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Región
'Candeloso' hizo de todo antes de llegar a la Alcaldía de Hacarí
Fue inspector de policía, personero, secretario de desarrollo comunitario, docente y hasta guardián de presos.
Martes, 29 de Marzo de 2016

Milcíades Pinzón escribe, declama, es maestro, consejero, canta, dedica versos con su voz ronca, y en medio de todo su ajetreo creativo un buen día tuvo tiempo para ser candidato a la Alcaldía de Hacarí.

Ganó la contienda y recordó que casi una década atrás compuso el himno del pueblo cuyos destinos hoy comanda.

Durante 30 años fue corresponsal de Radio Catatumbo y desde allí adquirió el sobrenombre que todavía lo acompaña: 'Candeloso'.

La razón: siempre fue y sigue siendo un crítico del abandono del Estado, de la violencia de Catatumbo y las barbaridades de la corrupción que también ha consumido esta zona del departamento.

“He sido inspector de policía, personero, secretario de desarrollo comunitario, docente por 17 años y hasta guardián de presos”, cuenta. “Durante 27 años le he servido a Hacarí, y seguiré haciéndolo”.

Mientras se dedicaba a lo que más le gusta, que es escribir, además de preguntarle a la coca en un verso: “¿por qué llegaste?”, se detuvo frente a la orilla del río Borra y escribió el himno.

Prometió que el pueblo debía conocerse por su belleza y no por “la mancha que nos ha dado la violencia”, así que reparó en el paisaje y las letras se convirtieron en ocho estrofas, de las cuales una de ellas dice así:

Sus cerros y sus ríos  
adornan su paisaje  
sus aguas cristalinas  
nos hacen embellecer
los pájaros que trinan
al pie de los montajes  
también el río Tarra  
el Borra y San Miguel.

De izquierda y sensible

Su tono de voz cambia cada vez que se refiere a la violencia.

Se le ve adolorido y casi rabioso de que su gente quede en medio de los combates de una guerra que no es suya.

Aunque sus poemas los entona sin fingir, sonríe y se estremece recordando estrofas, al hablar de la guerra no le tiemblan la voz ni las manos ni la mirada para ver de frente la realidad hacaritense.

De cara a la guerrilla y sin temor ha pedido que los civiles no sean víctimas, mientras cuestiona a las autoridades de dónde salió la última bala que por poco le arranca la vida a una persona.

“En el último hostigamiento había una señora a la que estaban atendiendo”, dijo. “Se puso de pie y a los pocos minutos entró el tiro a la alcaldía. Si se demora, me la matan”.

Pero igual le hiere ver que la policía del pueblo está confinada al encierro y resume en una amarga frase la vida de los uniformados allí: “la policía está pagando cárcel en Hacarí”.

Con la boca seca y el tono más severo relata que hace algunos días uno de los policías llegó “a pedir clemencia”.

“¡No me fían en la tienda!”, le imploró. “¿Qué hago, alcalde? ¿Qué hago para darles de comer a los muchachos?”

De un bolsillo noble salieron algunos pesos guardados en un sobre que un par de manos arrojó discretamente.

Con esos pesos se compró mercado en Ocaña y los policías pudieron comer.

El alcalde bebe un sorbo de té helado y sigue.

“Tengo un poema que se llama El Paciente, y habla de cuando éramos jóvenes y podíamos cantar y reunirnos en las calles”, recuerda con nostalgia. “A uno le duele que en estos momentos, por la violencia, los niños que se están criando, en vez de estar jugando al trompo, están obligados a encerrarse en sus casas”.

Por tanta injusticia es un convencido militante de izquierda e insiste en que esta no es un brazo de la subversión, sino un proceso de cambio.

“Soy de izquierda; de una izquierda que exige derechos pero respeta a la autoridad”, afirma.

Para él, Hacarí “se merece un mejor mañana y que amanezca el sol de la justicia, de la paz y la tranquilidad” porque este pueblo es “después del cielo eterno, mi cielo”.

“Me gustaría que Hacarí estuviera en mi pensamiento y que todos apoyaran el desarrollo del pueblo más olvidado, más herido”, dice, a la vez que promete que en esta administración abrirá una fosa “bien grande para sepultar toda la violencia y toda la miseria”.

*La Opinión

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