Blanca Esperanza Bustamante, Oscar Jaramillo, Marlys Gavelo son tres historias de las más de 5.000 que hoy se cuentan en los 19 albergues en Arauquita, departamento de Arauca, donde se refugian los venezolanos que han salido huyendo de los enfrentamientos entre la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y el Frente 10 de las disidencias de las Farc.
El poblado de La Victoria es el hogar de estas miles de familias que salieron de manera forzada por temor a ser víctimas de este conflicto.
Blanca Esperanza Bustamante
Blanca Esperanza Bustamante tiene 60 años y hasta el pasado domingo 21 de marzo era habitante de La Victoria en el estado Apure, Venezuela. Allí, se desempeñaba como empleada doméstica. Blanca cruzó la frontera con sus hermanos e hijos el día que iniciaron las detonaciones. “El bombardeo empezó por parte del Gobierno a las 5:30 de la mañana. Nos dio mucho miedo por los niños, por las personas mayores que estábamos en el sitio”.
Ella, al igual que los otros 5.000 desplazados en Colombia, hicieron uso del río Arauca, el paso hídrico que divide a estas dos naciones, para llegar a Arauquita e instalarse en uno de los 19 albergues ubicados en la ciudad.
Blanca llegó con lo más importante que tiene en la vida: su familia. “Yo me vine sin ropa, sin nada, lo único que agarré fue a mis hermanos, a mis hijos y los eché por delante. Les dije vámonos, salvémonos la vida, porque primero la vida que lo material, lo material se consigue”.
Sin embargo, no está completa, pues sus padres, uno de sus hijos y otros familiares, todavía no han podido cruzar hacia Colombia.
La venezolana hace un llamado a los gobernantes de Venezuela para que cesen los enfrentamientos en la parte baja de La Victoria, pues ella afirma que fue el Gobierno quien los atropelló. “¿Cómo nos va a hacer eso el Gobierno? Si somos hijos de Venezuela, hijos de allá. Todos somos conocidos, pura gente honesta, pura familia”.
Con dolor, cuenta lo duro que fue enterarse de la pérdida de una familia entera. “Nos mataron una familia de La Victoria, nuestros hermanos, porque ellos son nuestros hermanos, porque nacimos y nos criamos ahí”.
Hoy, Doña Blanca hace parte de una interminable lista de personas afectadas por el conflicto armado, no obstante, con una sonrisa en el rostro y como lo indica su nombre, sigue con la esperanza de algún día poder regresar a su tierra, el lugar donde pertenece.