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Diálogo, una de las faltas más frecuentes en el hogar

El poco tiempo de los padres impide que se generen espacios propicios para una comunicación efectiva.

¿Sabe usted el nombre de dos amigos de sus hijos? ¿sabe cuál es su serie de televisión o personaje favorito? o ¿sabe cuáles son sus aficiones o temas de interés? Si sus respuestas son negativas, el diálogo o la comunicación familiar no están primando en su hogar.

Según la sicóloga Rosa Alejandra Triana, esta es una de las faltas más frecuentes en los hogares que, por el acelerado ritmo de vida de los padres y sus ocupaciones laborales, la brecha de comunicación entre padres e hijos es cada vez más grande.

“La principal barrera para el diálogo es la falta de tiempo en familia, por lo que los padres deben aprovechar al máximo los momentos que pasan con sus hijos para propiciar espacios de comunicación y diálogo”, explica Triana.

La sicóloga recomienda aprovechar los rituales familiares como la hora del almuerzo o la cena para entablar conversaciones con los hijos, sin importar la edad ni la escolaridad de los pequeños.

El ejemplo es esencial –dice– si los niños ven que sus padres mantienen una comunicación permanente y fluida, probablemente tengan mayor interés por expresarse, pero si ven que sus padres pasan más tiempo frente al televisor, el celular o el computador y pocas veces intercambian palabras, él hará exactamente lo mismo.

“No necesitamos que nuestros hijos hablen claramente para poder comunicarnos asertivamente con ellos. Podemos acercarnos y conocerlos más a través del juego, de la observación y de preguntas simples y sencillas tales como: ¿Qué hiciste en la mañana? o ¿cómo se llama la mamá de Pepa Pig?, dice la sicóloga.

Triana asegura que esta retroalimentación diaria es un aspecto fundamental en la crianza de los hijos, ya que le permite a los padres conocer sus necesidades, gustos y temores, fortaleciendo la comunicación familiar.

Para mantener un espacio de diálogo en el hogar es indispensable fortalecer los lazos de amor y confianza con los hijos, dejando a un lado los reproches, los insultos o las malas palabras.

“El respeto es clave. Si escuchamos y respetamos la opinión de nuestros niños y nuestros adolescentes estamos fortaleciendo los espacios de diálogo en la familia, el niño va ganando confianza y será él quien busque a sus padres para contarle lo que sucede en su entorno, porque siente que su opinión y sus acciones son importantes para sus padres”.

Triana agrega que el diálogo constante es fundamental porque fortalece los vínculos familiares y crea un lazo de confianza, lo que permite a papá y mamá saber dónde y con quién están sus hijos, y cuáles son sus gustos y afinidades.

Cuando la comunicación es escasa o nula, los hijos suelen sentirse rechazados y se van distanciando del círculo familiar para refugiarse en otras personas o actividades que no siempre son las mejores consejeras.

“Hay que trabajar en una comunicación negociada para evitar rupturas o quiebres y distanciamientos familiares. Un niño que no haya tenido buena comunicación con sus padres, probablemente, será un adolescente o un adulto al que le cueste relacionarse con los demás, y podría llegar a tener conflictos en su entorno escolar o laboral, porque nunca fue escuchado ni aprendió a escuchar”, afrima Triana.

Errores frecuentes

-Creer que los niños no tienen nada que enseñarnos y que dialogar con ellos es perder el tiempo.

-No respetar los argumentos de los hijos y propiciar espacios de comunicación donde solo los padres tengan la última palabra.

-Preguntar con reproches entorpece la comunicación.

-No preguntarles a sus hijos cómo les fue en el jardín o en el colegio.

-Fingir que los escuchan mientras están en otras ocupaciones.

Si en casa hay un diálogo fluido y constante es más fácil que los padres se blinden contra las pataletas infantiles, porque tienen más herramientas para evitar que sus hijos formen berrinches cuando no los complacen o están en desacuerdo con alguna decisión.

Por otro lado, el diálogo es una excelente herramienta de retroalimentación entre padres e hijos, así lo asegura el pediatra Juan Fernando Gómez Ramírez en su ponencia Lo que los niños nos enseñan y es que, además de fortalecer los vínculos familiares, permite que los padres vuelvan a ser niños.

“Cada vez que hablamos con los niños aprendemos de su capacidad de asombro, y con sus palabras u ocurrencias nos hacen sacar el mejor yo de cada persona. Además, nos hacen replantear nuestras formas de vida, nuestros hábitos y a sacar tiempo de donde no lo hay para atenderlos”, afirma el pediatra.

Claves para una buena comunicación

Cree el ambiente propicio y busque el momento adecuado. No necesariamente el diálogo se da cuando los padres lo quieres sino cuando sus hijos lo necesitan. Es vital que los adolescentes sientan que sus padres, están en el momento en que los necesitan.

Genere confianza. Si la primera vez que su hijo le hace una infidencia usted reacciona de manera airada o lo castiga por su sinceridad, probablemente su hijo no vuelva a contarle nada.

Utilice el diálogo para razonar. Si está a punto de empezar una discusión familiar, recuerde que deben primar los argumentos y no el tono de voz. Demuéstrele a su hijo que el diálogo es clave para resolver las diferencias.

Establezca pactos o compromisos. Mediante un diálogo consensuado, las familias pueden crear sus propias reglas del juego y los niños o adolescentes no sentirán que se  les están imponiendo.

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Sábado, 17 de Septiembre de 2016
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