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Los moralistas en contravía
Se oponen a los cambios para que una minoría de potentados acapare la riqueza nacional y no pase del reparto de migajas.
Sábado, 4 de Junio de 2016

Hay quienes creen que un acuerdo de paz con las Farc es “traición a la patria”, o exponer al país a los presuntos estragos del comunismo, que es para ellos un demonio epidémico. Se rasgan las vestiduras y acusan al presidente Santos de agente camuflado de la guerrilla o líder infiltrado del ´castrochavismo´. En un lenguaje provocador y cargado de engaños para desorientar e infundir miedo ponen en negativo todo cuanto se está haciendo en busca de un punto final al conflicto armado que lleva ya más de medio siglo. Manejan un discurso retrógrado, basado en el dogma de lo inamovible, a fin de que nada cambie y los privilegios de la desigualdad puedan seguir a costa de la pobreza y la postración de la mayor parte de la población nacional.

El enojo contra la paz tiene intenciones bien calculadas. Corresponde a una concepción clasista que según ellos no debe cambiar. Por eso la oposición al  desmonte del entramado feudal predominante. Y para que las cosas sigan con sujeción a sus intereses pretenden meter a los colombianos en la causa de ´resistencia civil´ del expresidente Álvaro Uribe, a quien la democracia parece alterarle el ánimo,  como al Procurador y a otros de los vanguardistas del atraso colombiano.

Esos defensores del establecimiento están plantados en una moral que va a contravía  del interés general. Se oponen a los cambios para que una minoría de potentados acapare la riqueza nacional y no pase del reparto de migajas. No quieren tomar en cuenta que la desigualdad es un factor de perturbación y es caldo de cultivo de crisis y conflicto, como lo son también la corrupción y el recurrente abuso del poder.

Hay  situaciones aberrantes en el país que deben erradicarse  para sacar la nación del agujero en que se encuentra atrapada. Hay que garantizar el funcionamiento de la justicia para que su administración deje de ser una burla. Se necesita una moral que exprese el bien común y no se convierta en un tejido de simulaciones.

Muchos de los colombianos que llegan a las posiciones de poder mediante el voto popular toman el camino contrario al de la responsabilidad que les compete. Todo lo hacen bajo el signo del interés particular. Manejan los recursos fiscales como botín privado y en vez de honrar la función que les corresponde con un manejo decente y acertado se van por el atajo de la rapiña  tras la meta del enriquecimiento ilícito. Caen en peores conductas que los alzados en armas de grupos ilegales. No tienen pudor y nada los detiene en el ejercicio deshonroso del cargo que ocupan.

¿Con qué autoridad se hace oposición cuando se está en una conducta reprochable? ¿Y cómo ganarse el respeto de los ciudadanos si se procede en forma disoluta?

Hay que tener coherencia en la vida. No se pueden señalar vigas en el ojo ajeno cuando son más visibles en el propio. No se debe hablar de defender la patria cuando lo que se hace es contrario al interés general. Con engaños no se puede ejercer un liderazgo sostenible.

Puntada

Enhorabuena el documento  que presentará  la Cámara de Comercio sobre el desarrollo de Cúcuta en los próximos 35 años. Debe servir para un gran debate, sin presiones politiqueras ni demagógicas.

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