David*, bachiller del colegio Sagrado Corazón de Jesús de Cúcuta, en el 2015 se visualizó con un gran futuro gracias a su buen puntaje en las pruebas Saber 11 y a la oportunidad que le brindaba el Gobierno Nacional a través del programa Ser Pilo Paga (SPP-Icfes). Sin embargo, ese fue –para él- el inicio de una de las peores etapas de su vida.
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El compromiso era relativamente sencillo: el Estado colombiano les daba a los ‘pilos’ la plata para financiar sus matrículas durante lo que duraran las carreras. Si culminaban sus estudios en el tiempo estimado y se graduaban, les perdonaban la deuda, pero la situación era completamente diferente para aquellos que no lograban culminar estos requisitos, ya que deberían enfrentar a una millonaria deuda.
Aunque David no quería formar parte de los beneficiados, bajo la influencia de familiares se trasladó a Bogotá para iniciar sus estudios en la Universidad de Los Andes en la carrera de Ingeniería Química, una aventura que solo duraría 6 meses (1 semestre).
“Honestamente, no quería acceder, porque no se trataba de una beca realmente ni en el sentido estricto de la palabra, solo que así lo disfrazaban, pero en la práctica era un crédito para estudios de nivel superior con la posibilidad de ser condonado si se cumplían con determinados requisitos”, resaltó el estudiante.
Frente a estos hechos, a pesar de los giros de sostenimiento otorgados dentro del programa, la situación económica en la capital era un factor que le generaba inquietud, ya que el transporte, vivienda, alimentación y material de estudios eran gastos imprevistos, que en relación con sus compañeros de clases, no debían hacer mayor esfuerzo para costearlos.
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“Estos mismos pensamientos fueron los que me llevaron a sentirme incómodo estando allá, sentía una gran presión al ser consciente de que, si yo no cumplía mi familia iba a recibir una deuda enorme. Dicha presión sicológica llevó a que mi rendimiento se viera muy afectado y no cumpliera con los requisitos para mantenerme en el programa, y tomé la decisión de retirarme antes de que la deuda fuese mayor”, sostuvo David.
Vale decir que tanto el Estado como las universidades hicieron grandes esfuerzos para evitar que los ‘pilos’ tuvieran obstáculos académicos y económicos que les impidieran culminar sus carreras.
La salud mental
Según resaltó Narda Liliana Parra Quiñones, psicóloga egresada de la Universidad Konrad Lorenz, con 28 años de experiencia, aunque el programa SPP era dirigido a poblaciones de bajos recursos para que tuvieran la posibilidad de estudiar carreras profesionales, no tenía en cuenta su verdadera situación de ingresos y que podría ser un ítem que a largo tiempo, podría afectar la salud mental y el estilo de vida de los estudiantes.
“La gran mayoría de universidades en las cuales aplicaban los estudiantes pertenecen al carácter privado, mismas que, sus precios de matrícula e ingreso son muy elevados para las personas de clase baja y media. Por tal motivo, que un joven proveniente de una familia de bajos recursos consiga por méritos propios una oportunidad así, era un sueño hecho realidad. Aunque si se le suma la condición de incumplimiento, por las razones que fuera, tendría que pagar millones, y eso se convierte en un escenario de pesadilla”, enfatizó Parra.