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Rostros que siembran: miles de familias dependen del cultivo de hoja de coca

Esta planta se puede cosechar cada 3 o 4 meses, se ahorra en costos de transporte, su demanda es fija y su precio varía poco.

Una de las realidades más dramáticas que ha vivido Colombia y que muchos aún desconocen es la dependencia de miles de familias al cultivo de la hoja de coca en más de 17 departamentos del país, incluido Norte de Santander en la zona del Catatumbo, situación que ha generado que estas personas sean estigmatizadas por dedicarse a dicha labor. 

Es por esta razón que la Coordinadora Nacional de Cultivadores y Cultivadoras de Coca, Amapola y Marihuana (Coccam), la ONG internacional Christian Aid (Caid) y el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo (Cajar), lanzaron la campaña “Rostros que Siembran”, para concientizar al país sobre la problemática que viven a diario las más de 230.000 familias campesinas, indígenas y negras que dependen de este cultivo. 

Los departamentos donde se cultiva la hoja de coca son Arauca, Meta, Putumayo, Nariño, Guaviare, Córdoba, Cauca, Caquetá, Norte de Santander, Sur de Bolívar, Vichada, Antioquia, Chocó, Tolima, Valle del Cauca, Santander y César. 

Según Arnobi Zapata, delegado Nacional de la Coccam, la razón para que la economía del cultivo de coca se haya consolidado tiene que ver con el abandono por parte del Estado en estos territorios donde la inversión social rara vez se refleja. 

“Las políticas para fortalecer el campo allí son nulas. Ni siquiera hay carreteras y derechos básicos como el acceso al saneamiento, agua potable, salud o educación no son garantizados. Una de las repercusiones es que hoy por hoy no haya oportunidades ni opciones económicas”, explica Zapata en un comunicado de la Coccam. 

Nidia Quintero, delegada nacional de la Coccam, asegura que son estas condiciones precarias las que imposibilitan que otra actividad agrícola sea viable en dichos territorios, ya que carecen de vías de acceso y los costos de transporte para intentar sacar algún producto son elevados, por lo que, en lugar de generar ganancias, lo que quedan son deudas y grandes pérdidas. 

No obstante, el cultivo de la hoja de coca les ha permitido cierta sostenibilidad económica a miles de familias que pueden obtener casi dos salarios mínimos vitales destinados, principalmente, a educación, salud y solventar gastos diarios

En vista de la falta de apoyo estatal, algunas veces las familias destinan parte de estos recursos a fondos comunes para llevar adelante iniciativas en beneficio de la comunidad, como arreglar carreteras o hacer mejoras en la escuela. 

Según hallazgos de los estudios liderados por el Caid “el trabajo con cultivos de hoja de coca en sí mismo es un proceso de resiliencia de las comunidades en un contexto de guerra, que ha permitido un avance social y, particularmente, mayor inclusión de las mujeres y los jóvenes en dicha economía”, apunta Susana Vesga, oficial de apoyo al programa del Caid.

El panorama que revela la campaña 

(La erradicación forzosa de cultivos de hoja de coca genera enfrentamientos entre la población civil y las autoridades.)

La campaña abordará distintos asuntos para responder a varios interrogantes cómo: ¿Quiénes se dedican al cultivo de la hoja de coca? ¿Cuánto ganan? ¿Cómo viven? ¿Por qué lo hacen?, entre otros. 

Para tener una mejor comprensión, se publicará el “Proyecto María Caicedo”, el cual busca entender en el marco del Acuerdo de Paz, cómo se pueden integrar mercados como la ganadería, el café y el cacao en Zonas de Reserva Campesina, que dependen del cultivo de la hoja de coca como consecuencia de estar inmersas en economías de guerra. 

El estudio involucra tres casos en tres lugares del país: el Valle del Río Cimitarra (Antioquia-Bolívar) donde se desarrolló un análisis sobre la ganadería; el Catatumbo (Norte de Santander) con un estudio sobre café, cacao y ganadería, y Tuluá (Valle del Cauca) con el café. 

La campaña dejará en evidencia que, con la esperanza de dar un primer paso hacia la transformación de su economía, 99.000 familias se acogieron al Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos (PNIS) del Acuerdo de Paz.

Sin embargo, Arnobi Zapata indicó que la implementación del Acuerdo de Paz no ha avanzado, truncando los sueños de cambio de las personas que ingresaron al proceso, porque “se quedaron sin sostén económico, pues aún no llegan alternativas productivas”.

Otro de los asuntos que aborda la iniciativa “Rostros que siembran” es el impacto negativo que tienen los distintos procedimientos de erradicación forzosa para la subsistencia de las familias dedicadas a estos cultivos, puesto que se generan enfrentamientos entre la población civil y las autoridades, desencadenando, a veces, hasta en la muerte de los campesinos. 

De igual forma, la campaña visibilizará el trabajo de jóvenes y mujeres “dentro de una actividad económica que ha marcado el desarrollo de estas regiones. Es dar un rostro y voz a dos actores fundamentales, que históricamente han sido invisibilizados, minimizados y desconocidos”, indica el informe de evidencia. 

La ciudadanía puede sumarse

Las organizaciones, los activistas y la ciudadanía que crea en la posibilidad de  transformar esta realidad y comparten la esperanza que albergan miles de familias, pueden sumarse replicando los datos y la información para expandir el mensaje de Rostros que Siembran.

Con ese propósito podrán obtener los contenidos a través de la página web y las redes sociales de la Coccam, desde donde se irá compartiendo la información semana a semana, durante lo que resta del presente mes. 

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Sábado, 16 de Mayo de 2020
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