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Memorias
El santuario del Humilladero
Pamplona se fundó, en noviembre de 1549, siguiendo los cánones establecidos por las Leyes de Indias.
Viernes, 29 de Enero de 2016

A mediados del siglo 16, cuando la conquista se hallaba en pleno auge y los españoles buscaban fortuna en las tierras del Nuevo Mundo, a medida que se adentraban en los territorios desconocidos, iban sometiendo a los indígenas a medida que avanzaban, deteniéndose en los parajes paradisíacos que encontraban en su camino  para fundar aldeas que posteriormente se convertirían en villas y luego en ciudades, según el desarrollo que adquirieran, en particular, por su posición geopolítica y económica para contribuir en el fortalecimiento de las arcas de los soberanos a nombre de los cuales tomaban posesión de las tierras.

Pamplona se fundó, en noviembre de 1549, siguiendo los cánones establecidos por las Leyes de Indias, en acto solemne de colocar un tronco de árbol y sobre éste un documento con el nombre del Rey de España y el nombre del pueblo, en este caso, bautizada como ‘Pamplona de Indias’, en homenaje y memoria de la patria de su fundador, en presencia del sacerdote y el escribano que acompañaba la expedición, le permitió a sus fundadores apropiarse de las fértiles tierras, además de sacar provecho de los indígenas que moraban en las zonas adyacentes y crear, como efectivamente se hizo, rutas comerciales e incrementar la organización político militar que le permitía a la Corona Española mantener y expandir su dominio.

Las primeras edificaciones se construían alrededor de un parque principal, donde se ubicaban las residencias de los  poderes político, militar y religioso, pero en las primeras fundaciones se incluían los ‘humilladeros’ a las entradas o salidas de las poblaciones, que eran unas ermitas donde los viajeros se postraban para pedir buena ventura en los viajes que iban a emprender o para agradecer por las benevolencias que le permitieron un regreso sin novedad. En los primeros años de la nueva Pamplona, se construyó esta ermita, en la salida que posteriormente la uniría con las ciudades que se fueron fundando, entre ellas Cúcuta.

Se cree que su construcción se inició un año después de la fundación, cuando se habían asentado y aclimatado sus primeros pobladores, era una capilla de una sola nave a la que le agregaron las dos naves laterales posteriormente, en el siglo 17. En este punto, quiero aclararles a mis lectores que la razón de esta ‘ampliación’ era para cumplir con los mandatos de la Iglesia Católica, que entonces exigía que en la asistencia a los oficios religiosos, las mujeres y los hombres debían hallarse separados, cada uno en el lugar que le correspondía.

La erección de estas ermitas, por lo general incluía la conformación de una “cofradía” que se consolidaba a medida que el pueblo creciera y las tradiciones se avivaran con el tiempo, realidad que en Pamplona se ha mantenido hasta nuestros días. En efecto, en 1550 la Cofradía de la Santa Veracruz y Santo Crucifijo del Humilladero, cuyos cofrades han sobrevivido la tradición hasta nuestros días y son quienes cargan el ‘paso’ del Señor del Humilladero, que es el protagonista de la procesión del Jueves Santo y que sale de la ermita en andas de los hermanos nazarenos de la mencionada cofradía.

La imagen de mayor veneración de la ermita, es una escultura de madera policromada que representa al santo Cristo o Cristo del Humilladero y otras dos que lo acompañan y representan a los dos ladrones Dimas y Gestas que fueron crucificados junto a Jesús, esculturas del Renacentismo Europeo del siglo 16.

Del origen de la escultura  no se tiene certeza, aunque se cree, como es obvio, que fue elaborada por un artista español del cual no quedó constancia. Sin embargo, existe otra versión acerca de la procedencia de la escultura del Señor de Humilladero, algo más mítica y que ha generado más devoción y veneración. No así las imágenes que lo escoltan, pues de estas se sabe que fueron esculpidas por el artista Juan Sebastián Guzmán en 1595, quien se había  comprometido con los mayordomos de la cofradía a realizar dicha obra.

Ahora bien, en torno al por qué de la devoción por esta imagen, la leyenda, que como sucede en estos casos, sirve para acrecentar las peregrinaciones y permite un contacto religioso más directo y personal, dice que “unos campesinos trabajaban a pleno sol de mediodía, cuando vieron a lo lejos, dos hombres altos y rubios, con apariencia de extranjeros que cargaban una especie de ataúd.

Aquellos extranjeros se detuvieron para descansar y a la vez, admirar la belleza del campo y uno de ellos exclamó ¡qué bello lugar! (supongo que el extranjero se expresó en español) luego agregó, este valle tiene la apariencia del oro y es imponente como el fuego, es semejante a nuestro Espíritu Santo. Aquellos extranjeros siguieron su camino hasta encontrarse con los campesinos, a quienes preguntaron que dónde quedaba la cofradía de la Veracruz. Una vez informados, al llegar, el encargado les permitió entrar y dicen que los hombres duraron allí encerrados, tres días con sus noches.

Preocupados porque no sabían nada de ellos, pues llevaban allí sin comer ni beber, decidieron entrar para saber qué había sucedido y cuál no sería su sorpresa cuando descubrieron la imagen sagrada del Cristo Crucificado y los personajes que entraron habían desaparecido y jamás volvió a saberse nada de ellos, fue entonces cuando el rumor que habían sido dos ángeles enviados del cielo que lo habían traído para la protección de los lugareños.

Lo cierto es que a este santuario le han cantado muchos poemas y de sus numerosos milagros se han ocupado historiadores e intelectuales destacados. Quienes lo han visitado, sin importar que fueran blancos o negros, ricos o pobres, niños o ancianos, siempre han quedado impresionados, tal como fue el caso del Nuncio Apostólico de su Santidad Pío XII, quien en visita realizada, al contemplar la imagen expresó que en ninguno de los santuarios que había visitado, ni siquiera en Roma, había encontrado una imagen del Señor Crucificado más piadosa y más perfecta. Y qué decir de la frase del presidente Pedro Nel Ospina, quien en una visita realizada a la ciudad de Pamplona, al al salir de un oficio religioso en la Iglesia del Humilladero, al ver el desgreño y el abandono  en el que mantenían el lugar, sentenció: ”Los pamploneses no saben lo que tienen.”

Gerardo Raynaud D.
gerard.raynaud@gmail.com

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