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Ocaña
Un tiplista que es una leyenda en Ocaña
El maestro Flaminio Molina le sigue cantando a su municipio.
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Lunes, 16 de Enero de 2017

Cuando el maestro Flaminio Molina Vergel, 71 años, tiene en sus manos un tiple, despierta todo tipo de sentimientos en el público al desempolvar las canciones más populares de los pueblos del occidente.

Con parsimonia y como si tuviera magia en sus dedos, el músico oriundo de San Calixto, dice al compás de sus notas, que desde niño se enamoró del tiple, que años más adelante sería su fiel compañero.

“Soñaba tocando, pero en entonces no podía uno atreverse a pulsar una cuerda, porque era un irrespeto. con la mirada, mi papá frenaba mis intenciones, y eso era peor que un regaño”, recordó.

A los 17 años tuvo sus primeros encuentros con la música en la casa de un conocido que abrió una tienda de instrumentos. En medio de tiples, violines y  guitarras aprobó sus primeras notas en medio de pasillos y bambucos en el naciente dueto Añoranzas.

“Mis primeras serenatas eran gratis. Cantaba pasillos que escuchaba a través de  Radio Sutatenza”, recuerda y dice que empezó a codearse con grandes músicos de la época, y a saborear el aguardiente de barbatusca y anís. 

Como debía continuar sus estudios, se fue para Nocaima (Cundinamarca) donde fue normalista superior y profesor en Yacopí. Hasta 1979, ofició como maestro de música en Guaduas, Honda, Mariquita e Ibagué. Años después, renunció y volvió a Ocaña donde lo nombraron en la Escuela Anexa del Instituto Técnico Comercial Alfonso López.

Inspirado en las costumbres

Molina no vacila en aceptar que gran parte de su repertorio musical está basado en costumbres y anécdotas ocañeras.

Entre sus melodías se destaca La cajita de cartón, que escribió en 2008, cuando encontró en el parque de Ocaña a su amigo, Orlando Restrepo, afanado buscando una cajita de cartón para enviar a sus hijas una encomienda con buñuelos, tamales y conservas. La escena lo inspiró y compuso la canción que después fue la más escuchada en las radios locales.

“Con las melodías se llega a la gente y me siento satisfecho”, explica. “La música es el dialecto de los sentimientos, es la conversación del pensamiento y el alma, ese lenguaje que transmite un alimento espiritual”.

Al igual que un típico sancocho, sus canciones son resultado de muchos ingredientes, pues este músico se gradúo como maestro superior, pero, desde su empirismo, se formó como compositor e intérprete. 

Cuando escucha una melodía suya entonada por sus pupilos se siente orgulloso, pues considera que la semilla ha caído en tierra fértil.

“Me nombraron para enseñar a niños y jóvenes el arte de la música y los instruí en tiple, guitarra y canto, y coordiné el coro y la banda marcial infantil, Explica. “Y  formé una orquesta con los más pequeños, el trabajo más gratificante de mi vida y el que mayor reconocimiento me ha traído”.

Los reconocimientos del maestro

Con el dueto Añoranzas  y con el grupo Guayamban el maestro Molina ganó innumerables premios departamentales y nacionales, entre los que se destacan: Mejor tiplista, conseguido en el Encuentro de Música Andina Colombiana Cacique Marquetá, celebrado en Mariquita (Tolima) en 1996; Ganador de la canción inédita, con el bambuco ‘Mi morenita’, en Tamalameque (Cesar) en 1994; fue primer y segundo lugar en el concurso Los Felibres, dedicado a la canción inédita andina colombiana, realizado en Ocaña (Norte de Santander), en el 2001 y 2005.

Cada una de las composiciones de Flaminio Molina rinden homenaje a los productos y costumbres de su región, por eso él, con su singular carisma y simpatía, hace parte de la historia del patrimonio folclórico popular del Norte de Santander.

“Ser reconocido por mi departamento como maestro de la música es el máximo trofeo que recibo y un gran regocijo para mi familia. Es un reconocimiento a mi trabajo pedagógico y a la trayectoria musical con la que he representado a mi región”, recalcó.

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