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El tenebroso fin del fin
Nuestra izquierda “democrática” grita “libre determinación de los pueblos”, cuando es el pueblo el que está siendo masacrado.
Viernes, 21 de Julio de 2017

La decisión de dar casa por cárcel al opositor venezolano Leopoldo López, ha generado todo tipo de especulaciones, no desprovistas de base real, pues el hecho es extraño por su inmediatez y alcance. En general, hay una percepción de estar en el fin del fin del régimen Maduro-Diosdado, más aún con el resultado del masivo plebiscito contra el régimen, que tememos que no lo sea. Hemos errado tantas veces con la caída del régimen venezolano, que ya no nos atrevemos a hacer previsiones. 

Pero además el fin del fin es algo que los colombianos vemos con terror. El ministro de Defensa del gobierno Uribe y hoy presidente-nobel, nos dijo en aquella época que estábamos en el fin del fin de las Farc, para después asesorado por su alternativo hermano Enrique, hacer una mesa de negociación donde este grupo fue tratado como una fuerza militar con plena capacidad de actuación y contraparte en un conflicto político que ya se creía ido. Del fin del fin de las Farc, pasamos por arte de la vanidad, al cogobierno de este grupo mediante la creación de un régimen supraconstitucional. Y ni que hablar del respeto al plebiscito, irrespetado por todo el estado colombiano, que hace aún más ofensivo ver a Santos exigiendo a Venezuela respetar la voluntad popular. Obviamente esas contradicciones solo es posible materializarlas en institucionalidades fallidas, alejadas de los principios de la democracia liberal en aras de “bienes superiores” encarnados en presidencias principescas.

Pero si en Colombia llueve, en Venezuela diluvia. Desde las democracias bananeras o los regímenes tribales africanos no se habían visto burlas a cualquier institucionalidad como Venezuela. Recordamos como Cilia Flores, entonces procuradora nacional, declaró que su marido Nicolás podía ser candidato, sin sonrojarse; o como el Tribunal Supremo de Justicia se convirtió en un apéndice del régimen madurista contra el sistema legislativo. Y se llaman magistrados y hablan de derecho. Sería cómico, si no fuera trágico. Por eso el fin del fin del madurismo y su banda nos hace temer alguna medida absurda que enquiste el régimen en el cuerpo destrozado de Venezuela. Y ese intento se busca mediante una “constituyente”, avalada por el Tribunal Supremo de Justicia y soportada en las armas cainistas de la fuera armada venezolana, hoy absolutamente corrompida y dirigida por los principios castristas de “defensa revolucionaria”. 

Nuestra izquierda “democrática” grita “libre determinación de los pueblos”, cuando es el pueblo el que está siendo masacrado. Y pide salidas “democráticas” en una autocracia. Y cuando este cáncer hace actuar los grandes poderes internacionales se grita que es otro abuso del imperialismo. Pero es el único camino para la ciudadanía venezolana: qué poderes internacionales no andinos fuercen una salida del régimen castro-chavista. 

Espero, como decía al principio, que la salida de Leopoldo López sea parte de un esfuerzo internacional por recuperar la institucionalidad perdida en Venezuela. Y si eso es así, la demora se explica más por la definición de un plan de recuperación, labor casi titánica ante el daño hecho, que por la salida de los sátrapas actuales, quienes a propósito deben ser juzgados y condenados como medida sanitaria a los abusos de poder de personajes con alma de autócratas o simplemente vanidosos que aprovechan un régimen institucional débil. Incluyendo a los magistrados que validan los abusos.

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