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Las maldades de la odiosa Cenicienta
Cenicienta, en la historia verídica de su propia familia, fue su prima Eulice, una pobretona malgeniada.
Sábado, 1 de Agosto de 2015

No hay la menor duda de que el día de la madre y, de alguna manera, el día del padre, son fechas singulares, en las que los hijos se aprestan a felicitarlos de manera muy especial y sobre todo a congratularlos con el mejor de los regalos, demostrativos del afecto y unidad familiar.

Ello está bien, así las malas lenguas hayan venido diciendo que el del padre fue inventado por los comerciantes de Cúcuta, con el único propósito, de esto ya hace más de veinte años, de salir del ponche de una mercancía de caballero (zapatos, camisas y pantalones pasados de moda) que el Almacén Vejar y Los Tres Grandes, tenían arrumados en sus depósitos, sin ninguna posibilidad de venta rápida y al contado.

Así las cosas, dicen que en una reunión en el Club Cazadores, nació la genial idea que les permitió desocupar las estanterías y establecer una nueva fecha calendario, que poco a poco se fue extendiendo a todo el país, para bien de los que no necesitan ser necesariamente padres de la Patria, para ser festejados.

Por ahí dicen que con la tremenda crisis económica que está atravesando la cuidad, algunos dueños de almacén han venido acariciando la idea (para ello, al parecer, han realizado varias reuniones secretas) de inventar el día de la madrastra, la cual no han oficializado todavía, debido a que uno de los más influyentes miembros de la Cámara de Comercio, se opone, porque de chiquito era coscorroneado por una que no era su mamá y la cual la reemplazó al quedar viudo su padre, empezando los grandes padecimientos para el pobre muchachito.

Lo cierto es que mentira o verdad, con la madrastra se ha venido cometiendo la más horrenda de las injusticias. En la mayoría de los casos ésta no es como la pintan y en muchas oportunidades ha resultado ser tan dulce y a ratos más aguantadora que la original, así al momento de recibir madrazos el jovencito, por cuenta de ser la suplente, se convierta en la de caucho.

En mi caso personal, que desafortunadamente nunca la tuve, (para que así los madrazos no fueran de frente), estoy convencido que gran parte de la mala fama contra esa gran servidora, nació en los monstruosos cuentos infantiles, que más con el buen propósito de divertir a los niños, lo único que lograron fue acendrar un odio enfermizo contra una infeliz mujer que dedicó sin chistar, ni decir ni pío, a la ingrata tarea de criar hijos ajenos, por no decir que inaguantables diablillos extraños.

Para no ir más lejos, trasladémonos al cuento de la famosa Cenicienta. Charles Perrault, el más grande engañador de niños de que tenga noticias la historia, fue huérfano de madre a los pocos años de nacido. Sin embargo, tuvo en su tía Elice, no una mujer cruel, odiosa y altanera, sino la persona más tierna y acogedora que haya podido ayudarlo y comprenderlo durante toda su vida.

No obstante aquello, para él fue más éxito de librería hacer un relato mentiroso de aquel angelical personaje.

En uno de los más escalofriantes pasajes de la Cenicienta, dice lo siguiente: “…la madrastra sentía celos de las buenas cualidades de la muchacha, lo que hacía que sus hijas fueran más odiosas. Así, cargó sobre la hijastra (que desde luego era Cenicienta) lo más duros trabajos de la casa, obligándola a fregar el piso y la escalera.

Lo que no contó Perrault, fue que Cenicienta, en la historia verídica de su propia familia, fue su prima Eulice, una pobretona malgeniada y sin ningún rasgo de nobleza, que los únicos atributos que tenía eran un par de muslos hermosos, con los cuales no fregaba el piso, sino las piernas de un próspero comerciante en especies menores que importaba del Asia y con el cual logró casarse, luego de haber sido su empleada de oficios varios.

Así que bien puedan los señores comerciantes de Cúcuta, crear el día de la madrastra. Hacerlo las reivindicaría del equivocado concepto de que tener un niño una, es como tener una enfermedad contagiosa o una bruja en la casa.

Comenzando a promocionar la nueva fecha, les diré algo: en estos días conocí a la madrastra de un niño que lo acompaño al colegio a una reunión de padres de familia. Yo estaba distraído hablando con un profesor amigo, cuando oí pronunciar la fatídica frase: “adelante la madrastra de Carlitos”. Volteé a mirar y no apareció por ningún lado aquel ser horripilante de los cuentos de Perrault. Entonces volví a mirar hacia donde señalaba el dedo inquisidor del cura prefecto. Lo que vi fue a una mujer hermosa, joven, graciosa, elegantemente vestida, que con un gesto de notoria dulzura abrazó al niño para felicitarlo por sus buenas calificaciones.

Así que señores de Fenalco y Cámara de Comercio, es hora de reivindicar a la madrastra.

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