La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
Lista la lista para la lista
Ahora sólo queda hacer la campaña en firme, esperar que los votantes voten y esperar el día de la quema para saber hacia qué lado cogerá el humo.
Miércoles, 29 de Julio de 2015

Terminó el coge-coge de las inscripciones de listas  de aspirantes a las chanfas de representación popular, en la  gobernación del departamento, alcaldías, asamblea y concejos. 

Terminó el zafarrancho que se armó en varios partidos por el visto bueno o aval o “nihil obstat”, que las directivas de los partidos deben dar a sus candidatos.

Terminó el teatro que montaron algunos con el cuento reforzado de la recolección de firmas, para estar seguros en caso de que los mandamases del partido no autorizaran algunas inscripciones de candidatos.

Terminó también la inscripción de cédulas en los puestos donde la gente quiera votar, o donde su jefe político señale que deben votar.

Ahora sólo queda hacer la campaña en firme, esperar que los votantes voten y esperar el día de la quema para saber hacia qué lado cogerá el humo.

Hasta hace unos años, antes de que la Constitución del 91 autorizara la proliferación de partidos, partiditos, semipartidos y muchos más idos, el asunto de las listas para las elecciones era bien serio. 

A dedo, pero el dedo era sabio y trataba de no equivocarse, las directivas de los partidos elaboraban las listas de todas las corporaciones. El que quedaba por fuera no tenía ni el derecho al pataleo.

Aparecían entonces las llamadas ‘disidencias’,  que trataban de sobreaguar por fuera de las directrices que señalaban los mandamases de cada agrupación.

Para bien o para mal llegó la nueva Constitución política, que permitió la creación de nuevos partidos. Lo que no se imaginaron los constituyentes fue la reproducción de organizaciones políticas, por montones, al estilo de los curíes. 

Se cayó en el democraterismo y ahora todo el mundo se siente con derecho de organizar su propio partido y de lanzarse a pescar en el río revuelto de la gente despistada, que no sabe para dónde mirar, ni de dónde escoger, pues todos, casi todos, con muy pocas y honrosas excepciones, son iguales de malos.

Para colmo de los colmos, ciertas familias se creen  depositarias de la verdad revelada, y destinadas por el Altísimo para dirigir los destinos de la patria, o de un departamento o de un municipio. Así vemos que si un político va a la cárcel o es inhabilitado o presiente investigaciones que le van  pierna arriba, su mujer lo remplaza, o su hermano, o su hijo, o su heredero.

El botín, el fabuloso botín que presupone administrar la cosa pública, no puede quedar por fuera de la familia. Su familia está predestinada para grandes cosas, como la continuación del enriquecimiento a costa del erario público, y entonces hay que cumplir con tal predestinación.

El asunto de administrar la cosa pública debe ser un buen negocio, a juzgar por la cantidad de aspirantes que se inscribieron para las elecciones en todas las instancias. Cada día, cada año, ser candidato cuesta un dineral. Y es entonces cuando uno se pregunta: ¿Cómo harán los tales candidatos para reponer el billullo invertido en la campaña?

Están, pues, inscritas las listas, que estaban listas para figurar en la lista de los tarjetones de las próximas elecciones. Sólo falta que estemos listos los borregos, digo los electores, para salir en octubre a rayar con una equis la cara o el nombre del candidato de nuestros afectos. Afectos que muchas veces también se miden por los pesos que salen a repartir. 

Posdata: No se trata de que los candidatos compren votos. Se trata de que los votantes vendemos la conciencia. 

Temas del Día