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Venezuela, inmigrantes y remesas

A la inversa, las cosas reflejan con más precisión que los problemas en Venezuela durante los últimos años han convertido a Colombia en un destino atractivo para miles de sus habitantes.
A la inversa, las cosas reflejan con más precisión que los problemas en Venezuela durante los últimos años han convertido a Colombia en un destino atractivo para miles de sus habitantes.

Inmigrantes de Eritrea y Somalia en Sincelejo (Sucre), custodiados por la Policía en una operación contra el tráfico de personas. En Colombia sólo hay 110.000 extranjeros.fabfan75@laopinion.com.co


La silueta de sus torres de perforación petrolera en el golfo de Maracaibo, sus largas y espaciosas autopistas y el osado estilo vanguardista de sus edificios, como el Teatro Carreño o el Centro Bolívar de Caracas, sedujeron a cientos de miles de colombianos a comienzos de los años sesenta, que a partir de entonces convirtieron a Venezuela en sinónimo de oportunidades, tanto o más de lo que el sueño americano era capaz de despertar.

Aquel paisaje, creado por el hombre a fuerza de petrodólares, hizo posible el surgimiento de la que sería la primera gran oleada de emigración colombiana al exterior, un éxodo que, sin duda, se vio facilitado también por el clima optimismo que surgió en el país, tan pronto el espectro de la violencia entre liberales y conservadores se desvaneció con la consolidación del Frente Nacional.

Fueron los años dorados de la inmigración en Venezuela, en la que los hombres, al mejor estilo de un ejército de avanzada, reconocieron el terreno y olfatearon el futuro para luego pedir a Colombia, a veces tras unas vacaciones conyugales, los refuerzos afectivos y familiares con los cuales pudiesen hacerse a una vida nueva.

Se supone que muchos lo lograron. Según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM),  para finales de 1970, el 95 por ciento de los emigrantes colombianos estaban radicados en Venezuela, Estados Unidos, Panamá y Ecuador. Las estadísticas, que más que ello son indicios de la OIM sobre el perfil migratorio de Colombia, confirman lo que muchos ya sospechan: que la bonanza petrolera de los años setenta acrecentó la emigración de colombianos a Venezuela hasta más allá de 1983, el aciago año de la devaluación del bolívar.

Y si bien los movimientos migratorios han cambiado hoy, debido al hallazgo de nuevos sueños, que como España y otros países europeos son a veces pesadillas, Venezuela concentra el mayor número de colombianos que residen en el exterior. En total, según la misma OIM, 606.175 connacionales vivían allí en el año 2005, una cifra que, sin duda, es mayor al tenor de la informalidad que suele caracterizar la emigración al vecino país, donde la misma, siendo temporal o permanente, es en muchos casos irregular.

Los datos sobre los registros consulares corroboran esta sospecha de informalidad. Según el programa Colombia Nos Une, del Ministerio de Relaciones Exteriores, el número de inmigrantes colombianos que se inscribieron en todos los consulados de América del Sur fue en el año 2008 de 409.626. Ancestrales temores a socializar su irregularidad con las autoridades del país de origen explican estas diferencias tan abismales.

La distancia se entiende mejor cuando se observa que los cálculos del Dane dan cuenta de que un millón 179 mil colombianos  viven en Estados Unidos, cifra que más que duplica el número de connacionales inscritos en los 22 consulados de Colombia en el territorio de la Unión Americana. El caso de Europa es más claro: de 776 mil colombianos que para el Dane viven allá, la Cancillería sólo tiene registro oficial de 289 mil connacionales.

Y respecto al cacareado lugar común de que 2 millones de colombianos viven en Venezuela, la confusión se aclara si se tiene en cuenta que en esa cifra se incluyen los hijos de los primeros inmigrantes que por naturaleza constitucional tienen nacionalidad venezolana y el derecho, no siempre ejercido, de obtener la cédula colombiana.

¿Sueño colombiano?


A la inversa, las cosas reflejan con más precisión que los problemas en Venezuela durante los últimos años han convertido a Colombia en un destino atractivo para miles de sus habitantes. De 7.153 venezolanos residentes en nuestro país en el año 2000, la cifra pasó en 2005 a 50.033 inmigrantes. En total, 42.880 venezolanos más en sólo cinco años demuestran un nuevo fenómeno migratorio en el que el vecino país aporta ya a Colombia el mayor número de extranjeros, por encima de la escasa pero siempre primera cuota que en esa materia mantuvo Estados Unidos, una cifra que hoy es de sólo 16 mil personas, frente a los 15 mil del año 2000. Datos modestos para un país que, por lo demás, nunca ha sido atractivo a los ojos de los inmigrantes en el mundo. De hecho, sólo 2 de cada mil habitantes en Colombia son extranjeros, una cifra que hace 5 años era de 4 por cada mil, nada comparable con países como Francia, donde ya el 18 por ciento de sus habitantes son extranjeros. Así las cosas, hoy solo 110.000 extranjeros viven permanentemente en Colombia.

El meollo de las cifras


Las cifras sobre inmigración de la OIM son construidas a partir de distintas herramientas, entre las que se incluye un complejo cruce de metodologías y fuentes, desarrollado por el Banco Mundial, según el cual en 2007 “el número estimado de colombianos en el exterior es de 1.646.937”, un dato que para el Dane es en 2009 de 3.378.345.

La razón  de esa enorme diferencia tiene una explicación. Los cálculos del Dane se construyen a partir de la sumatoria anual que la entidad hace de los llamados flujos migratorios negativos, es decir la diferencia entre el número de colombianos que salieron del país con la de connacionales que entraron. Si más colombianos salen de los que entran se está ante esa migración negativa que no es otra cosa que emigración o pérdida de población por efecto de la trashumancia.

Dado que es imposible saber el destino final de los colombianos que salen del país, existen varias herramientas que permiten determinar, sin mucha precisión, dónde están esos compatriotas: de un lado, los censos de población del país emisor y los registros consulares, es decir la inscripción que libremente hace el inmigrante de su situación ante los cuerpos diplomáticos de su país. Por parte de los países receptores, éstos también pueden calcular su población extranjera mediante el cruce de salidas y entradas de viajeros o a través de censos, encuestas o empadronamientos, muchos de los cuales buscan determinar el número de extranjeros.

Basados en estas herramientas, se tiene, por ejemplo, según los datos del Banco Mundial, que el 30 por ciento de colombianos residentes en el exterior viven en Venezuela, donde de acuerdo con esas diferentes mediciones habitaban en 2005 un total 606.175 colombianos, connotando una pérdida de sólo 1.826  compatriotas respecto al año 2000 cuando había 608.001.

Con todo, las remesas desde Venezuela distan mucho de ser proporcionales al peso de esa presencia de colombianos. En 2009, los giros del vecino país hechos por connacionales constituyeron el 7 por ciento del total de ingresos por remesas que recibió Colombia en el mismo año. Nada de qué alarmarse si se añade que en otros años, como 2005, los envíos de dinero fueron de sólo 0.5 por ciento, o 2006, cuando éstos fueron del 3 por ciento. La pobreza, acá y allá, hace escasa la ayuda familiar implícita a la naturaleza de la inmigración.
Sábado, 2 de Julio de 2011
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