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Primera unión binacional de una pareja gay
Ayer a mediodía se formalizó el primer matrimonio igualitario de carácter binacional entre un joven cucuteño y uno venezolano. 
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Helena Sánchez
Sábado, 18 de Junio de 2016

En una ceremonia sencillísima, con 10 amigas que no paraban de tomarles fotos, sus mamás, un amigo, y convencidos de la decisión de unir sus vidas en matrimonio, Richard Viloria y Daniel Neme se casaron por lo civil, para convertirse en el primer matrimonio igualitario binacional efectuado en Cúcuta.

Viloria, proveniente de Venezuela, y Neme, oriundo de Cúcuta, consolidaron su historia como pareja ante la notaria primera, Nelly Díaz Contreras, quien fungió además como uno de sus mayores respaldos para formalizar la relación, casi como una más de las cómplices de la historia.

“¿Están en su entero y cabal juicio?”, les preguntó cuando leía el acta que los acercaba a ser marido y marido, ante la ley. “¿No están locos?”, insistió para luego escuchar una tímida risita de los asistentes y de la pareja, que expresó un categórico ‘no’.

“Es que a los heterosexuales sí nos pasa eso... ‘Yo estaba como loca’, se dice con el tiempo”, dijo sonriente, luego de darles un cariñoso sermón al inicio de la ceremonia.

“Ustedes son valientes y han pasado dificultades, pero esa misma valentía debe estar presente en toda su vida en pareja”, comentó. “Tener siempre presente que se debe establecer una vía de comunicación constante para que no se dañe el matrimonio, y aceptarse, porque no es solo el hecho de casarse sino de construir un hogar en el que cada uno debe luchar por el otro”.

Tomados de la mano, algo nerviosos al principio, y con las manos frías -tal vez por el aire acondicionado- escucharon atentos cada palabra.

“Las homofobias se tienen que acabar, en especial porque si hablamos de paz lo primero es aceptar al otro con sus diferencias”, agregó Díaz. “Estamos es una democracia amplia y una de las demostraciones de ella es la expresión de una sexualidad libre. Aquí no puede haber discriminación por raza, sexo, religión, o cualquier otra preferencia de nuestros ciudadanos”.

Después de las palabras, la lectura del acta, las firmas, la imposición de los anillos, que tomó un poco más de 15 minutos de trámite, los jóvenes de 26 y 28 años se dieron un corto beso y un largo abrazo que, entre aplausos, selló lo que será su vida en pareja.

El proceso

Aunque no sufrieron discriminación en el proceso de oficializar su relación ante el Estado, sí hubo dificultades por las dudas sobre esta nueva opción de matrimonio.

“El desconocimiento del tema tanto en las entidades públicas, como entre la ciudadanía, fue evidente”, expresó Viloria. “Queda un sinsabor cuando piensas en ello, que todavía no se reconocen estos derechos de la comuniad Lgbti”.

Aunque ambos soñaban con formalizar un hogar con una pareja estable, nunca se imaginaron que lo lograrían. 

De hecho, Daniel afirmó que jamás creyó que se legalizaría el matrimonio igualitario y, cuando esto ocurrió, supo que habría una oportunidad de lograr sus proyectos y apoyar a su pareja en los suyos, siempre juntos.

“Hablábamos y decíamos que sería bonito casarnos porque teníamos muchos planes en conjunto y hemos logrado algunos”, dijo Viloria. “Creo que fue un antes y un después cuando pasó el siete de abril. Ahí empezó la lucha”.

Para ellos, más que llevarse el protagonismo de esta historia, de ser los primeros en dar este paso y, sin querer, seguir hermanando a Colombia y Venezuela, el hecho de tomar la decisión fue un acto de valentía.

“Fue saber que tenemos derechos, que podemos ser vistos como iguales ante la sociedad”, agregó. “La verdad es que Colombia nos ha ayudado muchísimo y hoy abrimos paso para que se vea que en Norte de Santander, y en otras ciudades que no son grandes, también se está haciendo cumplir la ley”.

Además, la pareja no escapó a las dificultades por el cierre de la frontera, a tener que pasar por trochas para adelantar algún trámite y, en el caso de Viloria, ser señalado por su condición de venezolano, pues se ponía en duda la legalidad de su estadía en la ciudad.

Hoy, después de los pequeños y grandes tropiezos, de sobrevivir a las náuseas de la noche anterior al matrimonio, de pasar el temor por la tardanza de uno de ellos para llegar a la notaría, de escuchar el estruendo de una copa rota en la ceremonia, de regar al piso un poco de champaña, y de abrazar a las suegras diciendo: “ahora sí les va a tocar duro”, continúan con su proyecto de vida.

“Colombia ofrece muchas oportunidades y poder consolidar nuestro amor, es la prueba de ello”, puntualizaron.

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