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Ocaña
El hombre de las 112 navidades es de Norte: canta, bromea y es feliz
Aconseja vivir feliz con todo lo que la vida ofrezca.
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Javier Sarabia Ascanio
Javier Sarabia
Domingo, 25 de Diciembre de 2022

Como si se tratase de un presagio del destino en medio de un ambiente parrandero con villancicos, tamales, conserva, buñuelos y mucho cariño de sus seres queridos, el señor Carlos Julio Rincón Garzón se apresta a celebrar este 24 de diciembre los 112 años de vida en el tradicional barrio La Piñuela del municipio de Ocaña. 


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Se confiesa católico, apostólico y romano, liberal de ‘racamandaca’, parrandero y lleva la música hasta en los “tuétanos”, por eso se toma sus traguitos, baila con hijas, nietas y biznietas para celebrar el nacimiento de Jesús, y de paso sus cumpleaños.

Acompañado de sus familiares reza la novena de aguinaldo y le pide al niño Dios que no le llegue la vejez tan rápido. “¿Qué se sentirá llegar a viejo?, porque yo me siento mejor que un joven de 15 años”, exclama este veterano que no se cansa de pasar calendarios.

Como cuadros gigantes cuelgan de las paredes de su memoria aquellos nefastos episodios de la violencia donde fue asesinado el caudillo y líder social Jorge Eliécer Gaitán. Fue su ídolo y nunca imaginó el desenlace fatal. Desde entonces ha participado de todos los procesos electorales con la esperanza del bienestar a las futuras generaciones.

Atribuye su prolongada existencia al buen sentido del humor, ya que la risa es remedio infalible, jamás ha tenido disgustos y aconseja vivir feliz con lo que depare el todopoderoso. Está lúcido y en los tiempos libres saca el tiple para inventar coplas y versos a las mujeres hermosas. 

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Con una sonrisa coqueta, y parado en la puerta de su casa dice piropos de forma jocosa: “¿cuál muchacha me prestará atención?” Pero, se espanta al pensar que un día sea la inesperada muerte la que lo haga. 
 

Carlos Julio Rincón Garzón atribuye la longevidad al buen sentido del humor. / Fotos: Cortesía / La Opinión
Nace una leyenda 

‘El Cóndor’ como lo bautizaron sus hijos, vio la luz del día por primera vez el 24 de diciembre de 1910, en la vereda Romeritos, zona rural de Convención y se caracteriza por su religiosidad y espíritu parrandero.

Ha sobrevivido a dos pandemias (la gripe española y el coronavirus) y reza sagradamente la novena navideña donde le pide al niño Dios que la muerte se demore bastante, para seguir disfrutando en el seno de su hogar.

Cuando tocan a la puerta, le encomienda a su hija Miriam, que, si preguntan por él, diga que no está. Al ser consultado por esa negativa manifiesta que no quiere ser sorprendido por la “parca y llevado a los gélidos prados de la muerte”. 

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Después de cumplir cien años, cierto día se le ocurrió jugar una broma a los hijos. Sentado en un sillón, comenzó a simular una convulsión para observar la reacción de los seres queridos a la hora de su muerte. “Unos gritaban, otros lloraban y los menos nerviosos se aprestaban a sacarlo para llevarlo al hospital y en medio de una carcajada, los regañó y les dijo que dejaran la bulla, pues los estaba poniendo a prueba para conocer los momentos posteriores de un desenlace fatal”, según contó su hija Miriam Rincón, quien lo cuida como si fuera un niño.
 

Carlos Julio Rincón Garzón atribuye la longevidad al buen sentido del humor. / Fotos: Cortesía / La Opinión
Una prolífica vida 

Huérfano de madre a los 10 años comenzó la travesía por los campos de la provincia de Ocaña y fincas ganaderas del sur del departamento del Cesar.

En el año de 1973 llegó a Ocaña y se desempeñó como comerciante de la plaza de mercado hasta la década de los 90. 

Con dos mujeres tuvo 13 hijos de los cuales sobreviven 9 de la última esposa Leonor Lozano, quien falleció hace 15 años. Tiene 45 nietos, 50 bisnietos y 13 tataranietos.

Ha tenido la dicha de viajar en varios medios de transportes: en burro, a caballo, cable aéreo, ferrocarril, barco, avión, motocicleta, bicicleta. Solo le falta una nave espacial, exclama con fino humor.

Una de las pasiones es tocar tiple y en sus andanzas juveniles ofreció muchas serenatas. No se pierde una misa y ahora con los avances de la tecnología las observa a través de las redes sociales y la televisión.    

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“Don Carlos Julio Rincón Garzón, es ejemplo de vida y amor, es nuestro longevo con más bendiciones y los años que le faltan”, dijo el concejal Mario Castellanos Chinchilla.
 

Carlos Julio Rincón Garzón atribuye la longevidad al buen sentido del humor. / Fotos: Cortesía / La Opinión
A punta de versos y canciones alarga los años 

El pincel del tiempo de manera silenciosa fue dibujando canas en la cabeza de un veterano de mil batallas para connotar la sabiduría y afianzar un buen estilo de vida. 

En medio de carcajadas, entona canciones inventadas con doble sentido que agradan a las jovencitas universitarias del barrio de la Piñuela. Con maraca en mano o a veces rasgando las cuerdas de vetusto tiple arranca improvisados versos que se convierten en interminables terapias para el ser humano.

La navidad es la época propicia para recordar los villancicos que llenan la existencia del portentoso barco que no se hunde por muy fuerte que sean los huracanes.

“Soy la persona más feliz del mundo, duermo y como bien, nunca he peleado con nadie, no he pisado una cárcel, jamás vivo amargado, sólo canto a la vida, hago bromas sanas y entono melodías que llegan al alma”, agrega este hombre lleno de vitalidad.

Para el 24 de diciembre a las 3:00 de la tarde se tiene prevista una eucaristía de acción de gracias en su casa. Luego el acostumbrado ritual de la entrega de regalos, uno que otro whisky para encender la alegría, bromas, serenata con rancheras y por último irse a acostar para madrugar al otro día. 

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Sin embargo, actualmente existe una preocupación, porque los médicos le han recomendado un marcapaso, pero sus hijos temen someterlo a una intervención quirúrgica. Por eso, mientras tanto, solo quieren seguir disfrutando de su presencia, ojalá por muchos años más. 
 

Carlos Julio Rincón Garzón atribuye la longevidad al buen sentido del humor. / Fotos: Cortesía / La Opinión
Un hombre incansable 

Como hasta los 80 años lidió ganado y una finca arrocera en Aguas Blancas, entre San Martín y San Alberto, sur del departamento del Cesar. Luego los hijos le montaron un negocio en la plaza de mercado donde ofrecía productos agrícolas y era la felicidad. Allí trabajó hasta los 93 años. “Nos levantábamos a las 4:00 de la madrugada y a las 5:00 ya estábamos en la caseta. Cuando Santander mi hermano vendió el negocio, casi se muere porque no tenía nada qué hacer”, dijo Mirian Rincón Lozano.

Los hijos lo regañan y no hace caso, pero dicen que hay que tenerle paciente para que no se exponga al peligro. “Tenía como 90 años y se ha montado al techo a coger unas goteras. Mi mamá casi se muere al verlo y lo único que hizo fue soltar una carcajada”, agrega su hija quien se queda admirada por la salud de su padre.
 

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Recuerda que hace como 15 años estaba en el solar y se metió un ladrón. “Lo tomó del cuello, le pegó un puñetazo y lo noqueó. Lo tiró al piso y no le quedaron ganas de volver. Mi papá tenía mucha fuerza”, anota su hija.
 

Carlos Julio Rincón Garzón atribuye la longevidad al buen sentido del humor. / Fotos: Cortesía / La Opinión
Los árboles mueren de pie 

Parodiando la novela de Alejandro Casona, este abuelito no doblega las alas por muy fuerte que sean los vientos y sueña con volar muy alto.
 
Desde muy niño, quedó bajo la tutela de la tía Simeona Rincón y con mucho esfuerzo, dedicación y sacrificio logró conformar un hogar lleno de valores éticos y morales. 
 
“No sé lo que es la amargura, jamás he peleado con nadie y todos los días vivo feliz regalando una sonrisa a la gente. Qué bueno sería vivir los años de Matusalén para completar las tareas pendientes”, exclama el centenario personaje.
 

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“Me han operado de la próstata, de una hernia y cuando tenía 72 años me dio un fuerte dolor de estómago, me llevaron a Bucaramanga, decían que era cáncer, me hice un tratamiento y vean estoy curado. Nada de colesterol, nada de triglicéridos, ni sufro de tensión alta”, anota Rincón quien se siente como un quinceañero.
 

Carlos Julio Rincón Garzón atribuye la longevidad al buen sentido del humor. / Fotos: Cortesía / La Opinión
Las andanzas     
        
Reconoce las travesuras infantiles en las fincas que por suerte frecuentaba. No todo fue color de rosa y fue sometido a largas jornadas agrícolas.
 
Todas esas faenas a pie descalzo, ya que era un lujo tener cotizas y se enteró que los zapatos existían mucho tiempo después.

En el campo se comía puras verduras y la alegría era inmensa cuando servían escasamente cada año un plato de arroz seco.
 
Las caminatas en ese entonces eran interminables para hacer contacto con los citadinos. Iban a pie de Convención hasta el puerto de Gamarra en el sur del departamento del Cesar.

Desde los 15 años comenzó a sentir esa atracción hacia las adolescentes bonitas del pueblo, pero tardó demasiado en conseguir la mujer de los sueños. “Me casé a los 49 años con Leonor Lozano quien apenas tenía 20 años. Tuvimos 9 hijos y estuvo al lado durante 50 años. Se murió hace 15 años y eso fue muy duro para mí”, recalcó.
 

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Explica que las parrandas eran a otro ritmo y había una costumbre bastante particular. “Durábamos tres o cuatro días bailando y comiendo sancochos”.
 

El alcalde de Ocaña, Samir Casadiego le entregó el reconocimiento por ser el hombre más longevo en Ocaña, el cuarto en el país y el 14 a nivel mundial. Foto: Cortesía / La Opinión

Ha utilizado diversos medios de transporte. Viajar a lomo de mula, es quizá una de las experiencias más recordada para este simpático veterano.

Una sensación similar la vivió con el cable aéreo. “Era como meterse en una jaula y observar el panorama”.

En su lenguaje coloquial narra el instante cuando un avión pasó por primera vez por los cielos de esta región del país. “Las hermanas Balmaceda nunca habían visto ese aparato y se arrodillaban, lloraban, rezaban, pues pensaban que era el fin del mundo. Imagínese usted una cruz en el cielo haciendo un ruido infernal”.
 
En dos ocasiones abordó un avión y da gracias a Dios por esas oportunidades a pesar de ser un humilde campesino.
 
A raíz de ese espíritu aventurero que hierve en su corazón logró subir a un barco e incluso en el ferrocarril.
 
En familia se reúne el día de la natividad, factor que ha incidido en su espontánea alegría. Se encuentra orgulloso de sus hijos a quien inculcó muchos valores para que triunfen en la vida. “Todos los años celebramos en casa y es muy hermoso estar rodeados de los seres queridos”, recalca.
 

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Así de esa manera Don Carlos Julio Rincón Garzón llega a la barrera de los 112 años demostrando que los robles jamás doblegarán las ramas por muy fuertes que sean los vientos. 


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Carlos Julio Rincón Garzón atribuye la longevidad al buen sentido del humor. / Fotos: Cortesía / La Opinión
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