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Migrante colombiana se quitó la vida en un albergue de Nueva York

La colombiana Leydy Paola Martínez se quitó la vida en un albergue para migrantes. Su pareja Jhon Bernal ha sido deportado tres veces.

Un mensaje de “auxilio” en su celular fue la señal que Jhon Bernal recibió desde Estados Unidos, antes de que su sueño americano terminara de derrumbarse. “Mi mamá tiene los ojos cerrados, está muerta”, le escribió su hijo de 15 años. La mamá es su esposa, Leydy Paola Martínez, o su “esposita” como le llamaba de cariño, y ella se habría quitado la vida en un albergue para migrantes de Nueva York.

Leydy y Jhon fueron separados en la frontera de Estados Unidos con México. El 21 de abril emprendieron un viaje desde Bogotá hasta el muro que separa a esos países empujados por el sueño de tener un trabajo allá. Entre el avión de Bogotá a Ciudad de México y los buses desde allí hasta El Paso, pasaron cinco días en tránsito, pero el primer freno al anhelo de su sueño americano llegó cuando fueron detenidos en la chaza, un cruce de migrantes.


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La Patrulla Fronteriza dividió a la familia: ella se quedó con el hijo de 15 y la hija de 7 años, y él tuvo que quedarse porque no tenían un documento que certificara su unión matrimonial.

Las autoridades les dieron rumbos diferentes a sus vidas. A ella y a los pequeños los llevaron a un albergue desde donde luego los enviaron a Nueva York en uno de los tantos buses en los que los estados gobernados por republicanos están trasladando a los migrantes a estados demócratas; a él lo deportaron a Colombia. Y esa fue la primera de las tres deportaciones por las que ha tenido que pasar para reencontrase con su familia.

Pasaron ocho días desde entonces para que la familia bogotana volviera a a entrar en contacto. Ella estaba en un albergue en Queens donde la alcaldía le dio techo y tuvo que rebuscarse el mercado. Él pasó siete días detenido hasta que las autoridades gringas lo pusieron en un avión rumbo a a la capital colombiana y regresó, obligado, a su casa en el barrio Diana Turbay.

Sin embargo, la meta seguía siendo una: ser una familia colombiana en Estados Unidos. Jhon se rebuscó otro vuelo mientras Leydy Paola esperaba a que su “esposito” volviera a cruzar. El segundo intento fue el 16 de julio porque la familia era la motivación para migrar otra vez: “No podía dejarlos solos, tenía que volver a ir por ellos”.


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Tomó otro avión de Bogotá hasta Ciudad de México para hacer un viaje de cinco días en bus y llegar al mismo paso fronterizo. Esa vez también lo detuvieron, lo esposaron de brazos y pies y sumó su segunda deportación. No fue suficiente para él y planeó el tercer intento.

Ese viaje del 2 de septiembre fue a Cancún y no a Ciudad de México para buscar mejor suerte cruzando desde Tijuana hacia California, pero la historia se repitió: la policía estadounidense lo detuvo, lo encadenaron de pies y brazos y lo montaron en un avión que lo regresó a Colombia. Esa fue la última vez que piso esa zona limítrofe y empezaron a buscar un plan D.

 

La pesadilla americana

A pesar de los intentos fallidos, el deseo de reunificarse como familia seguía latente. En esos cuatro meses de empeño de Jhon para pisar territorio estadounidense Leydy Paola vivió en el albergue, con un techo pagado por el estado de Nueva York, pero sin poder trabajar porque no contaba con documentos que se lo permitieran.

El sueño americano viste varios disfraces. Aún cuando los migrantes consiguen puesto en un albergue –que por estos días están colapsados porque son más los solicitantes de asilo que las camas disponibles– desde esos lugares no pueden laborar y pasan hasta seis meses desde su arribo sin trabajar esperando que sean reconocidos como migrantes regualres.

Tienen internet y camas, pero deben cumplir horarios, no hay privacidad para la familia y desde allí también pueden ser deportados.

“La comidita que le daba a los niños era lo que ella salía a buscar, pero si ella salía, la regañaban. Dos semanas antes de la tragedia salió con los niños y al regresar le dijeron ‘te atrapamos’ y la amenazaron con quitarle a los dos hijos”, relata Jhon Bernal.


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Ese episodio cambió todo para Leydy Paola. Se sentía vigilada, temía salir y la desolación de no poder reunificar a su familia la afectaron cada vez más. Su pareja le pedía tener paciencia, pero la soledad de cinco meses y la incertidumbre de la migración irregular hacían ecos en su encierro en esa carpa de Queens.

El domingo 18 de septiembre, dos horas antes del mensaje de “auxilio”, Jhon y su esposa conversaron en una llamada. Él iba entrando a misa, le pidió esperar y prometió buscar cómo podrían devolverse desde allí a su casa en Bogotá; ella le contó que iría al parque con una prima suya que vive en Nueva York. Pero no fue. Por un motivo que Jhon aún desconoce, ella se quedó en el albergue y sus dos hijos salieron solos.

Al regresar fue el mayorcito de ellos quien encontró el cuerpo sin vida de su mamá. Le avisó, pero en medio de la confusión la llamada se cayó y no contestó más. Tuvo que esperar hasta que una familiar llegara al albergue para buscar razón de Leydy Paola.

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Viernes, 23 de Septiembre de 2022
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