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Universitarias convirtieron una calle en salón de clases
En Villa del Rosario hacen acompañamiento a los niños.
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Domingo, 20 de Septiembre de 2020

La pandemia del coronavirus que hace casi seis meses tocó tierra en Norte de Santander significó un cambio drástico en la vida de cientos de familias, especialmente de escasos recursos, que, entre muchas dificultades, no han tenido cómo garantizar un verdadero acompañamiento académico a sus hijos ante el cierre de las escuelas y colegios, y el traslado a la virtualidad.

Además de carecer de los elementos tecnológicos para hacer posible que los niños día a día puedan recibir sus clases de manera remota, muchos tampoco cuentan con el tiempo ni las capacidades suficientes para seguir de cerca los procesos de formación en casa y hacerles más llevadera la situación a la que inesperadamente han tenido que enfrentarse los pequeños.

Testigo de los problemas que a diario sufrían algunos de sus vecinos por no poder responder a esa nueva dinámica que impuso la llegada del virus y de que muchos niños, por su propia cuenta, tocaban a sus puestas pidiendo ayuda, tres jóvenes amigas del barrio Buena Vista II, en Villa del Rosario, decidieron unirse para emprender un proyecto que hoy les ha hecho mucho más amena la estancia en casa a esos menores.

Sin más recursos que sus ganas de ayudar, su disposición y conocimientos, Yuliana Lobo, Alexandra y Daniela Díaz, estudiantes de comunicación social y arquitectura, respectivamente, aprovecharon el receso universitario para responder a ese llamado que les hicieron y fue así como empezaron a apoyarlos, inicialmente, a resolver tareas y cumplir con los compromisos asignados por los docentes.

“A mi casa llegaban muchos niños para que les ayudáramos con las tareas, porque con el tema virtual no entendían o los papás no sabían cómo ayudarles y pues nosotros consideramos que era una buena idea y una importante labor que podríamos hacer en nuestra misma comunidad”, recordó Daniela.

Fue así como transformaron la calle en un salón de clases, un árbol que les da sombra en el principal cómplice de su aventura y las ganas de los primeros 15 niños que lograron convocar, en la motivación para consolidar un proyecto piloto que quisieran llevar más lejos, así las aulas reabran sus puertas y la interacción con los docentes vuelva a ser frente a frente.

Con el paso de los días y al ver el entusiasmo de sus hijos, los padres comenzaron a colaborarles con la logística necesaria, como las mesas y las sillas, en las que cada tarde de martes y jueves los pequeños se disponen a navegar en un mundo de conocimientos, aprendizaje y diversión.

‘Una y mil cosas por aprender’, como se ha denominado esta apuesta de transformación social, hoy ya cuenta con 20 niños no solo del barrio Buena Vista, sino de otros sectores aledaños que han encontrado en el apoyo de estas universitarias un aliciente para no desistir de los compromisos académicos.

Cultivando grandes lectores

En la medida que la iniciativa de las tres estudiantes fue tomando forma y el interés de sus coequiperos se fue haciendo más grande, Yuliana Lobo y las hermanas Daniela y Alexandra Díaz decidieron añadirle un ingrediente particular a su proyecto: incentivar entre ellos el hábito por la lectura.

“Queremos que esta sea la esencia del proyecto. Aprovechar que están interesados en aprender y empezar a inculcarles el amor por los libros, por leer. Con ese propósito creamos una minibiblioteca que está a disposición de los niños”, contó Daniela Díaz.

La pequeña repisa de libros, que reposa debajo de un árbol, ya cuenta con una buena cantidad de textos de todo tipo que han llegado gracias al apoyo de sus amigos y de los mensajes que poco a poco se han replicado en las redes sociales como parte de una campaña que vienen impulsando virtualmente.

“Decidimos hacer una ‘libratón’ para invitar a todas las personas que tengan libros que no utilicen o que quieran donar para aportar y ayudar con el aprendizaje de nuestros niños, a que nos los aporten. Recuerden que un libro transforma vidas”, manifestó Alexandra Díaz, otra de las promotoras del proyecto.

La recolección sigue abierta, dice Yuliana, tras agregar que los interesados pueden llevar sus libros al CAI o la estación de policía ubicada en el barrio Morichal, también en Villa del Rosario.

Y agrega que más personas se han empezado a sumar a la causa, como Miguel Villalobos, un amigo en común que también hace parte de las asesorías. 

La tarea continúa

Aunque poco a poco la vida empieza a volver a la normalidad, las promotoras de ‘Una y mil cosas por aprender’, están convencidas de que su proyecto se mantendrá, pues la pandemia sigue y todavía no hay certeza de cuándo será el regreso de los niños a los colegios, por eso la ayuda continúa.

Aunque ya retornaron a sus clases universitarias y el tiempo ahora es más poco, decidieron ajustar los horarios para mantener las asesorías, ahora los lunes y los viernes, pero durante las mismas dos horas o dos horas y media en las que lo están haciendo.

Saben que la tarea que vienen adelantando ha sido fundamental para una comunidad vulnerable de la que hacen parte, a la que el conflicto ha golpeado sin piedad, pero que no está dispuesta a amilanarse por las nuevas adversidades.

Y es que estas mismas jóvenes, que no superan los 19 años, llegaron a Buena Vista II hace apenas unos años por cuenta del infortunio y de la guerra que las sacó desplazadas de sus regiones de origen, Arauca y el Cesar, y hoy, además de las circunstancias que les tocó afrontar, las une también las ganas de aportar a la construcción de paz de su propio territorio.

Su iniciativa ha empezado a despertar ya la atención de algunas entidades, como la Unidad para la Atención de Víctimas en Norte de Santander, que hace unos días estuvo en el barrio para conocer la labor que vienen desarrollando y respaldar la campaña de recolección de libros con la que buscan ampliar su proyecto de biblioteca comunal.

“Estas jóvenes son ejemplo de vida. A su corta edad están generando acciones en pro del otro, contribuyendo al cambio y transformación social de su sector. Desde lo personal, me vinculo a esta actividad para contribuir a este gran proyecto que nace de la realidad social y educativa donde los jóvenes están aportando desde sus condiciones para mejorar la calidad de vida de otras personas”, destacó la directora de la Unidad, Alicia María Rojas Pérez.

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