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¿Cómo llega un niño al suicidio por internet?

Las sicólogas aconsejan no dejar a los menores de edad permanecer todo el día conectados en las redes sociales.

La primera víctima fue un adolescente de 16 años que puso fin a su existencia el pasado 14 de mayo. La segunda, una niña de apenas 11, que se quitó la vida el 14 de junio.

Ambos casos se presentaron en el lapso de un mes en Jamundí (Valle del Cauca) donde, al parecer, más menores de edad habrían fallado en sus intentos de poner fin a su corta existencia, inducidos por un grupo cerrado en una red social.

¿Cómo llega al suicidio alguien que apenas empieza a vivir? Peor aún, ¿influenciado por extraños a través de una red social? Es la pregunta que desvela a los familiares, alerta a las autoridades y analizan los especialistas.

Norte de Santander no es la excepción en estos casos. Entre enero y mayo del presente año van 40 suicidios. De estos, dos casos de menores de edad (entre 10 y 14 años) uno registrado en Cúcuta y el otro en Pamplona.

En 2017, seis menores, entre 10 y 17 años, se quitaron la vida en casos ocurridos en Cúcuta (3), Puerto Santander (1), Tibú (1) y Villa del Rosario (1), según Medicina Legal.

Lina María Saldarriaga, sicóloga directora de Contenidos e Investigación de RedPapaz, advierte que el suicidio es un fenómeno multicausal y ningún niño, con una familia estable y buen soporte emocional, toma esa decisión solo por verlo o leerlo en las redes sociales.

La sicóloga explica que esas ideas de muerte que se promueven en grupos cerrados de internet, solo pueden tener efectos en menores vulnerables. Es decir, que desde su primera infancia han sufrido maltrato, agresiones, abusos o estrés.

Por ejemplo, en un caso hay evidencia de que la víctima era sometida a estrés extremo al hacerse cargo de sus hermanos más pequeños, cumplía funciones parentales no propias de su edad.

“A esos niños les calan los mensajes donde se idealiza y se vuelve romántica la idea del suicidio. Dar detalles del método o la carta que dejó una víctima, pueden enganchar a chicos vulnerables y precipitar esa decisión de quitarse la vida”, explica.

Lo más grave, según RedPapaz, es que el fenómeno no afecta solo a adolescentes, sino, incluso, a niños entre los 5 y los 9 años. En 2016 se presentaron cinco casos de suicidio en ese rango de edad y en 2017 fueron tres en el país. “Que exista el riesgo de tomar esa decisión a esa edad, significa que el niño está sufriendo desde pequeño, hasta llegar al punto de quitarse la vida”, comenta Saldarriaga.

El suicidio inducido por redes sociales es más común de lo que se cree. El juego de la ballena azul, que empezó en Rusia hace cuatro años, dejó en 2017 cuatro menores de edad muertos en Cúcuta y Bogotá y otros dos en San Pedro (Valle), donde dos más sobrevivieron a los 50 retos que culminaban con el de quitarse la vida.

Falta de control

Soraya Rallón, sicóloga de la Universidad Javeriana de Cali, y coordinadora de Salud Mental de Jamundí, municipio afectado por el fenómeno, cree que todo empieza con la falta de control al internet y los dispositivos móviles. “Ya se volvió una moda que los dispositivos móviles los manejen los menores de edad, cuando es a los adultos a quienes les venden  los aparatos y planes de datos. Pero, los padres olvidan eso y los entregan a niños pequeños”, dice la funcionaria.

Un celular o una tablet -asegura- no son regalos para niños, sino una herramienta de comunicación para hacer tareas y hallar información. “Por ello, los padres deben mantener el control de estos dispositivos”, advierte.

El error comienza por los padres, recalca, ya que los adultos convertimos en premios la tablet, el celular y el plan de datos.

“Somos muy permisivos, nos parece muy buena compañía el celular o el portátil para tenerlos ocupados, y descuidamos lo que hay dentro. Los dispositivos electrónicos son muy útiles, pero somos nosotros los que les damos mal uso”, insiste.

Padres ocupados

Soraya señala que el perfil de muchos niños vulnerables, es que son hijos de padres muy ocupados, sumergidos en los deberes y entornos laborales, cuyo trato con los hijos es muy superficial, con un ¿cómo te fue? como pregunta y un “bien” como respuesta.

“Son niños que se sienten muy solos, con conflictos familiares y cuando los padres quieren acompañarlos, ellos ya están en un proceso con las nuevas tecnologías, que les crean fascinación”, explica.

Pero, a la vez, -agrega- son muy inteligentes y se cuestionan ¿qué es la vida y la muerte? o ¿por qué estamos en este mundo?

“Preguntas que todos nos hicimos en la adolescencia, etapa en la que no somos ni niños ni adultos y no encajamos en la sociedad. Ellos sienten que no encajan en este mundo”, subraya.

¿Cómo prevenir la situación?

Hay que estar atentos a señales de alerta claras como cuando los niños presentan cambios de humor fuertes, se tornan irritables o agresivos, no comen, no duermen, no tienen los amigos de antes y escriben en redes sociales o dicen ‘ya todos se van a librar de mí’ o ‘ya se va a acabar este sufrimiento’.

En ese momento es cuando hay que tomar medidas preventivas porque en esta decisión no hay vuelta atrás y “es mejor pecar por exceso que por defecto”, dice la sicóloga Lina María Saldarriaga.

Ella aconseja tener una comunicación abierta con los adolescentes, algo difícil porque en esa etapa ellos quieren estar lejos de sus padres, pero siempre hay que estarles preguntando: ¿cómo estás’, ¿cómo te fue?, ¿te sientes triste?, ¿te has sentido alguna vez así?.

Cuando un adolescente alega que sus padres le están invadiendo su privacidad, la sicóloga recuerda que deben argumentarle: “Hasta los 18 años soy legalmente responsable de ti, voy a estar monitoreando tus redes sociales. Respeto tu intimidad, pero esa intimidad tiene un límite porque tengo que cuidarte, muy diferente a invadir tu privacidad”.

La profesional aconseja revisar la lista de amigos con el hijo, ver quiénes son buenos o riesgosos. Pero, no regañarlos por las mismas redes.

Cabe recordar que hay sentencias de la Corte Constitucional que dan a los padres la potestad para revisar y supervisar las redes sociales de sus hijos.

La mejor prevención es cultivar una relación amigable con los hijos desde pequeños. “Los adultos nos equivocamos porque nosotros mismos generamos distancia con nuestros hijos desde su infancia. Perdemos credibilidad cuando mentimos y el niño va captando eso y va distanciándose de sus padres porque no encuentra en ellos la verdad, y la busca en sus pares o en internet y redes sociales”, explica Saldarriaga.

Los papás, a su vez, generan barreras porque satanizan, es decir, todo es malo y prohíben. Pero no investigan, no se informan y se quedan sin argumentos ante hijos ‘millennials’, que no necesitan manual para las tecnologías de la información.

Por eso, es importante comunicarse con ellos en el presente y hacer una supervisión constante y permanente que los involucre.

Una de las claves es ser  amigos de ellos en Facebook, en Instagram y en Twitter y lograr “que no nos bloqueen en las redes y hacerles una inspección con cierta regularidad para ver quién les escribe, pero siempre desde el amor y el respeto”.

¿Quiénes están detrás?

La ingeniera informática Nazly Borrero revela que en el caso de Jamundí, sí hay un grupo dedicado a esta labor, cuyo líder hace ingeniería social (así se le llama) por redes sociales y recluta jóvenes para agregarlos.

El líder de la manada mira en las redes los perfiles de jóvenes que se ven vulnerables, aquellos que exponen sus problemas, que ponen en su estado que están tristes o deprimidos.

Luego, se hace amigo de ellos, comienza a preguntarles ‘¿qué les pasa?’  y les va ‘sacando’ información.

“Después procede a jugar con la autoestima de los menores, con expresiones como ‘usted no sirve para nada’, ‘no le robe oxígeno a la gente’. Entonces, los jóvenes se comienzan a sentir culpables y se matan”, explica Nazly Borrero.

El problema es que en Colombia, como en la mayor parte del mundo, no hay tipificación de los delitos informáticos. Por ejemplo, el Código Penal no tipifica el ‘grooming’ (acoso sexual cibernético) o el ‘sexting’ (extorsión por material visual íntimo) y menos la inducción al suicidio por redes sociales.

“Tenemos un vacío jurídico muy grande en la tipificación y penalización de delitos informáticos, por lo que se dificulta que un juez pueda dictar sentencia de forma correcta”, comenta Borrero.

Con información de Colprensa

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Sábado, 30 de Junio de 2018
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