De manera paulatina en el estado Táchira (Venezuela) crece la adquisición de motos eléctricas, como una alternativa ante la crisis con el combustible que afronta la región fronteriza y una forma de contribución al ambiente con cero emisiones.

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Desde hace dos años este tipo de vehículos se vienen observando en el mercado regional, frente a varios retos que podrían representar un motor eléctrico por la topografía. Se estima que existen unas 40 motos eléctricas circulando en San Cristóbal.

Este mercado ha presentado mayor crecimiento en el centro y oriente del país, en vista que son ciudades planas, a diferencia de las poblaciones tachirenses que registran carreteras empinadas, para lo que requieren una mayor potencia, lo que se traduce en una inversión más elevada porque lo ideal es que se adquiera una moto que posea un potente motor de al menos 2000 vatios.

Arni Castro, representante en San Cristóbal de Ralvia, una reconocida marca venezolana que ensambla y comercializa motos y bicimotos eléctricas, destaca que ya muchos tachirenses se están documentando sobre los vehículos de este tipo y han profundizado sus conocimientos, ya que surgen muchas dudas en torno a su funcionamiento, sobre cómo se carga, cuántas horas dura su autonomía, costos de mantenimientos y accesibilidad a los repuestos.

Pese a las dudas que genera el vehículo, la rotación de las ventas han sido lentas, pero favorables, puntualiza Castro, por el hecho de que los usuarios comienzan a entender que no contaminan el ambiente, ni con dióxido de carbono ni con ruido. Además, requieren poco mantenimiento, no usan ningún tipo de aditivos (aceite, refrigerantes) ni bujías.

La forma de recarga se realiza mediante la conexión a un enchufe convencional, pero se les recomienda a los usuarios el uso de un supresor de picos, tomando en cuenta la inestabilidad eléctrica que azota al Táchira. La carga se efectúa en un aproximado de 6 horas o menor tiempo, indicaron varios especialistas consultados sobre el tema.

Toda la potencia de las motos eléctricas se concentra en su batería de litio y su motor eléctrico, precisó Castro, que en comparación con una moto a combustión, dan un ahorro aproximado de 500 a 700 dólares anuales. “Es un tema también cultural, es muy distinto manejar una moto a combustión a una moto eléctrica, por el tema de aceleración y porque no genera ningún ruido”, señala Castro.

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Se cargan como a un teléfono

Julio Ramírez, un entrenador personal hace un año decidió experimentar el cambio de moto a combustión, a una bicimoto de la marca Bera, otra reconocida marca nacional que también está compitiendo en el mercado de vehículos eléctricos.

Relata que su moto se recarga en 4 horas y el proceso es tal cual como cargar un teléfono celular, pues tampoco genera gastos significativos por consumo de energía eléctrica, en vista que aún en el país los costos por electricidad son económicos en comparación a otros países de América Latina. La carga le rinde aproximadamente de 30 a 40 kilómetros en el día, dependiendo si rueda en plano o en subidas, y aguanta hasta 70 kilos de peso.

“Cuando la adquirí, muy pocos andaban en motos eléctricas, últimamente he visto muchas más, de varias marcas, están la Bera y la Ralvia, ambas se ensamblan en Venezuela”, expone.

Ramírez comenta que el ahorro en combustible es importante, en Táchira se requiere un presupuesto de 80 dólares al mes para circular en un vehículo a combustión, mientras que con la bicimoto no se tiene ese gasto. Si va en una característica subida de San Cristóbal y se le queda corta, solo pedalea un poco y avanza. “La gente en Venezuela le tiene todavía cierto miedo a los vehículos eléctricos, porque piensan que no andan o no sirven, pero es todo lo contrario”, acota.

Los costos de una moto eléctrica nueva, que alcanza los 80 kilómetros por hora, están por encima de 1.300 dólares, y el de una bicimoto, alrededor de 700 dólares. 

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Algunas de las empresas que comercializan este tipo de vehículos ya cuentan con servicio técnico, puesto que con el mal estado de las carreteras y asfaltado irregular se suelen desajustar, esto ocurre incluso con los motores a combustión.

Aprovechan el 90% de la energía

El ingeniero en electrónica, Luis Gaviria, quien desde hace 8 meses posee una moto eléctrica, explica que cada vez que se moviliza en su vehículo, las personas notan los cambios.

“Yo compré mi vehículo eléctrico porque había investigado antes que los motores eléctricos son más eficientes que los motores de combustión. Un motor a combustión solo aprovecha el 30% de la gasolina o el diésel. En cambio, un motor eléctrico aprovecha el 90% de la energía que le pueden entregar las baterías”, describe.

Recuerda que hace tres años, en su carro Spark se le iban dos días en filas para poder abastecer combustible, porque históricamente en su país han tenido problemas con el hidrocarburo. En la entidad fronteriza existe un parque automotor que está en el orden de 350.000 vehículos a combustión, según datos aportados por personas vinculadas al despacho de combustibles.

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Indica que la moto le ha traído beneficios adicionales, porque sufre de los oídos y el vehículo no hace ruidos, por ende, puede escuchar al copiloto mientras se desplaza. Sin embargo, refiere que las autonomías de las motos eléctricas son cortas y las personas deben adaptarse a vivir con ello.

“A medidas que las fábricas logren baterías más sofisticadas que carguen más rápido y que tengan más autonomía en kilometraje, ahí el vehículo a combustión va a quedar en el pasado como los dinosaurios”, añade.

En el 2020, el presidente del grupo Inteligensa, otra marca existente en el país, anunció la ampliación del mercado de vehículos eléctricos en Venezuela, en el que sumarán no una bicimoto, sino un vehículo matriculable.

Sin placa

En Venezuela no existe ninguna legislación en torno a la movilidad eléctrica. El sistema del Instituto Nacional de Tránsito Terrestre (INTT) despliega un listado que solo especifica motores a combustión, por tanto, este tipo de vehículos no pueden ser registrados, algunas empresas venden los vehículos de dos ruedas sin placas, debido a ese vacío normativo.

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