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Cecilia Soler revela detalles de su relación con William Villamizar

La esposa del actual gobernador de Norte de Santander dijo que cuando lo conoció "él  estaba a punto de morir de hambre".

En las calles del barrio Juan Atalaya no solo vivió su infancia a plenitud mientras se entretenía jugando con metras, muñecas o trompos, también conoció a quien sería el gran amor de su vida.

Creció rodeada del amor de su familia, sin ningún lujo, pero con la fuerte convicción de que su vida estaba hecha para servir a la comunidad; aunque una tía intentó encarrilarla por la vida religiosa, reconoce que el amor por quien se convertiría en su esposo no le permitió considerar esa opción.

Tenía 14 años cuando conoció a William Villamizar Laguado, actual gobernador de Norte de Santander, quien para esa época era un estudiante de ingeniería civil que intentaba sobrevivir en la ciudad.

No se imaginó que diez años después se convertiría en la esposa de ese joven delgado que luchaba por cumplir sus sueños; tal vez por eso lograron compaginar sus proyectos de vida.

Hoy, su historia es la de una mujer soñadora que intenta cambiar el mundo con pequeñas acciones que marquen la diferencia; en la mente de Cecilia Soler de Villamizar, gestora social del departamento, solo está la idea de buscar el bien común.

Se graduó como administradora financiera y de sistemas, en la Universidad de Santander (UDES), y logró realizarse como profesional.

En su experiencia como docente en diferentes escuelas de Cúcuta comprendió que los niños y adolescentes necesitan nuevas oportunidades para dejar a un lado las cicatrices de la violencia.

"Aprendí a ser el oído, el consuelo y el amor para tantos niños víctimas de la guerra. En sus experiencias veían caer a sus papás, tíos o hermanos muertos en frente de ellos. Ha sido una violencia que los ha marcado  y de una u otra forma yo estaba allí para escucharlos y mostrarles que existe esperanza y otro futuro lejos de las armas o la venganza".

Por eso, su principal misión ha sido encaminar proyectos que benefician a la población infantil en temas de educación, arte, cultura y recreación, devolviéndoles la posibilidad de vivir su niñez como debe ser.

"Ahora tengo las herramientas necesarias para acompañar a esa población en condición vulnerable: niños, jóvenes y mujeres, con planes de acción que les permitan una mejor calidad de vida".

En entrevista con La Ó habla de su vida, sus hijos, su esposo y su labor social.

Ha logrado estar al servicio de la comunidad desde la docencia y en dos ocasiones desde la labor social del departamento, ¿qué falta por hacer?

Cada día tengo la oportunidad de hacer algo. No creo que tenga algo pendiente a largo plazo porque todo se va dando en el día a día. No sé si tenga un futuro o no sé hasta cuándo Dios me dé la oportunidad de estar en este mundo. Me siento satisfecha y plena.

En William Villamizar Laguado todos ven al líder de la región, ¿cómo es su figura como padre y esposo?

Es ejemplar. Es una relación de mucho amor, unión y respeto, no solo por la familia sino por los espacios que cada uno desempeña.

¿Cómo llegó a enamorarla?
 
Lo conocí a los 14 años, había mucha inocencia en ese entonces. Pero me enamoré de la humildad y la sencillez con la que vivía. De hecho, no me da pena decirlo, cuando conocí a William él  estaba a punto de morir de hambre: vivía solo, estaba enfermo y sobrevivía para estudiar en la universidad a dónde iba muchas veces sin tener con qué pagar los pasajes. Recuerdo que mi familia fue un apoyo importante, nosotros  lo llevamos al médico y corroboró que se le estaba cerrando el estómago. No recibía comida, así quisiera comer. En ese momento lo apoyamos para que saliera adelante.

Llevan 32 años juntos, ¿cómo han hecho para que el matrimonio no se derrumbe o entre en crisis?

La primera vez que William fue elegido gobernador, entre el 2008 y el 2011, tuvimos una crisis porque él se entregó totalmente al trabajo al punto de que no existía casa ni familia. Fue una lucha en la que sentimos que perdimos al esposo y al padre. Esos años fueron muy duros, pero con paciencia logré que mi hogar no fracasara. Al final de su mandato se dio cuenta de los espacios que habíamos perdido. Le pedí mucho a Dios que me diera sabiduría para saber actuar porque muchas veces me tocó llorar en silencio,  agachar la cabeza y aguantar para poder salir triunfante. Esa lección le quedó a él para no volverse a repetir.

¿No sintieron temor de volver a repetir esa historia con su reelección?

Cuando decidió presentarse nuevamente nos sentamos a hablar como familia, porque no queríamos repetir la misma situación. Mis hijas le decían ‘papá no queremos eso para usted y no queremos que vuelva a ser gobernador porque nos interesa estar con una mamá y un papá'.  

 Ahora, reelegido nuevamente, ¿qué dice él de su labor como gestora social, como madre y como esposa?

Vive orgulloso y eso lo manifiesta cuando sale a cantar en sus ratos de  karaoke, donde dice ‘voy a cantarle a mi señora una letra que le escribí hace 34 años'. También ha dicho que le fascina la sencillez, dedicación y amor con que me he dedicado a mi hogar; además que tiene una mujer ejemplar y trabajadora.

¿Qué pasó cuando se estrenó en su rol de madre?

Fue una experiencia muy bonita y de mucha alegría que se ha dado en el respeto, el cariño y el amor. Tenemos tres hijos: Paola Andrea, de 22 años; Angie Carolina, de 19, y William Felipe, de 11. Cada uno llegó en el momento que debía ser para unirnos como familia.  Ellos han sido nuestro motor de lucha.

¿No teme que su hija, Angie Carolina, que ha demostrado gusto por la política, termine en el mismo rol de su padre?

¡Ay, Dios mío! Eso sí es un dolor de cabeza porque no es fácil vivir la política. Me da temor porque a ella le brota ese amor por el liderazgo político y ya ha manifestado que quiere ser concejal; ahora, con 19 años, ya habla como un adulto, es extrovertida y le hace charla a todo el mundo. Lo único que le he dicho es que uno tiene que llegar lejos y tener aspiraciones, siempre apuntando al bienestar de la gente, a un bienestar común.

A usted el tiempo le alcanza para estar en casa, en el trabajo y las comunidades, ¿cómo lo logra?

(Risas) Mi esposo siempre me dice: ‘mona, usted cómo hace para trabajar tanto, ya está haciendo más que yo y está saliendo más; ¿acaso es una mujer que quiere protagonizar?', pero siempre le he dicho que no quiero ser protagonista de nada. Simplemente tengo la oportunidad de trabajar y hacer algo por los demás, simplemente lo estoy aprovechando para después no arrepentirme de saber que tuve las herramientas y no lo hice. No quiero irme sin dejar una huella, pero lo que hago no es por aspiración política porque no me interesa.

¿Quién manda en la casa?

(Risas) Yo. Mi esposo no tiene el tiempo suficiente para conocer los detalles de lo que pasa en casa. De hecho, me tiene mucha confianza porque ante cualquier decisión siempre dice ‘lo que diga la mona'. Intento que cada paso que se dé sea el perfecto para que él también se sienta respaldado.

¿Qué no ha sido capaz de cambiar la política en su vida?

La sencillez. Soy una mujer muy centrada, no me apasiona el valor de las cosas ni mucho menos figurar. Trato de apoyar en todo lo necesario a la gente para que salga adelante.

¿Son de los matrimonios tradicionales en que la mujer le dice a su esposo cómo se viste todos los días?

(Risas) No, en esa parte si es totalmente independiente. Muchas veces le digo que no le combina nada de lo que se puso, pero él insiste en que sí, así que toca dejarlo. Es muy ‘cositero' para vestir: debe tener el cuello almidonado y los pliegues de las camisas bien hechas. Me dice ‘espere mona que me vista y me dice si quede bien o mal'. Y así pasa.

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Mónica Melgarejo
Viernes, 8 de Abril de 2016
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