Actividades tan cotidianas como ir al parque y salir a caminar quedaron relegadas por el temor que hay en la comunidad de contagiarse de COViD-19, tanto así, que la actividad recreativa y social quedó reducida a la interacción con una pantalla de celular o de un computador.
Saludarse de mano, darse un abrazo o un beso en la mejilla son asunto del pasado, incluso, llegar a casa se convirtió en todo un rito que, poco a poco, se fue habituando a las nuevas costumbres: ponerse alcohol en las manos, bañarse, cambiarse de ropa, desinfectar llaves, puertas y zapatos.
Si para los adultos el tema es complicado, que decir de los niños que muchas veces ni siquiera saben el porqué no pueden salir al parque, ni ir a la casa de sus primos a jugar. Muchos de ellos anhelan reencontrase con sus amigos y compañeros en las aulas de clase. Extrañan saludar a sus profesores, a sus tíos, a sus primos e incluso a sus abuelos.
Existe cierta preocupación respecto a los efectos negativos que pueda tener en la salud física y mental de los niños por el cierre prolongado de las escuelas y el confinamiento en el hogar.
Cuidado con los síntomas
En esta época de pandemia, los padres se preguntan: ¿conocemos a nuestros hijos? ¿sabemos por qué llora sin control de un momento a otro? o ¿por qué su genio es tan volátil de un tiempo en adelante?
¡Alerta! Estos son solo algunos efectos que causa la ansiedad en los menores debido a los extensos confinamientos a los que son sometidos por la pandemia.
Los encierros prologados, la falta de relacionarse con sus amigos más cercanos, con familiares o a los que estaba acostumbrado a ver con periodicidad, los está afectando de forma socioemocional.
Sus sentimientos se encuentran a flor de piel y poco o nada nos ha interesado a los adultos saber cómo se sienten los niños y niñas. Algunos padres han empezado a percibir a sus hijos más aislados, con preocupación excesiva, con temor a sus padres, temor al colegio y temor a las noticias. Además, algunos suelen tener quejas somáticas recurrentes como dolores en varias partes de su cuerpo que antes no presentaban, asimismo, de tener múltiples problemas de sueño que desembocan en temores y rechazo a su posibilidad de dormir.
La psicóloga Darley Quintero Patiño, magíster en psicopedagogía, indicó a La Opinión que hay que prestarles atención a los niños, tanto en su comportamiento como a sus estados de ánimo. “Si los síntomas se prolongan más de seis meses es importante consultar un profesional; se puede estar generando un trastorno de ansiedad que puede acarrear múltiples problemas a nivel personal, familiar y social. Hay que tener en cuenta que, si estas manifestaciones no se tratan de manera adecuada pueden afectar su comportamiento en varios aspectos que transformarían la cotidianidad y la estabilidad de su hogar.
“Además de generar otro tipo de trastornos relacionados con la ansiedad como ansiedad social, agorafobia, pánico, entre otros, los cuales agudizarían el problema, pero alejarían aún más la salida. Cada una y uno de ustedes conoce a sus hijos y pueden estar a tiempo de ayudarles a alivianar la carga que las medidas para contrarrestar la COVID-19 le han impuesto en su infancia y en su desarrollo, pero que los puede llegar a forjar un mejor carácter frente a las adversidades que se les pueda presentar en su adultez”.
La vida de los niños mutó a tal punto que se observa una grave desmotivación por hacer sus actividades cotidianas, dejando claro que el sentido de la vida es difuso y complejo de asumir. Aun así y pese a que el panorama lo vemos a diario en nuestros hogares, muchas veces se reducen a comentarios despectivos y desobligantes para con los niños y los adultos, producto del mismo estrés se escudan en los conocidos como berrinches o pataletas, sin darse cuenta que nuestros niños necesitan ayuda.
“La prevención está en nuestras manos y es responsabilidad de la familia garantizar espacios de crianza amorosa al interior del hogar, siendo una oportunidad para revivir la sana convivencia, los vínculos afectivos que nos unen, acercarnos y entre todos contribuir en la formación de niños y niñas felices, emocionalmente estables y socialmente empáticos que, a pesar de los obstáculos, disfrutan de su entorno y comprenden el rol activo que tienen en la sociedad”, aseguró Olga Lorena González Maldonado, licenciada en pedagogía infantil y magíster en educación.