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Sankofa
Los ciudadanos ya saben que no les debemos nada.
Miércoles, 11 de Octubre de 2023

Hace un par de días estuve en una concentración política en la que no sé por qué razón la persona que estaba haciendo el discurso empezó a lanzar diatribas contra los indígenas, el CRIC y los derechos a la propiedad colectiva de los pueblos ancestrales. Y como estratega política no pude evitar pensar: Dios mío, esta gente está perdida. Candidatos que no saben qué quiere la gente, maquinarias ‘fundiendo’ dinero a toda velocidad como Nairobi con el oro de la Banca Central en La Casa de Papel, ciudadanos pidiendo dinero a cambio de su voto, en fin.

En medio de todos esos pensamientos random recordé un concepto que me había enviado una gran amiga y arquitecta ilustre de esta ciudad, proveniente del Pueblo indígena Akan asentado en el oeste africano (Ghana, Costa de Marfil, Liberia y algunas zonas de Togo), que le aplica tal cual a todo este contexto electoral: Sankofa, que significa conocer el pasado como condición para comprender el presente y poder dimensionar el futuro.

La primera lección que los políticos tradicionales (de aquí en adelante politiqueros) fueron incapaces de aprender es que las redes sociales cambiaron. Después de la pandemia, el consumo de redes sociales se transformó de una manera maravillosa y hoy las personas no están publicando para ganar el like y el aplauso de sus audiencias, sino para su propio disfrute, para poder ser. El yearn posting se volvió una constante y la gente no está siguiendo cuentas, no está mirando números ni buscando hacerse viral. Por el contrario, está explorando su ser desde las redes y las interacciones son mucho más importantes que el alcance.

Los algoritmos cambiaron, la frecuencia y cantidad de tiempo que la gente pasa en redes ya no son las mismas, pero los politiqueros insisten en ‘convencer’ a los electores de su fuerza con posts de 2.000 me gusta y tres comentarios. Toda esa falsedad es evidente, por ahí no es.

La segunda lección es que las mujeres en política no son un gancho para atraer votos, nosotras en sí mismas somos una audiencia electoral enorme con necesidades reales más allá de una flor que tenga grapada la publicidad del candidato. Los globos morados se quedaron muy atrás y los programas que apuntan a equilibrar la brecha salarial, la carga mental, el trabajo no remunerado en casa, el acceso a mejores oportunidades de formación y la meta de cero acoso callejero, son los que están mirando las mujeres. Además, las mujeres no estamos para llenar cuotas de género y aunque eso asuste a muchos, hoy en el país sólo hay dos presidenciables, y las dos son mujeres: María Fernanda Cabal y Claudia López.

Los politiqueros no pudieron con esa realidad y les negaron avales a mujeres valientes, les dieron la cola de las listas y las pusieron como jarrones en las fotos en lugar de a compartir ideas de región. Todo eso les ha pasado factura en esta contienda.

Finalmente, no aprendieron que la política cambió, porque los ciudadanos comprendieron el alcance de su poder y de su voto (Sankofa), mientras ellos siguen haciendo lo mismo, gastando en lo mismo y pensando lo mismo.

Los ciudadanos ya saben que no les debemos nada: Ni la calle, ni el cemento, ni el cupo en la Francisco, ni el puntaje del Sisbén, ni la jarra de leche, ni el vaso de vidrio, ni las hojas de zinc, ni los kits escolares, ni las tortas de quinceaños, nada. Todo ya se los pagamos. Aprendimos que nos han robado tanto que les alcanza para encaramelar a la gente en campaña con regalos triviales (comprados con nuestros impuestos), robarse miles de millones, hacerse con propiedades enormes, y que las autoridades les quiten algunas, sin siquiera pestañear (¿o acaso alguien escuchó algún llanto de los exalcaldes a los que les hicieron extinción de dominio?).

Esos aprendizajes como electores no son fáciles de olvidar, ni siquiera poniéndole toda la perseverancia del mundo para que la gente vuelva a creerles a ellos.

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