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Ocaña
Brujas y yerbateras desafiaron a los conquistadores españoles
Academia de historia de Ocaña hace un análisis de los atropellos contra la dignidad de la mujer.
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Javier Sarabia Ascanio
Javier Sarabia
Viernes, 9 de Septiembre de 2022

La mujer a lo largo de la historia se ha constituido en la pieza fundamental en el engranaje del núcleo primario de la sociedad, como es la familia. Sin embargo, regímenes totalitarios utilizan artimañas para coartar la libertad de las lideresas sociales que buscaban un bien común en defensa de los territorios ocupados por los invasores.


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 Quienes se atrevían a levantar la voz de protesta por los vejámenes eran sindicadas de practicar la brujería y condenadas al cadalso por la Santa Inquisición, por blasfemar a Dios.

 Era un macabro mecanismo para disolver las revueltas femeninas, acusadas de yerbateras, colgándolas de la horca, quemadas vivas y santo remedio.

El caso de mayor trascendencia lo protagonizó Leonelda Hernández, rescatada por los indígenas de Búrbura quienes se enfrentaban a los españoles en el antiguo cerro de la Horca, hoy mirador turístico de Cristo Rey en Ocaña.

 Al igual que las matronas de la época utilizaba los poderes de las plantas medicinales para curar los males de la humanidad. Incorporaban en los discursos los encantos y misterios de la naturaleza.

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Al profesar ideas contrarias fueron apresadas, procesadas y condenadas por alterar el orden lógico de la historia. Año tras año en el Desfile de los Genitores se representa a esa mujer valerosa que escapó de la persecución de los conquistadores españoles. Incluso el director de cine, Miguel Mario Páez Pacheco inmortalizó la gesta a través de una película.
 

En el Desfile de los genitores se representa la figura de la mujer valerosa, rebelde contra el régimen español.
Los atropellos en contra de la mujer

 

Los miembros de la Academia de Historia de Ocaña hacen un análisis de los atropellos en contra de la dignidad de las mujeres.

 “Brujas y yerbateras en Ocaña es una tradición milenaria, se ha considerado como uno de los saberes ancestrales actualmente guardados por la memoria colectiva”, indica el escritor Luis Eduardo Páez García.

 Manifiesta que siempre se relacionan con procesos de la Santa Inquisición en la época de la Colonia. Una investigación a fondo hecha a muchos documentos académicos demuestra que tanto la brujería como hechicería fue una justificación del tribunal y de las autoridades para proceder de alguna manera en contra de aquellas que representaban la rebeldía hacia la corona española.

 Los documentos del museo histórico de Cartagena lo corroboran. “En la mayor parte están vinculadas mujeres en lo que hoy podemos denominar como magia blanca y curandería, un procedimiento mediante el cual ellas trataban de ayudar a las personas a un mejor vivir a través de filtros de amor, por ejemplo, para conseguir novio o curar enfermedades. Esto fue mal visto por la inquisición y se procedió en contra de esas prácticas, recalca el escritor ocañero.

 Hoy en día es común ver en etnias como el Amazona y Putumayo, entre los guajiros, el occidente y oriente colombiano que las mujeres siguen practicando exactamente lo mismo aprovechando los recursos de la naturaleza para elaborar pócimas que vienen siendo como remedios para la cura de enfermedades.

 “Muchas veces se ha interpretado como un mecanismo para hacer daño a una persona que ya se configura como la magia negra. Con Leonelda Hernández se trató de eliminar a una mujer que ofrecía resistencia al régimen español”, precisó.

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Asegura que han cometido muchas injusticias contra la mujer basados en una superchería al acusarlas de brujas. Se habla que esa tradición se mantiene permanentemente en los pueblos indígenas. Curanderos y sobanderos son visitados por la gente para que los curen del mal de ojo y la sal en los negocios con los poderes de la naturaleza, creencias que proviene de las religiones panteístas de hace miles de años que le rendían culto a todos los productos de la tierra.

En el Desfile de los genitores se representa la figura de la mujer valerosa, rebelde contra el régimen español.
La leyenda

Leonelda Hernández, era una joven hechicera de la tribu Búrbura, condenada en la época de La Inquisición, a raíz de sus presuntas prácticas de hechicería, se convirtió en el símbolo de la rebeldía aborigen contra la opresión española, luego de librarse de la muerte en el Cerro de la Horca (Cristo Rey)

Hija de español e india, nace en 1634, bajo la jurisdicción del cacique Hacaritama, entre Búrburas de la Loma del Viento, actual población de González, sur del departamento del Cesar.

 Se inició de aprendiz de hechicera con cuatro compañeras en Burgama. “La preciosa criolla, con piel acanelada de melocotón andaluz”, dice el historiador Manuel Canosa Rodríguez.

 Con tan sólo 16 años es condenada a pasar su vida en un convento o en casa de familia responsable, lo cual fue ofrecida a Antón García de Bonilla. Pero “la identidad entre la realidad y los sueños, fundamento descartable de esas dos vidas –Antón y Leonelda-, que, si se bifurcaron, fueron paralelas hacen pare de la historia local, reitera.

 La hermosa Leonelda no se somete a la reclusión y huye decidida a vengarse. Ella, la “rebelde, mestiza montaraz y enigmática como Don Antón, por su carácter bravío y por ser la más joven y hermosa de las brujas de Búrbura. María Mandona, María Pérez, María Mora y María del Carmen Mandón mantiene una estrecha ligazón histórica con García de Bonilla por su parecido caracterológico: una misma manera de afrontar la adversidad y la muerte.

 Nunca fue atrapada ni se supo de su muerte. Aunque se presume que fue el 24 de junio de 1666 la fecha en la que por última vez fue vista con la llegada del obispo Melchor Liñán de Cisneros. Regresó con su gente por aquella misma vereda una vez rescatada por sus congéneres en el Cerro de la Horca y después de incendiar algunas casas huyeron por las montañas.

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“Su edad, era de veintiséis años, de regular estatura, ojos negros, vivos y quemadores, color moreno claro, cabello negro como el azabache, su talle gentil y su donaire encantador colmaban las miradas penetrantes de aquella simpática mujer que tenía fama de guerrera, cruel y sanguinaria”, puntualiza el historiador.


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