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José Consuegra Higgins
El doctor Consuegra Higgins tenía por toda Latinoamérica una red de amigos afines a su actividad académica.
Martes, 7 de Mayo de 2024

Para la mayoría de cucuteños el nombre de José Consuegra Higgins no les dice nada, y otros lo conocerán por su estrecha relación con la Universidad Simón Bolívar - Unisimón -. Con excepción de los últimos, los otros no se imaginan lo que este hijo del corregimiento Isabel López, en el municipio de Sabanalarga, Atlántico, representó, no sólo para Barranquilla, sino para el desarrollo de la educación y la cultura en el litoral Caribe colombiano, que luego extendió a Norte de Santander. Tanto, que a su propio corregimiento natal - Isabel López - le construyó colegio de bachillerato que brinda servicio desde el nivel preescolar hasta bachillerato, en un edificio de cinco pisos, que hoy es estatal. A Isabel López le dedicó su poema Mi patria querida.

Para 1980, cuando la Unisimón tenía ocho años de fundada, y su fundador contaba con 56 años de edad, pletórico de sabiduría e ilusiones, se inició en Barranquilla una actividad intelectual y cultural enorme que abarcó la década de los ochenta del siglo XX, y el centro de irradiación, como una avalancha, era la Universidad Simón Bolívar y su fundador, el economista y científico social José Consuegra Higgins. El doctor Consuegra Higgins tenía por toda Latinoamérica una red de amigos afines a su actividad académica e intelectual que agrupaba en su revista Desarrollo Indoamericano. Opinaba con autoridad desde su revista y su columna en el diario El Heraldo, era concejal y rector de su universidad.

Fue fundador de la facultad de Economía de la Universidad del Atlántico. Un día se le ocurrió una idea monumental: editar las obras de los principales pensadores latinoamericanos, en la Antología de Pensamiento Económico y Social de América Latina. Entonces, para muchos estudiantes universitarios jóvenes y ajenos a esta oleada de conocimientos no nos fue indiferente lo que el profesor Consuegra difundía, casi todos economistas o de otras profesiones, pero cultivaban la ciencia social. Así conocimos la existencia de instituciones como la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL). Y conocimos y leímos, entre otros, a Raúl Prebisch, Domingo Maza Zavala, Josué de Castro, Celso Furtado, Cuauhtemoc Cárdenas, Manuel Agustín Aguirre, Ramón Martínez Escamilla, Antonio García Nossa, Gerardo Molina, Orlando Fals Borda, Julio Silva Colmenares, Isidro Parra Peña, Jorge Child, Arturo Valencia Zea, colaboradores todos ellos de la revista Desarrollo Indoamericano, publicación que desde 1966 buscaba una teoría propia del desarrollo económico y social en América Latina. Ese era el sueño de Consuegra Higgins.

Para difundir todos estos conocimientos propios y de sus amigos se valía de la editorial Plaza &Janés, en ediciones excelentes y pulcras. No obstante trabajar con esta editorial el doctor Consuegra les reclamaba porque sus propietarios catalanes no difundían debidamente las obras publicadas en Latinoamérica y se esmeraban por inundarnos con lo publicado en España. De todas maneras, conservo algunos libros suyos, entre otros, Apuntes de economía política y El control de la natalidad como arma del imperialismo. Era tanto su amor por los libros que ahora recuerdo haber leído una queja muy suya, en el sentido que “las manos que antes se ocupaban en llevar un libro, una revista o cualquier documento de estudio, sólo parecen servir ahora para sostener teléfonos celulares”.

Escribo estas notas, y muchas quedan en el tintero, con ocasión de cumplirse el centenario del natalicio de José Enrique Consuegra Higgins, el pasado 28 de marzo de 2024. Sólo faltaría esperar que la totalidad de sus obras y de la revista Desarrollo Indoamericano sea accesible en el repositorio de la Unisimón.

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