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Café con aroma a Catatumbo

La cultura del grano ha sobrevivido a la guerra en esta zona de Norte de Santander.

La existencia de una institucionalidad cafetera en el Catatumbo ha impulsado grandes cambios y experiencias positivas. Las manos campesinas de la región son las productoras de uno de los productos más emblemáticos del país.

En una zona tan convulsionada como el Catatumbo germina la esperanza de las comunidades campesinas, a través de un grano, que mueve la economía agraria y deleita el paladar de excelsos comensales de cualquier lugar del planeta.

Aquella penitencia del sacerdote bogotano Francisco Romero, promovida en el municipio Salazar de las Palmas, de sembrar matas de café para purgar los pecados de los feligreses cayó en tierra fértil, propagándose por todo el departamento de Norte de Santander. 

Los productores han librado una dura lucha con los cultivos ilícitos y a pesar de las adversidades mantienen la tradición de extensos cafetales heredados de los antepasados como sinónimo de desarrollo y progreso de la región.

La bebida ha traspasado fronteras a lomo de mula, camiones, ferrocarriles, barcos e incluso aviones de carga hasta llegar a todos los hogares del mundo.

Expertos en la materia aseguran que saborear un tinto contribuye a la paz con legalidad donde familias enteras obtienen el sustento diario con más oportunidades de crecimiento social y económico.

40 años de historia 

Los campesinos recuerdan que con el transcurrir del tiempo se presentaron algunos problemas, las arduas jornadas de trabajo no eran bien retribuidas por intermediarios. El precio era impuesto por los comerciantes a su conveniencia y no garantizaban un pago justo, desfavoreciendo así a los productores. 

A raíz de lo anterior, el 22 de marzo de 1980 surgió en el municipio de Convención, con 28 socios, la Cooperativa de Caficultores del Catatumbo, ahora con epicentro en Ocaña, la cual se encarga de regular los precios en el mercado.

El zootecnista Wilfredy Quintero Rodríguez, coordinador de Bienestar Social de la Cooperativa, manifestó que la familia cafetera está ligada a una gran institucionalidad con respaldo a la asistencia técnica e incentivando a la vocación de siembra. En la actualidad cuenta con 2.190 asociados en Norte de Santander.

Los esfuerzos realizados en 40 años están reflejados en la calidad de los productos, la responsabilidad de los trabajadores, asociados, agricultores y en la eficacia de las estrategias adoptadas para fortalecer lazos de comercialización. 

La familia cafetera 

Teresa de Jesús Ascanio Gutiérrez, gerenta en Ocaña resalta los 40 años al servicio de los productores del departamento. “Es una empresa que genera desarrollo económico, empleo y bienestar. Muchas personas no alcanzan a dimensionar esa importancia que tiene nuestra cooperativa. El año pasado logró circular en el departamento la cifra de 70 mil millones de pesos, 9 mil millones de pesos en los almacenes de provisión agrícola”.

Asegura que el servicio es reconocido por la garantía de compra del café que permite a los productores vender cerca de sus fincas y a buenos precios.

“Hemos logrado permanecer en lo lícito dentro de los grandes problemas que aquejan a la región. Los asociados vinculados a la cooperativa gozan de los servicios para mejorar la calidad de vida con garantías de compras, almacenes de provisión agrícola, ahorro cooperativo, servicio de crédito, seguro de vida, auxilio funerario, actividades educativas, entrega de detalles y pago de sobreprecio por fidelidad”, agregó.

Manifiesta que a pesar de las adversidades el aroma del café se mantiene en la zona del Catatumbo. “Es un producto insignia para el mundo. Tenemos diversidad de sabores, la acidez, es un conjunto de características que tiene y permite poder disfrutar de esos beneficios”.

La estrategia para conquistar mercados radica en las acciones con los productores es por eso que Cooperacafé tiene como compromiso visitar los municipios y corregimientos del departamento, enseñando a las poblaciones campesinas un buen tratamiento a los cultivos. 

No interesa la cantidad, sino un estándar de producción que supla las necesidades de los clientes.

Los protagonistas

Roque Antonio Guerrero Claro es un veterano residente en la vereda Las Damas de San Calixto, con  40 años de experiencias en la cooperativa. “Tener un cafetal no me hace rico, pero no tenerlo me hace pobre”, exclama el labriego, quien mantiene vivas las tradiciones.

Jamás ha permitido cultivos ilícitos en sus predios ya que ocasiona deforestación. “Así llegue el diablo a uno no le da miedo ya que estamos trabajando legalmente con el café”, reiteró. 

Por su parte, Julio César Jaime Delgado integrante del Comité Departamental de Cafeteros indica que aunque han disminuido las hectáreas por el avance de los cultivos ilícitos, la producción va en aumento y a un buen precio donde supera el millón de pesos carga.

De acuerdo a las estadísticas, de 33 mil hectáreas se pasó a 22 mil 600 donde la producción creció debido a la renovación de los cultivos con variedades resistentes a las plagas. 

Olger Pérez Quintero manifestó que es un trabajo muy digno que se constituye en la identidad cultural de una herencia ancestral.

Tatiana Galvis organiza el clúster para promover la cultura del café, capacitando a las personas para la producción legal y la ruta turística del café.

Armando Amaya Álvarez,  representante de la Federación Nacional de Cafeteros, asegura que el café se constituye en el motor que impulsa la economía agraria en esta zona del país.

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Javier Sarabia Ascanio
Javier Sarabia
Sábado, 7 de Noviembre de 2020
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