“Me cuenta mi nona, que vivía en el pueblo, que esos hombres comenzaron a llegar como a las 6:00 de la tarde y se metieron por los solares de las casas. Nadie podía moverse, debía quedarse en casa. Por ahí, a las 8:00 de la noche, comenzó el enfrentamiento hasta las 5:00 de la madrugada”.
Velázquez expresó, que según se dijo después, por esos días estaba con los uniformados la esposa de uno de ellos en la subestación. “Cuentan que se querían entregar y la esposa del policía no los dejó y les colocaba trapos mojados en la nariz, para que no se afectaran con el olor a pólvora”.
La caficultora agregó que ningún policía murió, pero en medio del ataque de la guerrilla y la respuesta del ‘avión fantasma’ del Ejército que llego a auxiliar a los uniformados, una mujer y un hombre, pobladores de La Victoria, fallecieron. Las casa vecinas quedaron sin techo.
“Desde ese entonces quedó ese puesto policial solo. Fue una época muy dura, nos contaba mi abuela. Esa noche fue un desespero total, porque no se sabía qué iba pasar con los cilindros bomba que tiraban”, resaltó la habitante.
Un renacer de la subestación
Jaime Mendoza manifestó que en 2018, nueve años después de ese cruento ataque, nació la idea de poderse instalar en la subestación “abandonada y carcomida por el desaseo, porque se había convertido en botadero de basuras y para cosas indebidas”, la sede de la Asocafevic.
La asociación ha ido recuperando progresivamente la infraestructura en la medida de sus posibilidades. Por ejemplo, restauró el techo y en su gestión lograron equiparse con maquinaria, como tostadora, trilladora, molino, básculas, grameras y selladora, para impulsar a los caficultores.
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“Estimamos que el valor de estas máquinas está por encima de los 100 millones de pesos. Todo lo logramos gracias a proyectos de parte de Ministerio de Agricultura, la Alcaldía de Sardinata y a la Pastoral Social de la Diócesis de Cúcuta. Hemos podido dar seguridad a este lugar, encerrando de tal manera que se pudo bloquear el acceso para la entrada de la estación”.
El líder de los productores recalcó que su deseo es seguir transformando el café, pero también hogares, para poder lograr un territorio de paz y de progreso. Precisó que en el corregimiento existen un poco más de 200 familias que viven de la caficultura.