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Buscando pleito
Desde la época de la independencia, los venezolanos no han sido los mejores hermanos. 
Sábado, 6 de Enero de 2018

Los matones de barrio los conocemos todos, especialmente los que los hemos sufrido. Son seres llenos de problemas que quieren mostrar su hombría atacando a los que cree más débiles o a los más decentes y  menos ruidosos. El matón es cobarde, pues se limita a agredir a los que estima que puede derrotar sin problemas. El problema es que a veces la presunta víctima resulta respondona. Y eso es lo que puede pasarle a Venezuela: la paciencia tiene un límite y ya lo estamos alcanzando. 

Colombia tiene una tradición pacifista al punto de que solo en una oportunidad, en defensa de su territorio, se enfrentó con uno de sus vecinos, y en otra ocasión participó en una operación de Naciones Unidas, en defensa de una nación atacada por un vecino agresor. De resto, hemos sido pacíficos, a pesar de soportar, por espacio de 60 años, una guerra civil que acaba de culminar.

Desde la época de la independencia, los venezolanos no han sido los mejores hermanos. Fuimos una misma nación durante varios años y nos separamos por diferencias entre nuestros dirigentes, a pesar  de que unidos hubiéramos constituido gran potencia en todos los órdenes. Pudo más la ambición de algunos vecinos que las conveniencias de la mayoría. Desde entonces, esos vecinos no han sido los mejores hermanos. 

Los colombianos hemos soportado con paciencia la patanería de los matones. Nos trataron como al hermano pobre por el pecado de no tener petróleo y vivir de nuestro trabajo. Hemos sido agricultores, ganaderos, empleados domésticos, obreros, vendedores de almacén, todos los trabajos humildes. Nuestros vecinos fueron los más ricos y no produjeron nada: Gracias al petróleo se dedicaron a importar todo, desde papel higiénico hasta jamones de cerdo. Nos humillaban de todas las maneras posibles. Solo faltó que algún presidente, como Maduro o Chávez,  propusiera levantar un muro en la frontera, al estilo Trump. 

Chávez, quien aspiraba a convertirse en el reemplazo de Fidel, gastó millones en todo de chécheres para atacar a Colombia. Ahora, el presidente Maduro, un chofer de bus que reemplazó a Chávez, víctima de la atrasada medicina cubana, está empeñado en buscarnos pleito. Nos ha culpado de La falta de jamón, plato preferido de los hambrientos vecinos, porque supuestamente impedimos el paso de la carga de dos gigantescos barcos (sí, dos) que venían cargados con los jamones portugueses, que no dejamos pasar por Maicao. Mentira. Portugal  no mando los jamones porque les debían los de años anteriores.

Los perniles fueron la disculpa para volvernos a atacar y acusarnos de la desgracia de los venezolanos, miles de los cuales se encuentran en todo Colombia pidiendo limosna en los parques y los buses. Una demostración del fracaso de la dictadura madurista, la cual comprobó una vez más que los extremismos son un fracaso. Y nos lo quieren imponer aquí. No le debemos parar bolas a Maduro. Ni al uribismo. Ambas son extremas dañinas. Defendamos la democracia para no caer en las manos de los Franco, los Hitler, los Pinochet, los Castro, los Maduros y los Uribe. Todos son iguales de nefastos. GPT   

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