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Víctimas de terremoto y tsunami lo perdieron todo, menos la calma
Los siniestrados de Sendai perdieron en su mayoría sus hogares y muchos a sus familiares, pero mantienen un sentido de la disciplina y del civismo ejemplares en espera de víveres y agua, que escasean terriblemente desde el terremoto que arrasó la región el viernes.
Lunes, 14 de Marzo de 2011

Con una garrafa en las manos, una decena de personas espera haciendo cola pacientemente para obtener unos litros de combustible. No hay una palabra más alta que otra. La atmósfera es extrañamente calma y ordenada en este barrio de Sendai, la gran ciudad del nordeste de Japón devastada por el tsunami que siguió al terremoto.

La oleada gigante destrozó la zona cercana al mar. El techo de una casa puede verse tirado en medio del lodo. Un poco más allá, cinco automóviles están encastrados unos con otros.

Imagen incongruente, una heladera y un diván aparecen instalados en medio de una montaña de escombros.

En este barrio “algunas personas perdieron a toda su familia, no tienen más nada”, atestigua Miki Otomo, profesora de inglés de Sandai.


Su casa fue destruida y Miki vive desde hace tres días, junto con unos mil supervivientes, en su escuela, que antes de la catástrofe había sido designada  por la municipalidad como centro de albergue.

La primera noche, sólo tenían unas galletas para compartir entre todos, relató.

Después, el sentido de la organización y la solidaridad que caracteriza a la sociedad japonesa permitió mejorar las condiciones de vida de los supervivientes, pese al corte de los servicios de agua y de  electricidad. Una bomba de agua y sanitarios portátiles fueron instalados por voluntarios en el estacionamiento de la escuela.

En el gimnasio, un centenar de personas duermen en futones con mantas donadas por particulares.

“La situación sigue siendo difícil, pero hacemos lo máximo posible para ayudar a las víctimas”, declara el alcalde de Sendai, Emiko Okuyama.

La ayuda a los supervivientes es ahora la prioridad, porque “casi se ha desvanecido la esperanza de encontrar otras personas vivas”, dice.

En uniforme naranja, equipos de socorristas registran el barrio devastado, donde soldados empezaron a despejar los escombros.

El primer ministro Naoto Kan movilizó a 100.000 militares, es decir aproximadamente el 40% del ejército japonés, para participar en las operaciones de socorro. Muchos países extranjeros enviaron también  equipos de socorristas.

Uno de los supervivientes de Sendai, Yoichi Aizawa, de 84 años de edad, volvió brevemente a su casa para tratar de recuperar algunos bienes, sin saber el estado en que estaba. “Cuando la tierra  tembló, la casa no sufrió daños, pero después llegó la oleada... Fue espantoso”, dice.

En un albergue de la ciudad vecina de Natori están alojadas siete jóvenes extranjeras que fueron sorprendidas por la catástrofe cuando viajaban en tren. “Tenemos pocos contactos con el mundo  exterior, pero nos dan de comer y hemos podidos lavarnos”, cuenta Alice Caffyn, británica de 21 años, que agrega que no sabe cuándo el grupo podrá volver a Tokio.

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