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Cúcuta
La finca en el apartamento de San Fernando del Rodeo
Viernes, 24 de Abril de 2015

Machete en mano, María Torcoroma Angarita limpia la maleza que empezó a salir en un rincón de su jardín. Hace un año, tras llegar a San Fernando del Rodeo empezó a sembrar su huerta.

Sus días trascurren entre las labores del hogar y el cuidado y riego de sus matas de plátano, papayo, pimentón, cilantro, y orégano. Aunque su nueva casa no es ni la cuarta parte de la que tuvo que dejar en Ocaña a causa de la violencia, entre siembra y siembra evoca su día a día en el campo.

“Estas matas son un pedacito de mi tierra en mi casa. Tengo árboles frutales, verduras y plantas medicinales”, dice.

Para ella, ha sido duro adaptarse a la vida en la ciudad, por lo que los primeros meses de estadía quiso criar unos animales en su patio. Llegó a tener nueva conejos y cinco gallinas, pero el espacio reducido la hizo desistir de esta idea.

“Los tenía en una jaula que entraba y sacaba para el antejardín, pero me aburría tener que hacerlo y eso empezó a incomodar a mis vecinos”, dijo Angarita, 50 años.

Dos manzanas más abajo, Elvia Quintero también le apostó a una huerta en el jardín. Una mata de plátano es su mayor orgullo. Está ansiosa de disfrutar la primera cosecha. Hace unas semanas recogió sus primeros tomates.

Quintero asegura que no ha tenido ningún problema con los vecinos con lo que ella considera es su afición, y que por el contrario llegan personas de todo el barrio en busca de llantén, limonaria, yerbabuena, y té verde, para preparar algún remedio natural.

Recién se entregaron estos proyectos de vivienda gratuitos, el municipio realizó unos talleres de convivencia y buenos hábitos entre sus vecinos para explicarles que no podían llevar sus actividades agrícolas a las viviendas.

Entonces, algunas familias atestaron sus pequeños patios de gallinas, incluso chivos, lo que llevó al municipio a intervenir.

Guiomar Dorado, también le apostó a su huerta casera.  A su antejardín no le cabe una planta más. Tiene flores de todo tipo y papayos. En su patio sembró plantas medicinales y fabrica su propio abono.

“Ojalá que nos trajeran programas de huertas caseras a San Fernando para poder seguir dándole forma a este sueño agrícola” dijo emocionada.

Asegura que su pequeña huerta no molesta a nadie, porque utilizó el espacio destinado para su jardín.

Dorado, damnificada de Los Olivos, y oriunda de Villavicencio, asegura ese toque verde que tiene frente a su casa, en la manzana 21,  mejora el ambiente de su barrio a la par que le recuerda a ella y sus vecinos todos los días del lindo campo del que vinieron.

Cuestión de adaptación

La psicóloga Rosa Alejandra Triana asegura que el cambio de las familias del campo hacia la zona urbana es bastante brusco para estas familias, por lo que en su intento de no dejar del todo su cotidianidad empiezan a buscar espacios, en su nueva vivienda, para cultivar.

Esto es cuestión de adaptabilidad y en ello influyen factores culturales y económicos. Las familias campesinas están acostumbradas a sembrar y cosechar sus alimentos, y cuando llegan a este nuevo ambiente inevitablemente tratan seguir cultivando la tierra para tener a la mano sus alimentos.

“Acá también juega un rol importante la labor del gobierno por ofrecerles alternativas laborales. Si no tienen trabajo en la ciudad se las ingenian para seguir sus cultivos y tener algo que echar a la olla”, explicó Triana.

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