La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Región
Líder comunitario muestra el mejor rostro de El Tarra
Yuléixer Antonio Torrado Bautista llegó a Villa del Rosario con ayudas de sus vecinos para entregarlas a los deportados de Venezuela.
Martes, 3 de Mayo de 2016

Sin tener mayor conocimiento sobre cómo controlar incendios y sin la indumentaria y las herramientas necesarias, Yuléixer Antonio Torrado Bautista se las ingenió para convencer a un par de vecinos de irse a apagar el fuego que consumía las montañas de El Tarra el mes pasado.

Con la humildad y la sencillez que lo caracterizan logró reunir una cuadrilla y la dotó con tanques de agua, mangueras y rociadoras de veneno que sacó de su finca. Durante una semana, él y su gente se internaron en la montaña para ayudar a controlar la conflagración.

La hazaña la documentó en su cuenta de Facebook para mostrarle al resto del país lo que sucede en Catatumbo, al tiempo que invitaba a  sus coterráneos a velar por los recursos naturales.

Esta es solo una muestra del compromiso de Torrado, un campesino oriundo de Hacarí que conoce la región de Catatumbo como la palma de su mano, y trabaja silenciosamente por sacar adelante una región golpeada por el conflicto y el olvido.

Cuando no está trabajando en su finca en El Tarra, la pasa recoriendo los municipios aledaños en su camión, para vender sus productos. En cada parada se toma un tiempo para analizar el paisaje y denunciar las irregularidades que ve en el camino.

Nuevamente, haciendo uso de las nuevas tecnologías, cuadra su celular en medio del bosque y empieza a narrarle al público lo que ve, al tiempo que invita a reflexionar sobre el uso y el cuidado que le están dando a los recursos naturales.

En uno de esos tantos viajes se percató de la contaminación del río Catatumbo y su bajo cauce, por lo que organizó una marcha por el pueblo para pedirles a sus vecinos mayor compromiso con la naturaleza. Adicionalmente, creó la Fundación Humanitaria y Medio Ambiental de El Tarra.

Aunque algunos lo tildan de revoltoso, asegura que esa no es su idea. Por el contrario, su único objetivo es que la gente haga uso de su derecho legítimo a protestar y exigir por sus derechos.

A sus 33 años, se define como un líder innato, que no tiene preferencias políticas sino que trabaja por el bienestar de su municipio con lo poco que tiene a la mano. A Torrado no le da pena pedir, para cumplir con sus objetivos.

Hace poco, megáfono en mano recorrió las calles de El Tarra pidiéndoles a comerciantes y vecinos una colaboración para celebrarles a los niños su día. Recolectó 461 mil pesos y le tocó meterse la mano al bolsillo para poder darles un detalle a los 1.400 niños que reunió en la plaza.

Como el presupuesto no le dio para más, no tuvo ningún reparo en pedir prestado un disfraz de payaso, pintarse la cara e inventarse una rutina, para hacer reír a los niños de su pueblo.

En agosto, se instaló en la plaza principal y micrófono en mano invitó a sus vecinos a donar víveres y ropa para trasladar a Cúcuta y entregar a los colombianos deportados de Venezuela.

Logro reunir 5 toneladas de ayudas y no pegó el ojo en 23 horas entre el viaje y la entrega de las ayudas humanitarias. Torrado montó los víveres en un camión y emprendió la travesía izando el pabellón nacional y una bandera blanca que decía: El Tarra solidario.

Aunque vive muy desligado de la política de El Tarra, Torrado no se pierde cuanta reunión gubernamental se realiza en los municipios aledaños. Desde la barrera trata de gestionar recursos para cambiarle la cara a su pueblo. Hace poco agrupó a campesinos de la zona para apostarle al cultivo de cacao y cítricos y ganarles terreno a los cultivos ilícitos.

“Llevo más de 10 años trabajando con la gente, pero solo hasta hace cuatro años la gente empezó a conocer lo que hacíamos en El Tarra porque acá no llegaban los medios de comunicación, por los problemas de orden público”, explica.

Torrado sabe de sobra que para poder trabajar mejor por sus vecinos debe prepararse. Por eso, pese a que tuvo que dejar la escuela a los 11 años, hoy, 22 años después, alterna las labores del campo con el estudio. Está validando el bachillerato, con la ilusión de continuar estudios universitarios. Desea estudiar administración pública, para tener mayores herramientas para trabajar por su tierra.

La Opinión

Temas del Día