La actitud del oficial fue ordenar la evacuación de sus hombres de las oficinas y al salir se ubicaron en la parte de la Tienda del Soldado. Al ver que pasaron 2 minutos y la llama de fuego crecía, el oficial solicitó retirar una de las camionetas que estaban en el lugar.
“Cuando retiran la otra camioneta del batallón, enseguida pedí un extintor, pero nunca llegó a mis manos. La historia sería otra si hubiese llegado, porque yo me habría dirigido para apagar las llamas”, narró el mayor.
¡Milagro!
Pero el milagro de la vida, como catalogó este oficial, tras lo ocurrido con las dos detonaciones, no solo lo acompañó a él sino también a su esposa, quien es fisioterapeuta y labora en el dispensario del centro médico que está en la guarnición militar.
“Cuando logramos un poco de calma, ella me dijo que apenas escuchó la primera detonación, corrió hasta la esquina y vio que el carro bomba estaba frente a mi oficina y en su desespero al intentar correr para saber de mí, ella sintió una voz como de un ángel que le dijo que yo estaba bien”, narró el mayor.
Pero el caos, la confusión y el terror se apoderaron de todos los presentes, según el relato, la esposa del oficial terminó en el suelo, junto con otros soldados, tras el impacto de la segunda explosión.
Los minutos de pánico reinaron entre todos los presentes, pero después, una sensación de paz empezó a sentirse entre los soldados del Batot número 9, al ver intacta la Virgen, que tras las explosiones solo se derribó el cristal que la rodeaba.
“En medio de la zozobra, de repente los mismos soldados empezaron a agradecer a la Virgen, a sentirse protegidos por ella. Fue una sensación de paz en medio de todo ese caos”, contó el oficial.
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