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Región
Ciencia y educación escolar, dos retos para el gobierno Duque
Académicos e investigadores exponen su concepto sobre estos pilares.
Sábado, 6 de Abril de 2019

La ciencia y la educación escolar son dos ramas del saber que el Gobierno Nacional debe apoyar para que el Gran Santander sea el eje logístico, competitivo y sostenible del país. 

Los retos de la ciencia en Norte de Santander

Por: Carlos Corredor Pereira
Vicerrector de Regionalización, Universidad Simón Bolívar.

Tengo plena convicción de que sin educación no hay ciencia y sin ciencia no hay innovación, elemento en donde se gesta el progreso de un Estado. Por eso es indiscutible que la educación deba involucrarse en los planes de desarrollo de un gobierno si se pretenden cumplir distintas metas.

La educación es uno de los factores que más influye en el avance y el progreso, no solo del Estado, sino de sus habitantes. Además de proveer conocimientos y de hacernos más cultos y con valores, por medio de la educación se instituyen todos aquellos elementos necesarios que nos caracterizan como seres humanos.

Pero en materia de acceso a la educación, hablando de la superior, el país sigue flojo.  Al hacer una evaluación de las necesidades de Norte de Santander que deberían ser abocadas por las universidades, encontramos, entre otras, el bajo número de estudiantes que ingresan a la universidad.

Así se evidenció al hacer un cruce entre las cifras que tenía proyectadas el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) en materia de cobertura, con los datos reales aportados por el Ministerio de Educación, en donde se observa que en 2017 de unos 284.561 jóvenes, entre los 15 y los 25 años, esperados en la universidad, solo llegaron 95.748 a matricularse en algún programa de pregrado universitario. Quiere decir que la cobertura real alcanzó solo el 34% de la cobertura del total de los posibles estudiantes proyectados por el DANE.

Esta baja de jóvenes universitarios muy posiblemente está relacionada con los problemas económicos que afronta Cúcuta y su área metropolitana, segunda ciudad con mayor tasa de desempleo (16.9%); municipio que además ostenta la mayor tasa de informalidad en el país, con un 70,6%, según el DANE.

Si se implementaran las estrategias para lograr que las comunidades más vulnerables accedieran a la educación superior de calidad, sería posible promover la creación de empresas e incrementar la oferta de empleos en la región.

Parecería que en un panorama como este, hablar de ciencia, tecnología e innovación como fundamento para el desarrollo social y económico de la región nortesantandereana, no es pertinente. Sin embargo, quiero insistir en que un desarrollo sostenido a largo plazo no se puede dar sin ciencia básica que alimente a la tecnología y las dos a la innovación.

La ciencia básica, también llamada fundamental, ha sido patrimonio de los países europeos y actualmente de los así llamados países desarrollados.

Por siglos, fueron los sacerdotes de diferentes religiones quienes trataron de explicar los fenómenos naturales personificándolos en dioses, espíritus o criaturas de otros mundos. La cosmovisión de las diferentes culturas que han dominado el mundo por siglos, hoy las agrupamos como relatos mitológicos. 
Pero fueron los filósofos griegos, quienes siguiendo el ejemplo de precursores de la India, trataron de dar una respuesta racional a la pregunta de qué está hecho el mundo. 

Ciertamente podemos decir que eran mentes privilegiadas que lograron demostrar experimentalmente sus observaciones y propuestas e hicieron que el mundo entendiera que las opiniones no son válidas cuando se trata de entender los fenómenos vitales ni las leyes que gobiernan el universo, sino que es necesaria la observación y el método riguroso experimental que lleva al conocimiento verificable.  Esto es lo que llamamos ciencia básica y es lo que hasta ahora nos habían condenado a creer que solamente se podía hacer en los países desarrollados.

Sin esta ciencia básica que ha sido construida en Europa y a partir del siglo XIX en los Estados Unidos sería imposible que hoy tuviéramos objetos que utilizamos todos los días sin darnos cuenta de que detrás de ellos estaba la ciencia que sustenta los desarrollos tecnológicos desde el internet pasando por la radio, la televisión, los teléfonos celulares, los automóviles y los mismos aviones.

Nuestros políticos se preguntan si en Colombia, país en desarrollo y con serios problemas presupuestales, se debe hacer ciencia básica. La misma pregunta demuestra la ignorancia del papel fundamental que juega cuando los investigadores de nuestras universidades junto con los estudiantes, que se constituirán posteriormente en investigadores, hacen preguntas fundamentales que para contestar requieren de un conocimiento profundo de la ciencia básica, que es patrimonio de la humanidad y que al contribuir a su profundización está permitiendo adquirir los conocimientos necesarios para la formación de ingenieros, médicos, biólogos, químicos y otras profesiones que tendrán un papel importante como abogados de patentes o administradores de empresas innovadoras.

Es importante recordar el aforismo del premio Nobel argentino Bernardo Houssay, quien dijo “no hay ciencia básica y ciencia aplicada; sólo hay ciencia básica por aplicar”.

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El saber del maestro al servicio del país

Por: Giovanny Gómez Vahos
Investigador de la Universidad Simón Bolívar.

A propósito de los debates que en el Senado se dan con respecto a la libertad de cátedra en las escuelas, es hora de reflexionar sobre el rol que cumplen los maestros en pro del desarrollo del país.

Sí, se debe recuperar el instituto del saber intelectual del maestro en la pedagogía. Sí, se debe fortalecer una educación básica y media orientada hacia la competitividad. Sí, los caminos en la educación escolar se pueden reconstruir. Pero si queremos rescatar una educación de excelencia comencemos rompiendo las cadenas que han condenado históricamente a los educadores a ser simples reproductores de contenidos.

Nada más equivocado y confundido estuvo el Gobierno en el pasado al arrinconar al maestro, dejándolo desdeñado entre las rejas de unas aulas repletas de muchachos.  El Estado desconoció los saberes producidos desde la pedagogía y cómo estos sirven para fortalecer una educación básica y media orientada hacia la competitividad. 

Por los debates que al interior de la ciencia se han dado, se considera que los educadores definitivamente no están solo para reproducir saberes absolutos, sino que estas verdades de la ciencia se transforman al ritmo que emergen nuevos paradigmas en la sociedad. 

Eso tiene una implicación directa en las aulas de clase, porque cambia la condición del educador y establece un método de enseñanza más propositivo.

A pesar de la adversidad, los maestros se las han arreglado para educar y construir desde lo empírico miles de formas del enseñar pedagógico. Ser altamente brillantes, creativos, ingeniosos, controvertidos y autodidactas, es un deber de los educadores y así lo están haciendo las nuevas generaciones. Hoy día los maestros ya no se conforman con una licenciatura, toda vez que son más los que acuden a las universidades para emprender estudios en especializaciones, maestrías y doctorados. 

Y aunque está claro que se necesitan educadores más capacitados que puedan pensar el asunto de la enseñanza como un ejercicio crítico, y queremos que los educadores busquen cada vez más explicaciones novedosas y que estén atentos al cambio de las realidades, no es viable que todos sigamos viéndolos trabajar solos.

Los maestros necesitan un gobierno que los acompañe, que ajuste los presupuestos para la educación básica y media, que enfile a los cuerpos profesorales en pro de políticas claras para lograr el desarrollo del país y que brinde los medios físicos para el cumplimiento. Esto último se relaciona con el estado deplorable de muchas las escuelas y colegios públicos, en los que no hay suficiente dotación ni elementos que involucren pedagogías.

En el Plan de Desarrollo  ‘Pacto por Colombia, Pacto por la Equidad’, el gobierno Duque le apuesta a cerrar brechas en educación ampliando la cobertura neta para la educación media de 66,8% a 73%, y con esto se reduciría en 2 puntos porcentuales la brecha urbano-rural de cobertura en preescolar, básica y media. No obstante, las cifras de cobertura educativa aún significan un gran reto para el Estado. 

El sector educativo debe tener claro hacia dónde va. Necesita de un Gobierno que honre sus banderas de equidad, que piense la educación como una inversión y no como un gasto.

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