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Cúcuta
"Me hago moler el lomo por mis abuelos"
Crudelina Jurado, de 56 años, dice tener firme el corazón y su lucha por el pueblo, que en su caso son 200 abuelos pobres que viven en casas de tabla y techos de zinc en los alrededores del rancho que habita en el barrio Virgilio Barco.
Sábado, 2 de Mayo de 2015

No sabe leer ni escribir, pero habla claro, culto. Su mirada tierna y altiva hace lucir su rostro angelical cada vez que sonríe.

Tampoco tiene dinero, solo unos cuantos muebles, una estufa, una cama y una cómoda, todos viejos, que la han acompañado en los 40 años que lleva viviendo junto a su esposo Carlos Alberto Zambrano en un humilde rancho en el barrio Virgilio Barco, en el norte de Cúcuta.

Su nombre es Crudelina Jurado y a sus 56 años dice tener firme el corazón y su lucha por el pueblo, que en su caso son 200 abuelos pobres que viven en casas de tabla y techos de zinc en los alrededores del rancho que habita.

Por estos ancianos, desvalidos todos y de los más necesitados de la ciudad (ella lo afirma con vehemencia), ha entregado su vida y sus servicios sociales desde el instante mismo que pisó suelo cucuteño por allá en 1980.

Cierra sus ojos y entrelaza sus arrugadas manos, suspira prolongadamente y luego pronuncia su bando: Soy del pueblo y me debo al pueblo.

Allá en su humilde vivienda, que no ha podido terminar de construir por falta de dinero, tiene su centro de operaciones con sus hijos, como les llama a sus doscientos abuelos.

En una mesa de tabla pequeñita que le sirve de escritorio atiende una a una sus peticiones. Le piden desde muletas, pastillas para la artritis, prótesis dentales hasta una taza de aguadepanela, que ella les da con mucho cariño y entrega. Con todos le ha tocado luchar en las oficinas de gobierno para inscribirlos en el Sisbén.

Esta lucha por conseguir la reivindicación de la que ella llama su gente, la ha llevado a tener que batirse como una leona en las distintas esferas de la sociedad cucuteña.

Confiesa que en ocasiones cierra los ojos y se queda meditando sobre el paso que va a dar. Siempre lo hace y ello le ha dado buenos resultados porque dice que es mejor lento pero seguro, con los pies en la tierra.

Trae a su recuerdo las luchas que ha tenido que librar en cada una de las ‘vueltas’ que ha dado en esta vida.

Nació en Cucutilla, a cuatro horas de Cúcuta,  pero se crío en Arauca desde muy niña. Allá en esa convulsionada región del país, Crudelina forjó los principios que le inculcaron su don de servicio hacia los más necesitados.

Dice que le apasionaba escuchar los discursos del comandante del M-19 Carlos Pizarro Leongómez, por allá en 1990 cuando ese movimiento de izquierda dejó las armas. Siempre inculcaban a servir al pueblo, por eso -dice- su convicción de servir a los más pobres se hizo más fuerte.

Fue amiga del máximo comandante del M-19 y de él heredó esos principios altruistas cuando le decía cariñosamente: “vea Cruceta, todos somos del pueblo, no vale más el rico que el pobre, por ello, con el pueblo y para el pueblo”.

Crudelina nunca ha bajado la guardia en esa misión. En su casa de Virgilio Barco, Pizarro le encomendó abrir el primer directorio político que tuvo el naciente partido Alianza Democrática  M-19. Allá también, en una hamaca de hilo marrón claro que aún conserva, se quedaba a dormir el líder político cuando arribaba a Cúcuta en su corta correría a la presidencia de la república.

Casi nadie lo recuerda, pero por su bajo perfil y por los deseos inmensos de concretar sueño de construir un hogar para los abuelos, años más tarde del asesinato de Pizarro,  Crudelina se ganó la confianza del alcalde Pauselino Camargo, quien la nombró su escolta personal.

Era la sombra del mandatario en cada paso que daba y mientras estuvo a su servicio las cosas salieron bien. Lo entregué sano y salvo, dice con orgullo.

Pauselino también la llamaba de cariño Cruceta, por aquello de que siempre cargaba su pistola de servicio en la parte trasera de su cinto.

Pero así no la conocen sus 200 abuelos que hoy escolta con orgullo desde su casa.

No solo los protege y les busca lo que necesitan, sino que los defiende de  los políticos de turno que solo visitan su casa cada que hay elecciones.

Confiesa que le ofende a morir que le ofrezcan plata por los votos de sus abuelos.

A esos políticos corruptos los expulso de mi hogar, no merecen ocupar ningún cargo, porque si así son en campaña, cómo serán cuando estén en el poder, dice Crudelina.

Cruceta está aprendiendo apenas a leer y a escribir, va a la escuela del barrio y recibe clases. Cuando la visitamos en su casa para esta entrevista, hacía planas de las vocales.

Está convencida que nada se hace solo, todo tiene que ser con la ayuda de los demás, y si es con el pueblo todo sale más bonito, dice empuñando un lápiz rojo con el que hace la tarea del colegio.

 

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