La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
Cumbia y clases sociales
La Cumbia es un suceso y una construcción social que une y por esto le pertenece a la humanidad: es un bien común.
Viernes, 9 de Marzo de 2018

Tengo una gran obsesión por la cumbia porque además de ser mi ritmo preferido, la cumbia me explica mucho de lo que somos. Esta semana, en Ciudad de México, le pregunté a un taxista por el mejor lugar para escucharla en la capital mexicana; lo hice porque en su radio no sonaba otra cosa, y porque mientras conducía no podía evitar cantarlas y acompañar el ritmo con el movimiento de sus dedos sobre el volante. En media hora en su taxi sonó desde Lucho Bermúdez y Celso Piña, hasta Pastor López, los Ángeles Azules, Chico Trujillo y Los Corraleros del Majagual.

Era un experto en el ritmo y, como experto, me indicó que los mejores lugares para disfrutarla se encontraban en “zonas pocos recomendados para un turista”. De hecho, precisó que la gente local “con buenos trabajos y buenas posiciones sociales” no solían asistir a estos sitios, pero claro; que él sabía que “después de dos tequilas todos querían cumbia”. Nos reímos. Nos reímos, pero lo hicimos conscientes de que la conversación tenía un gran componente social. Nos reímos al comprender que la cumbia se asocia a lo inculto, a lo poco refinado, a lo ausente de una mirada erudita y refinada.

Recordé con la conversación lo que dice William Ospina: “aprendimos que la cultura venía de afuera, que la lengua vino de afuera, que la belleza verdadera era la condensada en los cánones ilustres de Fidias y de Praxíteles; y crecimos en la incapacidad de mirarnos, de reconocer lo que somos”. Porque claro, la cumbia es nuestra. Es un conjunto de diásporas espirituales; un cúmulo de viajes inesperados de esclavos que llegaron para ser explotados; una mezcla de encuentros culturales que se hibridaron como resistencia a esquemas de opresión; un tejido de ritmos que hicieron que naciera en Colombia, y que hoy ha seguido viajando libre. Libre porque la cumbia ya no tiene fronteras. Hoy ha trascendido en infinitos espacios…

La Cumbia es un suceso y una construcción social que une y por esto le pertenece a la humanidad: es un bien común. Más allá de las fronteras dibujadas en mapas, la cumbia transita en geografías emocionales de diversos seres que encuentran en este ritmo su momento. No es solo una música navideña, ni de una clase, de una región, un país, ni de una época, ni de la historia. Es un suceso que crece sin presiones porque así siga estigmatizado por ciertos sectores, vive con fuerza propia. 

El pensamiento único, aquel que reprodujo esquemas que invitan a pensar que existen buenas y malas músicas y, que las buenas son solo las que nacen y habitan en las clases “cultas”, hacen que las barreras históricas frente a la cumbia tiendan a mantenerse. Pero la fuerza de lo ancestral que nunca muere y, la dinámica de la psicodelia, aquella potencia de la cosmovisión indígena, hacen que hoy se convoquen viejas y nuevas maneras de pensar, de sentir y de leer la cumbia.

Thomas Mann recuerda que “toda música es políticamente sospechosa”, y así es. La Cumbia hoy sigue proponiendo formas populares de combatir un pensamiento eurocentrista de lo que vanidosamente se pretende uniforme, para resaltar que la estética adopta formas libres y emancipadoras; como la naturaleza, como la política, como la cultura, como la vida misma.

 

Temas del Día