte me ha dejado grandes logros entre ellos se olvida uno de su problema (de discapacidad), y me ha dado entretenimiento”, concluyó Soto.

Me cambió la vida

Para Ambrosio Guzmán al igual que sus compañeros el deporte ha sido un bálsamo de vida, tras el trágico accidente que lo dejó en silla de ruedas hace muchos años,  debido a un disparo que recibió en la espalda.

Antes del accidente, práctico, el ciclismo, fútbol y billar como distracción. Hoy lo ve como un verdadero deporte que le cambió la vida.“Yo era transportador, manejaba una tractomula y hace  30 años me hicieron un atraco y me pegaron un tiro en la espalda afectando la columna vertebral y quedé en silla de ruedas. Fue muy duro el proceso no quería que nadie me viera. No me levantaba de la cama, no salía y fueron dos años de lucha en ese trajín”, confesó Ambrosio.

 


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Pero –agrega- con el tiempo conoció a Emiro Jaimes (entrenador) y se interesó por el billar. Entonces, fue al club Alianza en el barrio Guimaral donde entrena frecuentemente y desde entonces lleva diez años. Indicó que para salir de ese trauma su esposa Floricelda Aranzales y sus dos hijas han sido sus bastiones.

Campeón

Finalmente, Eduardo Domínguez un vallecaucano, de 45 años, que representa los colores de Norte de Santander, tiene  una enfermedad congénita  desde que nació, pero que no le ha impedido practicar  el deporte para fortuna de él, el billar.

La condición de discapacidad es congénita, cuenta Domínguez. “El parabillar para mí lo es todo, he sido varias veces campeón representando a Norte de Santander gracias al apoyo de la Liga”.

Y en cuanto a la condición de discapacidad reseñó que desde los cuatro meses de nacido tuvo poliomielitis “puedo caminar tengo una extremidad más corta que la otra, pero el deporte ha sido mi vehículo para seguir adelante (…)”.

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Omar Romero - Periodista de Deportes
Omar Romero Güiza
Domingo, 4 de Diciembre de 2022
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