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Columnistas
De esclavos a libertos
Colombia fue territorio de esclavos.
Domingo, 24 de Mayo de 2020

Una de las heridas más desgarradoras de la humanidad es la esclavitud. Su materialización, en todo tiempo y en donde quiera que se haya dado, es un motivo de vergüenza. Ese régimen de opresión, de trata de personas, con sometimiento al servilismo, a la condición de paria o de excluido, de negación de derechos, dejó un rastro deshonroso en la historia.  Es un capítulo de mezquindad y de miseria, de intención abusiva, como ejercicio de un poder sin pudor. Tras la conquista española en el siglo XV de los territorios a que arribó Cristóbal Colón, se impuso la esclavitud como parte del poder imperial dominante.

Colombia fue territorio de esclavos. Primero, los indígenas sometidos por los conquistadores tras perder sus bienes. Después llegaron los africanos, con los cuales se configuró una comunidad sometida a los designios de los amos, como fuerza laboral destinada a las rudas tareas impuestas por la codicia de los conquistadores en pos del oro y de todas las fuentes posibles de riqueza. Esa mercancía humana que eran los africanos importados representaba un valioso activo que debía dejar cuantiosas utilidades, sometidos a extenuantes jornadas, sin importar el agotamiento o las estrecheces predominantes.

Entre los años 1500 y 1851 tuvo vigencia la esclavitud en Colombia. Su abolición se dio por ley el 21 de mayo de 1851 en el período presidencial de José Hilario López. Se le puso así punto final a esa trata de personas, mediante la cual la explotación laboral se hacía con total desconocimiento de consideración y de derechos. Fue abrumadora la tiranía ejercida contra los esclavos. La humillación, el sojuzgamiento se ejercían en forma despiadada. El sufrimiento padecido no es una fábula. Fue una realidad cotidiana de aberraciones, con menosprecio absoluto por el ser humano. Fue la discriminación clasista bajo el impulso de una sevicia de ultraje.

La abolición de la esclavitud en Colombia se ha consolidado, sin duda. Aunque quedan sombras de esa desgraciada condición, expresadas algunas veces con prejuicios racistas o maltratos laborales. La ley 725 de 2001 dispuso como día de la afrocolombianidad el 21 de mayo y anualmente debe hacerse su conmemoración con énfasis en la importancia que representa para Colombia.

Y es de alta significación el aporte de los afrodescendientes a la nación. Aporte económico, social, cultural y político. En todas esas vertientes está su porción sobresaliente. Son muchos los nombres de escritores, artistas, científicos, políticos, deportistas, empresarios, servidores públicos, profesionales en las diferentes vertientes del saber o el conocimiento. 

Y esta sostenida participación se ha hecho venciendo limitaciones impuestas por la pobreza, la discriminación o la exclusión. Es un gran salto desde abajo, desde la desigualdad, hasta el nivel visible del talento y la capacidad creadora.

Los afrodescendientes son parte activa de la nación. Están presentes y dispuestos y se les debe tratar como colombianos de todo derecho, sin caer en la burda trampa del racismo que lleva a la distorsión y en no pocos casos a la perversión.

La afrocolombianidad es parte inseparable de la dinámica colombiana.

Puntada

La promesa rutinaria del Gobierno de que “se investigará hasta el fondo” el asesinato cotidiano de los líderes sociales, no ha servido para nada, pues siguen muriendo. Ya es tiempo de detener esa carnicería.

ciceronflorezm@gmail.com

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