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Defensores del agua rescatan las reservas de Arboledas
Un grupo de mujeres, hombres y niños, liderado por el sacerdote Víctor Hugo Cruz, se reúne cada mes para sembrar árboles y hacer limpieza.
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Katherine Villamizar Leal
Sábado, 11 de Mayo de 2019

Dicen que quien va tras algo de forma voluntaria, no siente molestias por las posibles incomodidades. Así es como define el sacerdote Víctor Hugo Cruz Celis la labor que desde hace cuatro años empezó a desarrollar con un grupo de hombres, mujeres, jóvenes y niños para preservar los recursos hídricos de su natal Arboledas. 

Todo empezó un Domingo de Ramos en el que en lugar de palma de cera -  especie declarada en vía de extinción - a los feligreses se les pidió llevar árboles para sembrar en un viacrucis ecológico por la vereda Siravita.

Sin embargo, los árboles se fueron acabando por el paso de vehículos y otros factores adversos.

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Por eso, en busca de generar más impacto, se planteó la idea de llevar los árboles hasta las montañas en las que nace el agua que llega a la quebrada Monar y que abastece a más de cinco veredas y el casco urbano. 

El predio El Cojo fue adquirido por Corponor y la administración municipal como una reserva natural pero fue olvidado su cuidado.

Desde entonces, sin falta, un lunes de cada mes el grupo de voluntarios se reúne y compra alimentos para llevar durante la jornada.

Al inicio fueron más de veinte personas las que se vincularon a la iniciativa; ahora, los que asisten se pueden contar con los dedos de la mano. Todo es cuestión de voluntad. El pago, la satisfacción de hacer algo por el cuidado del medio ambiente.

“La idea es generar conciencia, porque no es solo sembrar los árboles, hay que criarlos como si fueran niños”, dice el sacerdote.

El grupo está conformado por campesinos  de la vereda Chicaguá, beneficiarios del agua que nace en las montañas.

También asisten personas del casco urbano entusiasmadas por el amor al medio ambiente y el servicio a la comunidad.

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A la fecha, estos defensores de la naturaleza han plantado casi 3.000 árboles en 28 visitas; hoy, más que nada, se preocupan por hacer mantenimiento a la reserva y no dejar morir los árboles que ya alcanzan los dos metros de altura. 

(La tala de árboles y las quemas han llegado hasta las montañas donde nace el agua.)

La travesía

La llegada a las montañas toma alrededor de 2 horas y para quienes salen desde el pueblo, casi 3.

Los que están en el casco urbano salen desde las 4:30 a.m en el carro que pertenece a la parroquia municipal y los del campo llegan por su propia cuenta.

Cuando son casi las 6 de la mañana, el grupo que parte del pueblo llega a la finca de Juan de Dios Peñaloza, en la vereda Chicaguá Alto, donde reciben desayuno para empezar la jornada.

Juan de Dios es uno de los principales líderes del proyecto y quien no se ha perdido ninguna de las jornadas. Ofreció su finca como punto de encuentro para que el grupo se reuniera a desayunar y almorzar.

Una vez desayunan, los esperan casi dos horas más de camino, de puro potrero.

Alrededor de las 8 de la mañana llegan a su destino y empiezan a distribuir las tareas.

En este momento el grupo se divide en dos. Los jóvenes y niños que van a los germinaderos, y los adultos que preparan el terreno limpiando y haciendo los hoyos.

Los adultos hacen cuadrillas de tres personas: una se encarga de despejar trochas con machete, otra abre huecos y la última siembra los árboles.

En el germinadero, que está ubicado a media hora, los niños y jóvenes revisan que todos los árboles estén en buen estado. Las semillas son recogidas y plantadas por ellos mismos  para verificar que los árboles sembrados sean nativos de la zona.

“Deben ser árboles genuinos, porque cuando se llevan desde el pueblo se maltratan y llegan dañados”, dijo Peñalosa.

Como no hay mulas que los transporten, cada viaje de ida y vuelta hasta el terreno tarda una hora. Mientras tanto, las mujeres mayores se quedan en la finca de Juan de Dios preparando el tradicional sancocho.

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En la jornada hay que hacer de tripas corazón para evitar el hambre porque el trabajo acaba a las 2:00 pm.

Cuando por fin llegan a almorzar, el sacerdote y algunos voluntarios del casco urbano explican a los campesinos la importancia de reforestar y el daño que está sufriendo el planeta.

Más allá de las visitas

Uno de los problemas que ha salido a la luz con este proyecto es la quema y la tala indiscrimada de árboles por parte de los dueños de las fincas aledañas a la reserva, quienes buscan generar nuevos potreros y sembrar maíz.

Por eso, el grupo sugiere que Corponor pueda extender la posesión de los predios y adquirir los potreros que ya se adentraron a las montañas donde nace el agua.

Adicional a esta propuesta, otro problema que se evidenció es el manejo de residuos sólidos orgánicos pues en las veredas no hay como tratarlos y son arrojados a las peñas de las rivieras.

A la par del trabajo de siembra y mantenimiento de los árboles, un integrante del grupo empezó a llevar abejas para liberarlas en la zona, y darles un ecosistema a la vez que se encargan de polinizar en el bosque y fecundar árboles.

La colmena de casi 80.000 abejas se instaló inicialmente en la finca de Juan de Dios Peñalosa y su objetivo no es generar producto.

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