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La "Reconciliación sí es posible"

Desmovilizados de las guerrillas y el paramilitarismo hablaron sobre el proceso de paz.

Una exintegrante del ELN, un desmovilizado de las Autodefensas, y dos víctimas de la guerra se reunieron para dar a conocer sus testimonios de reintegración y la perspectiva del proceso de paz en Colombia.

Para los excombatientes, el ingreso a la vida civil no ha sido imposible, tal vez porque han mantenido su pasado discretamente oculto, o porque quienes los rodean saben que son personas que ingresaron a las filas de las Auc y el Eln ilusionados con la idea de una vida más digna y justa.

Para Miguel, por ejemplo, la llegada al paramilitarismo se debió a que “se aprovechan de la necesidad de la gente”, pero pese a ello decidió dejar los riesgos que le traía esa vida, se dio a la tarea de estudiar y hoy es candidato a uno de los concejos municipales de Norte de Santander.

Dice que nunca tuvo que dar de baja a nadie, pues su trabajo era político, es decir, relacionado con convencer a las comunidades de que el comunismo, la izquierda y la guerrilla no servían a la sociedad, y aunque esta no era una labor riesgosa sí supo lo que era el entrenamiento militar y ser “una especie de supervisor” de algunos bloques.

El hecho de querer hacer política, y razones familiares lo llevaron a retirarse para ser más útil desde donde se proponen las verdaderas soluciones a las necesidades de la gente.

“Para mí el rechazo ha sido muy poquito”, cuenta. “Más difícil ha sido hacer política, porque cuando uno sale de los foros como excombatiente lo felicitan y le agradecen por estar en sociedad”.

Agregó que aunque vive más tranquilo, siempre pide perdón “por haber sido tan débil y haber hecho tanto daño”, y pidió recibir, aceptar y ayudar a todos los desmovilizados porque tienen anhelos y metas por cumplir, que solo con el resto de la ciudadanía son posibles.

Por su parte, Yaimary, enfermera retirada del ELN hace seis años relató que su ingreso al grupo fue a los 16 años de edad.

Allí, duró más de una década y conoció a su compañero sentimental que sí era jefe guerrillero y fue asesinado en Bogotá, y tras el hecho retornó al departamento, se estableció con sus dos hijos, y ahora trabaja con otras víctimas y es voluntaria de la Defensa Civil.

Jimena Ochoa, víctima de la guerra, declaró que casos como estos demuestran que en la insurgencia también hay víctimas y que espera el momento para abrazarlas y recibirlas.

Entre tanto, María Duarte, delegada de la mesa departamental de participación de víctimas insistió en que solo espera que la paz que se está logrando “sea de corazón y no solo para llegar al poder, porque de lo contrario se avecina una guerra todavía más grave”.

 

Jueves, 24 de Septiembre de 2015
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