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Uribe y las Farc, juntos por el no
Una y otra vez las Farc le han “mamado gallo” al Presidente.
Lunes, 8 de Agosto de 2016

Contrario a lo que muchos entusiastas creen, el proceso de paz con las Farc no está a punto de concretarse; más bien entra en la etapa crítica y compleja. De los últimos acontecimientos se puede concluir que lo realmente difícil está por venir. La guerrilla le “cogió el bajito” al Gobierno y aprovecha dicha circunstancia para imponer su criterio cada tanto. Las negociaciones son un fin para Santos (la gloria y el reconocimiento), mientras que para ‘Timochenko’ y los suyos constituyen un medio (el trampolín para hacer política, limpiar la plata y resolver los líos jurídicos). Esas dos visiones hacen que cada una de las partes asuma posturas distintas, con un grado de desesperación diferente, en función de los intereses de cada quien.

Una y otra vez las Farc le han “mamado gallo” al presidente: a pesar de los anuncios con bombos y platillos, no firmaron el acuerdo final en marzo, ni en julio, ni tampoco el 7 de agosto. Se ha señalado una nueva fecha: septiembre. Amanecerá y veremos. La guerrilla sabe que la angustia de Santos por resolver el tema, en el corto lapso que le queda para maniobrar, es una ventaja estratégica que no está dispuesta a desperdiciar. Por eso, cambia el libreto a su acomodo y pone a Humberto de la Calle en apuros, día de por medio. Han dicho, además, los subversivos que no sueltan las armas hasta que no se firme el acuerdo final y este sea refrendado; el presidente, por su parte, señaló que puede hacerse el plebiscito sin que se haya finiquitado la negociación, lo que implica que las Farc irán a las urnas “enfierradas”, cosa que les cae de perla. ¡El horror total! Mientras la gente de bien es desarmada, la guerrilla tiene permiso ilimitado de porte.

Es la hora en que las Farc, después de comprometerse y jurar ante el mundo que lo harían, no han entregado los nombres de sus combatientes, el número de armas y los datos de miles de milicianos que los secundan. La última exigencia de los alzados en armas es la AMNISTÍA. En palabras del propio Iván Márquez: “La amnistía no es un regalo; es un requisito para el fin del conflicto”. La amnistía no es otra cosa que el perdón general para todos los crímenes de las Farc, sean estos comunes, sean de lesa humanidad. El Gobierno siempre ha negado esa posibilidad, pero, por lo visto, tendrá que hacer esa concesión, si quiere llevar a buen puerto el barco de la paz. Ahí está el quid del asunto: los miembros de las Farc no están dispuestos a pagar un solo día de cárcel, y tiene algo de sentido: no han sido derrotados.

Todas las condiciones impuestas por las Farc desde el principio de los diálogos y sobre la marcha de los mismos van encaminadas a establecer mecanismos jurídicos realmente sólidos, que hagan sostenibles los acuerdos en el tiempo. La guerrilla no cometerá el error de las autodefensas que se desmovilizaron en su momento, sin la seguridad jurídica adecuada. Saben, además, que el plebiscito es un saludo a la bandera y que tiene más fuerza un “purgao” que ese mecanismo. Es justo en ese punto en el que Uribe y la guerrilla se encuentran: tanto al uno como a la otra, por distintas razones, les conviene una constituyente. Hacia allá vamos.

abdelaespriella@lawyersenterprise.com

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