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Editorial
La prensa y Trump
Trump es hoy una especie de emperador que lo puede todo, con una larga cola de colaboradores incapaces.
Viernes, 20 de Enero de 2017

Sólo una prensa unida, sin escisiones como las que parece haber entre los medios que definitivamente se caracterizan por ser el contrapeso civil del poder y los que se plegaron al nuevo presidente —pocos, por cierto— podrá garantizar que la sociedad estadounidense escape de la jaula demagoga y populista que le tendió Donald Trump y reiteró en su discurso de posesión.

Sanctasanctórum de la neutralidad informativa, ejemplo planetario de que el sendero de periodistas y periodismo va por la mitad de la calzada, la gran prensa de Estados Unidos está ante la alternativa de seguir siendo como es, o de tomar partido por negros, mexicanos, extranjeros, musulmanes, mujeres y, en fin, por los humillados y los ofendidos por Trump.

¿Lo hará, es decir, dará el paso hacia el flanco del subjetivismo, en defensa de los derechos de sus lectores? Las probabilidades así lo indican.

Los medios deben entender que un ataque contra uno de ellos es un ataque contra todos, y reaccionar al unísono. De lo contrario, uno de los grandes logros de la sociedad estadounidense, la libertad de expresión, estará en riesgo. Ya ha habido muestras de un Trump enemigo de permitirles a algunos medios que le cuestionen.

La demagogia nacionalista de su discurso plagado, a más  no poder, de frases de la gaveta, hace de Trump un personaje que hace recordar los tiempos del oscuro macartismo que condenó a tantos a la hoguera moral y política, por un lado, y a los dictadores latinoamericanos que aún perduran, por el otro.

Con un Congreso totalmente favorable y con una Suprema Corte que puede equilibrar como mejor le convenga, Trump es hoy una especie de emperador que lo puede todo, con una larga cola de colaboradores incapaces y sin más oposición que la de los medios de comunicación.

Sin ellos, la democracia más fuerte de todas está en peligro grave de quedar convertida en un sistema político amañado, como en cualquier país tercermundista. El hecho de que el presidente haya obtenido 3 millones de votos menos que su rival, aunado a la ofensiva de Trump contra la prensa y contra los opositores, ponen en duda muchas cosas.

Es diciente que Trump les niegue la palabra a ciertos periodistas y acuse de falsear los hechos a algunos medios caracterizados por su seriedad, pero, es más diciente que en tales oportunidades no haya habido una protesta unánime de los demás reporteros ni de los medios, indicio de que quizás han sido permeados por la amenaza y el eventual marginamiento de los actos oficiales.

El momento es oscuro para las libertades individuales y los derechos de las minorías, pero muy interesante para el periodismo libre que se practica en Estados Unidos, por la posibilidad que se le plantea de abandonar la neutralidad y hacer causa común con sus lectores y sus audiencias, a las que se deben.

La afirmación de que la prensa es el cuarto poder tiene ahora en Estados Unidos una clara ocasión de demostrar que es, realmente, el contrapeso al ejercicio del poder por un personaje  tan caprichoso e inefable que es un dado al aire, como un diario europeo calificó a Trump.

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