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Charlie, Charlie
“Cristo, Cristo, ¿estás ahí?”, dijo con una voz que parecía un murmullo de ultratumba.
Martes, 2 de Junio de 2015

El hombre se quitó el saco y la corbata, apagó la luz y se preparó para iniciar la sesión espiritista. No es que él creyera mucho en cuentos de fantasmas y de aparecidos, pero en este caso tocaba prendérsele a todo lo que se le pudiera prender, con el fin de lograr lo que buscaba.

Recordó, entonces, que no tenía los elementos y llamó a alguien por el interno: “Dígale a Gina que me mande unos lápices, de los que tiene para regalar en las escuelas”.

-Dice la doctora que ahora no regalan lápices sino tabletas. Y que no es que las regalen, sino que las entregan y luego las vuelven a pedir. Que cuántas le manda” - le contestaron.

-Deje así –y oprimió el interruptor.

Buscó en las gavetas de su escritorio y encontró dos kilométricos. Se puso en cuatro, en el suelo, escribió en un papel SI y NO, extendió el papel sobre la alfombra roja y encima puso los lapiceros en cruz,  como había visto en la tele.

-“Cristo, Cristo, ¿estás ahí?”, dijo con una voz que parecía un murmullo de ultratumba. Los lapiceros no se movieron.

-“Néstor Humberto, Néstor Humberto, ¿estás ahí?”. Los lapiceros tampoco se movieron.

Estaba asustado. Temía que las cosas no le salieran. Y no le estaban saliendo porque estaba invocando a quienes no debía invocar, porque ellos siempre estaban ahí a su disposición. Tomó aire y volvió a hacer el intento. Él no era hombre de rendirse fácilmente. Hizo un esfuerzo y el nombre le vino a la memoria: Charlie. ¿Pero quién será ese tal Charlie?, se preguntó. ¿Y qué tal que resulte un espíritu burlón?  Hagámosle, a ver. La peor diligencia es la que no se hace.

-Charlie, Charlie, ¿estás ahí? –preguntó, con la decisión de un iniciado en las cosas del otro lado.

La primera vez no sucedió nada, pero a la segunda, el hombre sintió una explosión como de mina quiebrapatas, y pensó en el desminado del país. La alfombra roja se ondeó como ondea el mar en La Habana, chirrió el escritorio con chirridos de monte, y uno de los lapiceros se movió hacia la palabra SI.

El hombre estaba emocionado. Le temblaban las manos, le sudaba la frente y le daban ganas de salir corriendo. Pero él no le corría a nada. Ni a nadie. Entonces hizo la siguiente pregunta:

-Dime, Charlie, ¿el proceso de paz ya casi termina?

Hubo un largo silencio, que al hombre se le hizo una eternidad. El lapicero se movió hacia la palabra NO. Imposible. No podía ser. Charlie podía estarse equivocando.

-Charlie, amigo mío, dime con toda franqueza ¿estamos pronto a terminar este miercolero?

Otra silencio, otra espera y otra vez el lapicero indicó el NO. “Señor mío, dame fuerzas”, murmuró, a punto del desmayo.

-Charlie, Charlie, ¿Las Farc quieren firmar la paz?

Esta vez Charlie no respondió. Los lapiceros no se movieron.

-Charlie, no me hagas sufrir. ¿De verdad la guerrilla está mamando gallo?

El lapicero del SI se movió con insistencia.

-Una última pregunta, Charlie: ¿Usted es uribista?

De nuevo, el lapicero se movió hacia el SÍ, con la firmeza de los del Centro Democrático.

El presidente Santos se levantó tambaleante y ordenó por teléfono:

-Que el fiscal investigue a Charlie. ¡Y que lo ponga preso!

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