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Deuda histórica
¿Las fronteras colombianas han sido tan importantes para el Estado? 
Domingo, 29 de Abril de 2018

Es inevitable recordar que hace décadas Norte de Santander era una región próspera. Su natural relación fronteriza le daba un dinamismo económico envidiable, incluso, las exportaciones de Colombia en su mayoría eran para su mejor socio comercial, Venezuela. A pesar de las mencionadas ventajas, las políticas públicas del Gobierno central para el desarrollo de nuestro departamento fueron precarias, y en vez de fortalecer una zona de gran potencial, la dejaron a su suerte, como si de un territorio independiente se tratara.  

Varios modelos de nación alrededor del mundo formaron en la periferia sus puntos estratégicos de operaciones económicas y políticas. Santiago de Chile, Buenos Aires, Montevideo, Londres, Beijing, entre otros, tuvieron en común esta característica de desarrollo alejado del centro de sus países. 

Revisando el caso de nuestra gloriosa nación, ¿tomamos este ejemplo estratégico de progreso en Colombia? ¿Las fronteras colombianas han sido tan importantes para el Estado? ¡Claro que no! La historia patria señala que la distinguida élite conservadora y liberal que gobernó desde el siglo XIX, mantuvo una geografía mental la cual dictaba que el centro andino del país era tierra próspera, de raza blanca, bronceada y mestiza; mientras que los negros, indios de color rojizo y semejantes, habitaban y debían poblar las costas y fronteras ardientes. 

Lamentablemente, estas ideas y otros supuestos que hacían creer que una nación debía ser construida en el centro, dejando a las fronteras como zonas marginales, fracturaron la gobernanza del país a través de los años. Norte de Santander, Arauca, Nariño, Putumayo, Chocó y el Valle de Cauca, por nombrar algunos, son departamentos con riquezas naturales, turísticas y económicas inimaginables. Sin embargo, dichas regiones cuentan con los más altos índices de pobreza, violencia, desplazamiento forzado y ausencia de servicios básicos para la población, haciendo evidente la fractura del Estado centralista para priorizar y volcar su agenda a estos territorios. 

El día de hoy, debemos exigir enérgicamente la atención desviada por tanto tiempo. Es injusto darnos cuenta que, cuando nos vemos con el agua hasta el cuello por la crisis venezolana y la incontrolable violencia en el Catatumbo, venga el Estado a tirar paños de agua tibia y sacar pecho con medidas cortoplacistas. Los problemas en Norte de Santander, así como otras zonas de frontera, son el producto de largos años de descuido por parte de un Gobierno que no fortaleció ni tuvo en cuenta como debía ser, sus regiones periféricas. Es una deuda histórica para nuestro progreso que, ahora más que nunca, debemos cobrarla. 

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