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Un joven con vocación para cuidar mujeres
Dario Reyes es la mano derecha de 316 madres cabezas de hogar.
Martes, 8 de Marzo de 2016

Con 26 años, desplazado y víctima de la guerra, Luis Darío Reyes es un joven convencido de que su vocación es servir a los demás, en especial si de mujeres se trata, por una razón muy fuerte.

Su mamá fue lideresa comunitaria, de toda la vida, desde que él recuerda, “y le tocó muy duro”.

Verla levantarse a diario para acompañar a quienes más la necesitaran, además de sus dos hijos, después de que su esposo, un ganadero, fuera asesinado en el municipio de Convención cuando Darío tenía 11 años, le dio el impulso que necesitaba para encontrar a sus benefactoras.

“No fue fácil llegar a un sitio extraño, luego de que vivíamos cada uno en cama propia y una casa grande en Convención; luego nos tocó acomodarnos en una habitación”, cuenta.

Sin embargo, el liderazgo siempre estuvo en él, pues “en el colegio, era personero, pero algo me decía que tenía que enfocarme en la comunidad, solo que creía que debía dedicarme a las madres comunitarias”.

Solo hasta cuando llegó a Puerto Santander, desplazado y con el dolor de haber perdido a quien lo fue todo en el hogar, Darío comenzó a liderar en casa el proceso de reparación como víctima, que finalmente obtuvo en 2010.

Fue entonces cuando se enfocó en el trabajo para la atención a este grupo poblacional y actualmente es uno de los líderes más reconocidos de este proceso en el área metropolitana.

Pese a haber sido reparado, como pocos, no se conformó con haber satisfecho a su familia y creó, para ser su presidente, una asociación con las 400 familias desplazadas que habitan en Puerto Santander, llamada Asodespuerto.

Desde hace dos meses es director de una fundación denominada Aguaclara por la paz, que trabaja con 316 madres cabeza de hogar de este corregimiento.

“Estamos legalmente constituidos, ante Cámara de Comercio, tenemos todos nuestros papeles y nuestra tesorera, fiscal y representante legal que, además, son ellas mismas”, dice. “Aguaclara ha sido un sector muy abandonado y, aunque hasta ahora empezamos, la meta es ser un enlace activo para que ellas sean protagonistas”.

Su fundación abarca lideresas de los 13 barrios que conforman el corregimiento y que tienen una gran expectativa para mejorar sus condiciones y salvar a sus hijos.

Ese es el caso de María Virginia Vesga, lideresa del barrio Pamplonita, para quien el acompañamiento de Darío ya ha traído beneficios.

“Ya tenemos líderes de jóvenes y una organización buena, para que nos capacitemos y podamos, sobre todo, ayudar a nuestros hijos”, comentó.

Para Carmen Patricia Blanco, vicepresidenta de la fundación, la presencia de Darío logró lo imposible: reunir a las mujeres en torno a un objetivo común, porque “a veces las mujeres somos muy desunidas”.

Darío reconoce que llegar a Aguaclara, siendo ya un porteño por adopción no ha sido sencillo pues pesa el estigma que tiene este pueblo, más las amenazas que ha recibido por su trabajo.

“Yo no quería ser desplazado, no quería ser víctima, pero así pasaron las cosas y eso me marcó”, afirma. “Por ellos y ellas seguiré trabajando por las víctimas, las mujeres, los desplazados y todos aquellos con quienes me identifico, aunque sigan las amenazas con panfletos, mensajes de texto, e insultos verbales que me obligaron a poner a salvo a mi esposa y mi hija para tener un mejor futuro para todos”.

*La Opinión

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