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Región
Vías de Hacarí están en completo olvido
La Gobernación de Norte de Santander antenderá provisionalmente esta situación con $500 millones.
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Javier Sarabia Ascanio
Javier Sarabia
Sábado, 21 de Enero de 2017

Irónicamente, después de un largo periodo de sequía en el que los campesinos rogaron por tener al menos una gota de agua, llegó una temporada atípica de lluvias que causa estragos en Hacarí.

Deslizamientos de tierra, desbordamiento de las quebradas, pérdidas de cultivos y animales de corral, son solo algunos aspectos del panorama desolador del fenómeno natural que azota a esa población.

Sin embargo, no son solo los aguaceros los causantes de esta deplorable situación, sino la desidia de uno y otro gobierno que dejó en el total abandono esta zona.

La pesadilla comienza en la vía secundaria desde el corregimiento Aspasica, zona rural de La Playa de Belén, pasando por el sitio conocido como el Espejo, hasta llegar al Hogar Juvenil Campesino de Hacarí.

En total son 33 kilómetros llenos de derrumbes, que retrasan el tráfico vehicular.

El mandatario de la población, Milciades Pinzón, lleva meses clamando al gobierno departamental la asignación de un banco de maquinaria para la adecuación de la vía.

“Los recursos son pocos ante la magnitud del problema, solo contamos con una retroexcavadora ya que la motoniveladora está fuera de servicio”, afirma.
 
Pérdidas incalculabres

Si en la vía principal llueve, en las carreteras rurales no escampa.

Los líderes comunales que acuden al despacho del alcalde para exponer la situación reciben la misma respuesta: no hay recursos para atender la magnitud del problema.

“Están totalmente incomunicados en el corregimiento de Maracaibo, la quebrada arrasó con el muro de contención y los labriegos solo improvisaron un puente para motocicletas y mulas”, dice Pinzón. “No hay paso de vehículos para sacar los productos agrícolas hasta las plazas de mercado”.

A lo anterior se suman las pérdidas de cultivos de tomate, cebolla y fríjol por las heladas de los últimos días.

También se reportan 15 viviendas afectadas por los deslizamientos y los fuertes vientos.

Los sitios más críticos son las veredas Maracaibo, San José del Tarra, Martínez-La Pelota, Mesitas, Laureles, Las Adjuntas, La Madera, El Líbano, Palo Cruzal, Cumaná, Limoncitos, Castrillón, El Cobre, La Horqueta, Agua Blanca y La Loma.
 
Clamor campesino

El presidente de la junta de la vereda La Madera, Édgar Rodríguez, dice que los tramos enlodados han ocasionado la pérdida de muchas bestias cargadas “que bajan de barriga por el barranco. Estamos fregados ya que se han ido al río cargas de yuca, plátano, café y cacao”.

Por ello le pide al gobernador William Villamizar “una mirada de piedad” hacia la zona rural.

“Somos comunidades pobres. No tenemos carreteras, estamos distantes del casco urbano 4 horas en motocicletas y 9 a pie”, señala con tristeza.

Por su parte, el presidente de la junta de la vereda Agua Blanca, Ramón Cañizares, visita el despacho del alcalde, con botas pantaneras y el rostro desencajado por la preocupación.

“Uno sale al pueblo por necesidad, para exponer la situación, pero las soluciones son pocas”, cuenta. “Pueden invertir muchos millones de pesos en la adecuación de las vías y en el primer aguacero todo se pierde, porque no hay obras de arte. Es difícil…”.

Una situación similar viven labriegos de las veredas Cumaná, Las Adjuntas y El Cobre.

“Tenemos trochas y ni siquiera para transportar un cartón de huevos en la parrilla de las motocicletas. A pico y pala abrimos camino. No hay puentes porque se los llevó la corriente. Duramos 10 y 11 horas montados en mulas”, relata Dionedid Acosta, presidente de la junta de la vereda Las Adjuntas.

“Estamos con el barro hasta en las orejas”, agrega. “A Dios gracias no ha ocurrido un accidente como el de hace 5 años cuando una avalancha cobró la vida de 7 personas. No hay carros que suban y nosotros por ahí habilitamos el paso a pico y pala”, agrega.

 Los campesinos son conscientes de que el municipio no cuenta con los recursos suficientes.

“En San Bernardo, la administración compró la casa y la tumbó para ampliar la vía, pero la tierra se está escurriendo y no hay solución a la vista”, agregó.

En Filo Real e Islitas, las arterias se han convertido en un verdadero jabón y retrasa el paso de los motorizados. “Estamos abandonados por el Estado. Nosotros nos matamos labrando la tierra, llevando los productos agrícolas a la ciudad, pero nadie se conduele”, agregó Acosta con una irónica sonrisa.

Ante la difícil situación el alcalde Milciades Pinzón Pinzón no sabe qué camino tomar.

“Necesitamos que el señor gobernador y el Instituto Nacional de Vías pongan los ojos en esta región y nos ayuden, porque si el invierno sigue, se va a tornar peor y la situación es más difícil”, asevera.

Por su parte, los dueños de camiones y buses amenazan con suspender los viajes, situación que afectaría más a los 14 mil habitantes que sufren con las vías.

Una alternativa es declarar la emergencia vial como alerta para agilizar la llegada de recursos y conjurar la crisis vivida por los habitantes de la región, pero no será necesaria, por ahora, debido a que mañana lunes 23 de enero, deberá estar lista la maquinaria prometida por la Gobernación para mejorar la vía, con una inversión de 500 millones de pesos.

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