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Un día bastó para que todos sepan por fin qué es El Tarra

La desaparición de Salud Hernández ha puesto en la mira del país y el mundo a este pueblo nortesantandereano.

El Tarra es un pueblo que hace hervir la sangre. Lo ha hecho desde hace tres días con políticos, periodistas y ciudadanos que, angustiados, insisten en convencerse de que aquí fue secuestrada Salud Hernández-Mora, columnista del diario El Tiempo.

También lo logra con quienes llegan a sus calles amplias, de poca sombra y una recepción de más de 36 grados de temperatura, pero que se siente a punto de ebullición.

La llegada a El Tarra es complicada. Se necesitan huevos y riñones para ingresar. Los primeros, para no inquietarse cuando un carro se encuentra frente a frente con una cuerda atravesada y alguien con libreta, o talonario, en mano, que pide colaboración para el mantenimiento de las vías.

Los escépticos consideran que son retenes de la guerrilla, mientras los creyentes afirman que es un peaje comunitario que usa maquinaria para tratar de emparejar los inmensos y continuos cráteres de la carretera, para los cuales se requieren además posaderas y columna vertebral.

En la vía principal, de Tibú a El Tarra, hay tres de estos mecanismos de recolección de fondos: uno en Campo Seis, otro en Versalles y uno más antes de llegar al corregimiento Filo El Gringo.

En el primero, el pago es voluntario aunque lo menos que esperan es recibir 2 mil pesos. En el siguiente, Versalles, sube la tarifa a 5 mil, aunque con el recibo de pago el transportador puede transitar durante todo un día por la carretera. Eso sí, mostrando la factura que evidencie el aporte.

Algunos avisos, perdidos entre la maleza, advierten de un punto llamado Pozo Cocodrilo. Entre este lugar y El Tarra, apariciones esporádicas de pavimento hacen pensar que, en algún momento de la historia, este tramo conoció el asfalto

El paisaje selvático es imponente, con espesísimos montes que en la madrugada parecen cubiertos por un vaho hecho de nubes.

Quienes conocen el recorrido a Tibú encontrarán el contraste inmediato con El Tarra por la ausencia de los eternos y monótonos cultivos de palma, que aquí no existen.Sin embargo reina otra planta: la coca.

La dueña y señora de muchas de estas laderas es ella que, casi frágil, de un sutil tono verde claro, matorral primero y arbusto después, se empodera de la tierra, camuflada entre matas de yuca y, la mayoría de veces, descaradamente sola.

Otras veces es sembrada entre las piedras, en un ambiente hostil, y se da.

En el camino se advierten casas con grafitis que dicen: Epl, o Frente Libardo Toro 48 años, junto a otros pintados sobre una plantilla que hablan desde el Che Guevara, hasta el Eln, Camilo Torres y la revolución.

En Filo El Gringo, corregimiento a hora y media de Tibú, y una de El Tarra, donde supuestamente se perdió Hernández, hay solo unas pocas casas. Casi todas están terminadas, en material;  algunas se venden.

Al ingresar, hay un pasacalles del Epl y, más allá otro, de las Farc con una imagen de Manuel Marulanda.

En El Tarra el panorama es similar, aunque sin exhibiciones explícitas de las guerrillas. Los grafitis se reducen y el pesado ambiente caluroso hace lentas las horas.

El pueblo es ruidoso. Hay música desde la entrada hasta la salida, en los carros, los billares y las tiendas que, a todo volumen, hacen sonar vallenatos y, muy de vez en cuando, algún corrido.

Pocos conocen de Salud Hernández, o dicen no saber de ella con muecas de indiferencia y hombros encogidos.

Los que dan alguna información insisten en que la periodista está bien y manejan la misma versión una y otra vez, sobre su salida del pueblo a bordo de un mototaxi que la dejó en Filo El Gringo.

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Lunes, 23 de Mayo de 2016
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